/ miércoles 22 de septiembre de 2021

El reto de la IA que viene

El teléfono celular es mi asistente personal. Le pido que me recuerde eventos, haga listas de compras, envíe correos electrónicos o busque un contacto para hacer una llamada. En nuestras manos tenemos una inteligencia artificial (IA) de primera generación (Inteligencia Artificial Estrecha). Sin pensarlo mucho, las bocinas inteligentes, los chips de los autos, el uso de Instagram, LinkedIn, TikTok, Google, nos demuestran cuánto utilizamos y dependemos de esta tecnología.

El cine, las novelas y los superhéroes han deformado nuestra idea sobre la inteligencia artificial, para infundirnos miedo sobre el impacto que tiene en nuestras vidas. Hoy en día la IA ayuda a los radiólogos a detectar cáncer en pulmones con cero errores. Apoya a jueces a revisar cientos de hojas de un expediente y determinar si las demandas proceden o no, en pocos minutos.

La IA ha mejorado el reconocimiento facial y el reconocimiento del habla hasta reconocer objetos; recientemente se aplica en programar drones que pueden cambiar el futuro de la paquetería, la agricultura e incluso la guerra; sin contar el desarrollo de automóviles autónomos más seguros que los manejados por humanos.

El desarrollo de IA está ocurriendo en varios países del mundo y puede generar una desigualdad nunca antes vista. Los dueños de las patentes para desarrollar estas tecnologías y comercializarlas serán quienes monopolicen los mercados de software, robots, drones, super computadores, vehículos autónomos e incluso naves espaciales y satélites.

El asunto no es menor cuando sólo tenemos dos opciones ante el auge de la IA: seremos compradores o vendedores de la tecnología. Como diría Yuval Noa Harari: seres humanos que programan o seres humanos programados y dirigidos.

Esta desigualdad puede llevarnos a la discriminación: “No hacemos negocios con ustedes si no utilizan IA” o bien “no tenemos tratos comerciales hasta que sus estándares de producción con IA sean similares a los nuestros” Podremos convertirnos en personal de mantenimiento de los robots y de super computadoras, productores de piezas sueltas, pero no tendremos la posibilidad de competir en un mundo que nos lleva diez años de ventaja desarrollando IA.

El problema que he tratado de simplificar en unas cuantas líneas es demasiado complejo y requiere mayor estudio, le propongo varias ideas para comenzar a resolverlo.

Una solución es construir nuestra propia soberanía tecnológica; esto es una infraestructura de servidores y poder de cómputo nacional; evitando servidores de otros países y mantener el control de nuestros datos, nuestras patentes y tecnologías dentro del país.

Otra solución será promover un conjunto de universidades y centros de investigación enfocados en desarrollar capital humano especialista en IA. Lo que ya ocurre en otros países, pero es muy incipiente en nuestros países latinoamericanos. Parece que estamos esperando que llegue la ola de IA para subirnos en ella y reaccionar hasta entonces.

Una idea más, crear condiciones para la transformación industrial y pasar de la industria 2.0 a la industria 4.0. Pasando de ser una industria manufacturera por una economía de datos que impulse el cambio tecnológico y la adaptación a la nueva realidad de la IA. Vamos con retraso en esta carrera tecnológica, aún estamos a tiempo de cambiar el destino de nuestras naciones.

El teléfono celular es mi asistente personal. Le pido que me recuerde eventos, haga listas de compras, envíe correos electrónicos o busque un contacto para hacer una llamada. En nuestras manos tenemos una inteligencia artificial (IA) de primera generación (Inteligencia Artificial Estrecha). Sin pensarlo mucho, las bocinas inteligentes, los chips de los autos, el uso de Instagram, LinkedIn, TikTok, Google, nos demuestran cuánto utilizamos y dependemos de esta tecnología.

El cine, las novelas y los superhéroes han deformado nuestra idea sobre la inteligencia artificial, para infundirnos miedo sobre el impacto que tiene en nuestras vidas. Hoy en día la IA ayuda a los radiólogos a detectar cáncer en pulmones con cero errores. Apoya a jueces a revisar cientos de hojas de un expediente y determinar si las demandas proceden o no, en pocos minutos.

La IA ha mejorado el reconocimiento facial y el reconocimiento del habla hasta reconocer objetos; recientemente se aplica en programar drones que pueden cambiar el futuro de la paquetería, la agricultura e incluso la guerra; sin contar el desarrollo de automóviles autónomos más seguros que los manejados por humanos.

El desarrollo de IA está ocurriendo en varios países del mundo y puede generar una desigualdad nunca antes vista. Los dueños de las patentes para desarrollar estas tecnologías y comercializarlas serán quienes monopolicen los mercados de software, robots, drones, super computadores, vehículos autónomos e incluso naves espaciales y satélites.

El asunto no es menor cuando sólo tenemos dos opciones ante el auge de la IA: seremos compradores o vendedores de la tecnología. Como diría Yuval Noa Harari: seres humanos que programan o seres humanos programados y dirigidos.

Esta desigualdad puede llevarnos a la discriminación: “No hacemos negocios con ustedes si no utilizan IA” o bien “no tenemos tratos comerciales hasta que sus estándares de producción con IA sean similares a los nuestros” Podremos convertirnos en personal de mantenimiento de los robots y de super computadoras, productores de piezas sueltas, pero no tendremos la posibilidad de competir en un mundo que nos lleva diez años de ventaja desarrollando IA.

El problema que he tratado de simplificar en unas cuantas líneas es demasiado complejo y requiere mayor estudio, le propongo varias ideas para comenzar a resolverlo.

Una solución es construir nuestra propia soberanía tecnológica; esto es una infraestructura de servidores y poder de cómputo nacional; evitando servidores de otros países y mantener el control de nuestros datos, nuestras patentes y tecnologías dentro del país.

Otra solución será promover un conjunto de universidades y centros de investigación enfocados en desarrollar capital humano especialista en IA. Lo que ya ocurre en otros países, pero es muy incipiente en nuestros países latinoamericanos. Parece que estamos esperando que llegue la ola de IA para subirnos en ella y reaccionar hasta entonces.

Una idea más, crear condiciones para la transformación industrial y pasar de la industria 2.0 a la industria 4.0. Pasando de ser una industria manufacturera por una economía de datos que impulse el cambio tecnológico y la adaptación a la nueva realidad de la IA. Vamos con retraso en esta carrera tecnológica, aún estamos a tiempo de cambiar el destino de nuestras naciones.