/ viernes 2 de julio de 2021

Enjuiciar expresidentes

Ayer se cumplieron tres años del triunfo histórico de Morena. Puede recibir ese adjetivo, porque en México nunca se había presentado una elección con mayor credibilidad; nuestra democracia siempre había sido un espejismo, algo que los dueños del poder utilizaban para no perder su influencia en los acontecimientos nacionales. Poco importaba el verdadero sentir del pueblo (sea cual sea el significado de esa palabra). Por eso, independientemente de los puntos de vista extremadamente opuestos de simpatizantes y detractores, no es aventurado decir que el primer logro de AMLO fue el de reivindicar la importancia de la democracia, para el desarrollo de la vida pública del país.

Como en todos los casos, el triunfo del movimiento encabezado por el ahora presidente implicó una derrota (aún no sabemos si total o parcial) de quienes representaban y defendían las ideologías del viejo régimen. La salida del poder del PRI y del PAN —de la presidencia, del Congreso de la Unión, de las alcaldías y de los congresos locales— fue una sacudida de la cual aún no se logran levantar, pero que les dejó clara una lección, que la entrega de dinero público, el condicionamiento de programas sociales y una maquinaria aceitada ya no bastan para ganar elecciones; a la gente se le tiene que convencer y a eso se refiere AMLO cuando habla de la revolución de las conciencias.

Pero la democracia es frágil y necesita cuidados para madurar. La de 2018 fue una elección que demostró las ansias que la sociedad tenía por participar y por finalmente incidir en la dirección de los temas que directamente le afectan. Es en ese sentido donde la pregunta de si elegir representantes cada tres o seis años es suficiente. Para el presidente, la respuesta es no; por eso uno de los cambios legales que impulsó en estos tres primeros años fue la de incrementar el número de consultas populares, para que la participación ciudadana se expanda.

Con las deficiencias propias que tiene la implementación de nuevos mecanismos tan ambiciosos, fue mediante la consulta popular que se decidió cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco o de una fábrica de cerveza en el norte del país. Pero sin duda la consulta más importante, hasta el momento, se llevará a cabo el próximo mes, cuando la población decida si una serie de expresidentes deben o no ser enjuiciados. Para algunos, se trata de un asunto carente de lógica, pues la justicia no se negocia; para otros, es una medida acertada, pues de no ser así las perversidades del pasado nunca serían perseguidas. Sea como sea, resulta un hecho que ahora la ciudadanía tiene voz en temas de gran calado para el país, asuntos que pueden cambiar el rumbo de la nación para bien y para siempre, muy pronto sabremos en qué dirección.

Ayer se cumplieron tres años del triunfo histórico de Morena. Puede recibir ese adjetivo, porque en México nunca se había presentado una elección con mayor credibilidad; nuestra democracia siempre había sido un espejismo, algo que los dueños del poder utilizaban para no perder su influencia en los acontecimientos nacionales. Poco importaba el verdadero sentir del pueblo (sea cual sea el significado de esa palabra). Por eso, independientemente de los puntos de vista extremadamente opuestos de simpatizantes y detractores, no es aventurado decir que el primer logro de AMLO fue el de reivindicar la importancia de la democracia, para el desarrollo de la vida pública del país.

Como en todos los casos, el triunfo del movimiento encabezado por el ahora presidente implicó una derrota (aún no sabemos si total o parcial) de quienes representaban y defendían las ideologías del viejo régimen. La salida del poder del PRI y del PAN —de la presidencia, del Congreso de la Unión, de las alcaldías y de los congresos locales— fue una sacudida de la cual aún no se logran levantar, pero que les dejó clara una lección, que la entrega de dinero público, el condicionamiento de programas sociales y una maquinaria aceitada ya no bastan para ganar elecciones; a la gente se le tiene que convencer y a eso se refiere AMLO cuando habla de la revolución de las conciencias.

Pero la democracia es frágil y necesita cuidados para madurar. La de 2018 fue una elección que demostró las ansias que la sociedad tenía por participar y por finalmente incidir en la dirección de los temas que directamente le afectan. Es en ese sentido donde la pregunta de si elegir representantes cada tres o seis años es suficiente. Para el presidente, la respuesta es no; por eso uno de los cambios legales que impulsó en estos tres primeros años fue la de incrementar el número de consultas populares, para que la participación ciudadana se expanda.

Con las deficiencias propias que tiene la implementación de nuevos mecanismos tan ambiciosos, fue mediante la consulta popular que se decidió cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco o de una fábrica de cerveza en el norte del país. Pero sin duda la consulta más importante, hasta el momento, se llevará a cabo el próximo mes, cuando la población decida si una serie de expresidentes deben o no ser enjuiciados. Para algunos, se trata de un asunto carente de lógica, pues la justicia no se negocia; para otros, es una medida acertada, pues de no ser así las perversidades del pasado nunca serían perseguidas. Sea como sea, resulta un hecho que ahora la ciudadanía tiene voz en temas de gran calado para el país, asuntos que pueden cambiar el rumbo de la nación para bien y para siempre, muy pronto sabremos en qué dirección.

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