/ lunes 12 de abril de 2021

El servicio público no es patrimonio familiar

El servicio público no es un bien privado, una parcela de poder o un patrimonio familiar que se le pueda heredar a los hermanos, a la cuñada, a la hija, a la sobrina y a toda la parentela. No es una agencia de colocaciones a disposición de un apellido. Es, por el contrario, un oficio que requiere consciencia, disciplina y sobriedad moral para no caer en la tentación de la codicia, madre de los negocios turbios.

El servicio público tampoco es un escalón para ascender a “las altas esferas de poder”, sino que es, en sí mismo, una finalidad. Hay tantas carencias en nuestras comunidades, tanta familia que necesita una fuente de ingresos estable, que no podemos seguir permitiendo el enriquecimiento inmoral de un grupúsculo a costa del interés público.

Muchos actores políticos no asumen esto de manera responsable y por ello comprendo que la política hoy en día esté tan desacreditada en todo el mundo, y con justa razón. La ciudadanía merece y exige no sólo los perfiles más preparados, sino que estén dotados de una visión que trascienda los intereses personales o de un grupo cerrado.

En pleno 2021, los hay que aún sueñan con repetir episodios de hace más de 20 años, sin darse cuenta de que la gente ha cambiado. El pueblo de Zacatecas es noble, pero no es tonto, y así lo ha demostrado en las urnas en dos ocasiones, y lo demostrará una vez más el próximo 6 de junio.

Cada servidor público tiene la obligación de dar resultados, no sólo por ley, sino como un imperativo personal. Sólo de esa forma es como se tiene oportunidad de seguir creciendo de manera intachable no solamente en la función pública, sino como persona. Aparejado a lo anterior, el desarrollo en el entorno debe hacerse manifiesto como una consecuencia natural de un recto proceder.

El desafío es mantenerse congruente a lo largo del tiempo. Puedo afirmar que he mantenido una carrera limpia, disciplinada y ordenada. Al día de hoy no tengo en mi haber observaciones por parte de la Auditoría Superior de la Federación, cosa de la que otros no pueden presumir.

El compromiso con el sector público no reside en declamar bonitos discursos, sino en llevarlo a la acción, incluso si los reflectores no están encima de uno. Ahí es donde se comprueba realmente la autenticidad de nuestras acciones: cuando nadie nos ve.

Todas las gestiones que he realizado a lo largo de mi trayectoria han sido con miras a mejorar nuestro entorno, a elevar el nivel de vida de la gente. Si he logrado esto, puedo dormir tranquila, sabiendo que muy temprano estaré activa otra vez, porque las necesidades son muchas y el trabajo no termina nunca, y porque la victoria es como la mañana: hay quienes la esperan dormidos, confiados en la inercia del apellido, pero hay quienes la recibimos trabajando.


El servicio público no es un bien privado, una parcela de poder o un patrimonio familiar que se le pueda heredar a los hermanos, a la cuñada, a la hija, a la sobrina y a toda la parentela. No es una agencia de colocaciones a disposición de un apellido. Es, por el contrario, un oficio que requiere consciencia, disciplina y sobriedad moral para no caer en la tentación de la codicia, madre de los negocios turbios.

El servicio público tampoco es un escalón para ascender a “las altas esferas de poder”, sino que es, en sí mismo, una finalidad. Hay tantas carencias en nuestras comunidades, tanta familia que necesita una fuente de ingresos estable, que no podemos seguir permitiendo el enriquecimiento inmoral de un grupúsculo a costa del interés público.

Muchos actores políticos no asumen esto de manera responsable y por ello comprendo que la política hoy en día esté tan desacreditada en todo el mundo, y con justa razón. La ciudadanía merece y exige no sólo los perfiles más preparados, sino que estén dotados de una visión que trascienda los intereses personales o de un grupo cerrado.

En pleno 2021, los hay que aún sueñan con repetir episodios de hace más de 20 años, sin darse cuenta de que la gente ha cambiado. El pueblo de Zacatecas es noble, pero no es tonto, y así lo ha demostrado en las urnas en dos ocasiones, y lo demostrará una vez más el próximo 6 de junio.

Cada servidor público tiene la obligación de dar resultados, no sólo por ley, sino como un imperativo personal. Sólo de esa forma es como se tiene oportunidad de seguir creciendo de manera intachable no solamente en la función pública, sino como persona. Aparejado a lo anterior, el desarrollo en el entorno debe hacerse manifiesto como una consecuencia natural de un recto proceder.

El desafío es mantenerse congruente a lo largo del tiempo. Puedo afirmar que he mantenido una carrera limpia, disciplinada y ordenada. Al día de hoy no tengo en mi haber observaciones por parte de la Auditoría Superior de la Federación, cosa de la que otros no pueden presumir.

El compromiso con el sector público no reside en declamar bonitos discursos, sino en llevarlo a la acción, incluso si los reflectores no están encima de uno. Ahí es donde se comprueba realmente la autenticidad de nuestras acciones: cuando nadie nos ve.

Todas las gestiones que he realizado a lo largo de mi trayectoria han sido con miras a mejorar nuestro entorno, a elevar el nivel de vida de la gente. Si he logrado esto, puedo dormir tranquila, sabiendo que muy temprano estaré activa otra vez, porque las necesidades son muchas y el trabajo no termina nunca, y porque la victoria es como la mañana: hay quienes la esperan dormidos, confiados en la inercia del apellido, pero hay quienes la recibimos trabajando.