/ miércoles 19 de febrero de 2020

Esa oposición llamada realidad

Cualquier político en el poder tiene que aprender a lidiar con la oposición, es decir, con aquellos que muchas veces tienen puntos de vista diferentes sobre la forma de gobernar. La oposición ayuda a equilibrar los poderes y puede servir de “conciencia”, al igual que por ejemplo los periodistas, para señalar aquello que no se está haciendo bien. Debería también de ser capaz de señalar los aciertos, pero esto rara vez sucede.

En las democracias, la oposición debe ser un factor para gobernar mejor, al vigilar las decisiones tomadas, y al pedir cuentas del trabajo realizado por quien gobierna. Por desgracia, a veces prevalecen los intereses individuales o de grupo, y así la oposición deja de ser un contrapeso real.

Uno podría pensar que la mejor oposición es la que siempre está señalando los errores, y sobre todo “haciendo ruido” sobre la actuación de quien gobierna. Esto de por sí no es malo, siempre y cuando sea en base a la verdad y con objetividad. Sin embargo, la mejor oposición, la que siempre está del lado de la verdad, se llama realidad. Si se pretende contradecir con mentiras, la realidad terminará por imponerse. Aunque uno insista en “tener otros datos”, aunque trate de voltear para otro lado buscando evadirla, la realidad siempre nos encuentra.

En los últimos años hemos visto una continua alternancia de partidos en el poder. Cada vez que empieza un sexenio, festejan como si tuvieran asegurados muchos años por delante para su partido. Casi siempre miran con recelo a la oposición política, queriendo minimizar su papel, y efectivamente a veces no está a la altura de lo que se espera de ella, y se deja corromper fácilmente.

La otra oposición, la realidad, no es así. Ella no se deja sobornar. A veces los discursos intentan describirla de manera diferente a como es, pero tarde o temprano hará sentir su peso, y pretender negarla o tergiversarla puede ser la propia ruina.

En la realidad, ni todo está mal, ni todo está bien. No distinguir los matices, no aceptar los errores, hacer caso omiso de lo que sucede alrededor y de las consecuencias de las propias acciones, puede ser muy peligroso, porque la realidad, aunque parezca domesticada, terminará por mostrar su verdadera cara.

Gobernar es un arte. Hay principios generales, pero cada decisión, cada situación requiere su propio análisis. Nunca hay una certeza total de que lo decidido va a funcionar, pero si pretendo evadir, ignorar, o incluso peor, vivir en una realidad construida solo de palabras, el fracaso está casi asegurado. Hay que aprender a aceptar la realidad como es, para luego poder efectivamente cambiarla. ¡Gracias!

Cualquier político en el poder tiene que aprender a lidiar con la oposición, es decir, con aquellos que muchas veces tienen puntos de vista diferentes sobre la forma de gobernar. La oposición ayuda a equilibrar los poderes y puede servir de “conciencia”, al igual que por ejemplo los periodistas, para señalar aquello que no se está haciendo bien. Debería también de ser capaz de señalar los aciertos, pero esto rara vez sucede.

En las democracias, la oposición debe ser un factor para gobernar mejor, al vigilar las decisiones tomadas, y al pedir cuentas del trabajo realizado por quien gobierna. Por desgracia, a veces prevalecen los intereses individuales o de grupo, y así la oposición deja de ser un contrapeso real.

Uno podría pensar que la mejor oposición es la que siempre está señalando los errores, y sobre todo “haciendo ruido” sobre la actuación de quien gobierna. Esto de por sí no es malo, siempre y cuando sea en base a la verdad y con objetividad. Sin embargo, la mejor oposición, la que siempre está del lado de la verdad, se llama realidad. Si se pretende contradecir con mentiras, la realidad terminará por imponerse. Aunque uno insista en “tener otros datos”, aunque trate de voltear para otro lado buscando evadirla, la realidad siempre nos encuentra.

En los últimos años hemos visto una continua alternancia de partidos en el poder. Cada vez que empieza un sexenio, festejan como si tuvieran asegurados muchos años por delante para su partido. Casi siempre miran con recelo a la oposición política, queriendo minimizar su papel, y efectivamente a veces no está a la altura de lo que se espera de ella, y se deja corromper fácilmente.

La otra oposición, la realidad, no es así. Ella no se deja sobornar. A veces los discursos intentan describirla de manera diferente a como es, pero tarde o temprano hará sentir su peso, y pretender negarla o tergiversarla puede ser la propia ruina.

En la realidad, ni todo está mal, ni todo está bien. No distinguir los matices, no aceptar los errores, hacer caso omiso de lo que sucede alrededor y de las consecuencias de las propias acciones, puede ser muy peligroso, porque la realidad, aunque parezca domesticada, terminará por mostrar su verdadera cara.

Gobernar es un arte. Hay principios generales, pero cada decisión, cada situación requiere su propio análisis. Nunca hay una certeza total de que lo decidido va a funcionar, pero si pretendo evadir, ignorar, o incluso peor, vivir en una realidad construida solo de palabras, el fracaso está casi asegurado. Hay que aprender a aceptar la realidad como es, para luego poder efectivamente cambiarla. ¡Gracias!