/ jueves 11 de junio de 2020

Entre las cuerdas

Urge regresar a aquellos tiempos en los que fuimos testigos que , a lo largo y ancho de nuestro país, la gente acudía a las arenas los días que estaban destinados a realizar las tradicionales funciones de lucha libre y lo hacían de una manera a modo de ritual, para los aficionados, cada uno de los días de función se convierten en un día festivo ya que desde su arribo contemplan todo un mundo de movimiento, un ir y venir a cada rincón y espacios que rodean al local en donde se efectuaran los combates, visitando los espacios que ofrecen en venta las máscaras, fotografías, llaveros, playeras y mil productos más, que suelen hacer el papel ya sea de juguetes o recuerdo de esa aventura. Al ingresar a dicho lugar, se siente inmediatamente un traslado a un mundo que deslumbra por su presencia y significado que le otorgamos, nos hace sentir también de manera instantánea que somos, al igual que los luchadores, protagonistas de ese mundo a pesar de ingresar como simples espectadores, pero participando de la obra al tomar partido de uno de los bandos que combatirán, ya sean los técnicos o los odiados rudos, dignos representantes de la lucha eterna entre el bien y el mal. De esta manera los aficionados comienzan la famosa catarsis, llenando el ambiente con todo tipo de exclamaciones, insultos y peticiones, con lo que logran un desahogo a lo acumulado en su vida cotidiana.

Todo este ambiente es el que atrae y nos hace acudir constantemente a las arenas de lucha libre para observar ese mundo lleno de colorido, con los vistosos vestuarios de los luchadores, las coloridas máscaras, espectaculares presentaciones, y por supuesto la gran variedad de castigos, amarres, golpes y “costalazos”, sin dejar a un lado los espectaculares lances y acrobacias para sorprender a los contrarios con la finalidad obtener el ansiado triunfo y merecer el aplauso de los asistentes. Lo he afirmado una y mil veces y lo seguiré recalcando en cada ocasión que se requiera, “Para saber y conocer realmente de lucha libre es necesario acudir a una arena para poder experimentar, sentir el correr de la adrenalina por toda nuestra anatomía, desde el mismo momento en que son apagadas las luces, quedando iluminado solamente el cuadrilátero, para dar vida y comienzo a una representación en donde se combate para lograr una infinidad de premios como el aplauso, el reconocimiento y el ir forjando lucha a lucha una fama que los lleve a ser uno de los ídolos inmortales del deporte de la lucha libre Mexicana.

Lo que se siente hasta ese momento crece de manera importante y notoria cuando escuchamos al maestro de ceremonias o presentador anunciar el inicio de la función, el corazón comienza a acelerar sus latidos haciéndonos sentir más vivos , de esta manera ingresamos definitivamente a un mundo, separándonos totalmente de nuestra vida cotidiana, abandonando el mundo real para adentrarnos a una fantasía, como realizando un ritual que nos mantendrá rodeados de sueños, castigos, llaves, contra llaves, vuelos, y el rugir de un público que estará a favor o en contra de los contendientes en turno.

Urge regresar a aquellos tiempos en los que fuimos testigos que , a lo largo y ancho de nuestro país, la gente acudía a las arenas los días que estaban destinados a realizar las tradicionales funciones de lucha libre y lo hacían de una manera a modo de ritual, para los aficionados, cada uno de los días de función se convierten en un día festivo ya que desde su arribo contemplan todo un mundo de movimiento, un ir y venir a cada rincón y espacios que rodean al local en donde se efectuaran los combates, visitando los espacios que ofrecen en venta las máscaras, fotografías, llaveros, playeras y mil productos más, que suelen hacer el papel ya sea de juguetes o recuerdo de esa aventura. Al ingresar a dicho lugar, se siente inmediatamente un traslado a un mundo que deslumbra por su presencia y significado que le otorgamos, nos hace sentir también de manera instantánea que somos, al igual que los luchadores, protagonistas de ese mundo a pesar de ingresar como simples espectadores, pero participando de la obra al tomar partido de uno de los bandos que combatirán, ya sean los técnicos o los odiados rudos, dignos representantes de la lucha eterna entre el bien y el mal. De esta manera los aficionados comienzan la famosa catarsis, llenando el ambiente con todo tipo de exclamaciones, insultos y peticiones, con lo que logran un desahogo a lo acumulado en su vida cotidiana.

Todo este ambiente es el que atrae y nos hace acudir constantemente a las arenas de lucha libre para observar ese mundo lleno de colorido, con los vistosos vestuarios de los luchadores, las coloridas máscaras, espectaculares presentaciones, y por supuesto la gran variedad de castigos, amarres, golpes y “costalazos”, sin dejar a un lado los espectaculares lances y acrobacias para sorprender a los contrarios con la finalidad obtener el ansiado triunfo y merecer el aplauso de los asistentes. Lo he afirmado una y mil veces y lo seguiré recalcando en cada ocasión que se requiera, “Para saber y conocer realmente de lucha libre es necesario acudir a una arena para poder experimentar, sentir el correr de la adrenalina por toda nuestra anatomía, desde el mismo momento en que son apagadas las luces, quedando iluminado solamente el cuadrilátero, para dar vida y comienzo a una representación en donde se combate para lograr una infinidad de premios como el aplauso, el reconocimiento y el ir forjando lucha a lucha una fama que los lleve a ser uno de los ídolos inmortales del deporte de la lucha libre Mexicana.

Lo que se siente hasta ese momento crece de manera importante y notoria cuando escuchamos al maestro de ceremonias o presentador anunciar el inicio de la función, el corazón comienza a acelerar sus latidos haciéndonos sentir más vivos , de esta manera ingresamos definitivamente a un mundo, separándonos totalmente de nuestra vida cotidiana, abandonando el mundo real para adentrarnos a una fantasía, como realizando un ritual que nos mantendrá rodeados de sueños, castigos, llaves, contra llaves, vuelos, y el rugir de un público que estará a favor o en contra de los contendientes en turno.

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