¿Qué hubo detrás de la renuncia del Fiscal General de Justicia en el Estado de Zacatecas, Francisco Murillo Ruiseco?: sin duda, varias cosas. Una interrogante, siempre resulta un buen ejercicio para comenzar un análisis, por modesto que sea. La renuncia tardó prácticamente dos años en darse, porque desde el arribo del nuevo gobierno, en aquel, 12 de septiembre de 2021, al funcionario (Murillo) siempre se le vio incómodo, sabía que no sería bien recibido, por ser nombrado por un gobernador priista, Alejandro Tello Cristerna. La verdad, verdad, David Monreal Ávila siempre le tuvo desconfianza. Digamos, la natural cuando no proviene de un mismo proyecto político.
Se lo preguntamos en más de dos ocasiones al aún Fiscal Murillo Ruiseco, pero siempre le ganó la institucionalidad (la misma escuela de su padre). Y así, llegamos a octubre, donde el funcionario no tuvo de otra más que presentar su renuncia al cargo, en momentos convulsos para Zacatecas, que, dicho con propiedad, no son de ahora, si no que provienen desde hace unos cuatro lustros. Mínimo.
Dicho de otro modo, la dimisión del Fiscal era inevitable. Más allá de si hubo o no resultados, lo que es innegable, es que, hubo un esfuerzo en estos casi siete años de responsabilidad, aunque, de pronto, todo se le descompuso. La falta de recursos, la grilla interna hasta ahora y la no aceptación de la confianza desde un inicio del gobierno en turno, se conjugaron, para que desde septiembre haya entregado la renuncia y se la hayan hecho efectiva justamente ahora.
Se va pues, este martes 31 (pasado mañana), el Fiscal Francisco Murillo, dejando en su escritorio rosario de casos pendientes, de delitos de alto impacto sin resolver y que están en el ánimo de la opinión pública. Sin duda, el más sonado, el caso de Julio “N” y María “N”, presuntos asesinos del abogado Raúl Calderón Samaniego. Un hecho que conmocionó a una sociedad entera. Ahora, todos los reflectores apuntan a Cristian Paul Camacho Osnaya, -actual delegado de la Fiscalía General de la República en Zacatecas- para que se haga cargo de la Fiscalía. ¿Aceptará?
En suma, para muchos, la renuncia de Murillo no sorprende, para otros, sale, porque no actuó con todo el rigor de un Fiscal en varios asuntos del pasado (funcionarios del PRI), para otros más, nunca tuvo la confianza del gobernador David Monreal Ávila y, finalmente, para una gran mayoría ya no tuvo remedio más que entregar la Fiscalía que, dicho sea de paso, será una pesada loza para quien llegue. Por salud mental, nos parece, que era el momento de la retirada. Ahora, a esperar, que la historia y la sociedad lo juzgarán.
La Legislatura de la vergüenza
Ha sido recurrente la expresión popular, que al referirse a los diputados de la LXIV Legislatura del Estado que nomás no pueden transformar la realidad en buenas razones y que sus pasiones por servir al estado y a los zacatecanos se han extraviado en las ambiciones, obsesiones e intereses personales, sean identificados como la Legislatura de la Vergüenza.
Hace 50 años eran solo 13 los diputados integrantes del Congreso del Estado, más tarde 18, luego 24 y 30 legisladores locales que conforman el Poder Legislativo; y no es que numéricamente hayan crecido por demanda popular, sino que se han incrementado por responder a una retorcida manipulación del poder, porque se ha traducido como reparto de espacios de poder político ante la exigencia de grupos de interés político y económico en los partidos a fin de extender dominante control de sectores sociales, sindicatos, campesinos, obreros, clases populares, además de satisfacer a grandes amigos, hasta compadres y un nefasto nepotismo, maniobras que rompen equilibrios y conllevan a escenarios de corrupción política y no pocas veces generadores de barreras de protección a malos gobernantes.
El desprestigio total
La pluralidad política e ideológica ha operado como dique de contención de esas prácticas oprobiosas e ignominiosas, sin embargo, las condiciones de sumisión de las mayorías que avasallan a las fracciones minoritarias, han obligado a establecer formas de negociación y concertación de acuerdos a través del consenso y con la interlocución desde el Poder Ejecutivo, otra desviación que provoca la pérdida de autonomía e independencia del Poder Legislativo, que ha de ser contrapeso a las manifestaciones de prepotencia autoritaria desde el Poder Ejecutivo e incluso desde poderes económicos y fácticos que tienen enlaces perversos con grupos o legisladores en lo individual. Así se han sucedido las Legislaturas en los últimos 30 años, en la hegemonía priista, durante los gobiernos perredistas y ahora morenista.
El desprestigio de la figura del diputado no es de ahora, se viene arrastrando consecuencia de las transiciones que no se han caracterizado por la civilidad y la convivencia ideológica entre adversarios que en el poder asumen revanchas y venganzas políticas, se suceden con la continuidad de antagonismos, confrontación de odios y enconos, y con la más severa tendencia de aniquilamiento y destrucción de los contrarios. Esa forma de degradación política y denigración de las personas, ha provocado desempeños de marcado fundamentalismo, una concepción tan irracional del quehacer político, que pronto y casi en cada trienio legislativo, se han olvidado de la representación popular y de la función legislativa.
Vergüenza y pena ajena
Da vergüenza y pena ajena ver a legisladores (as) carentes de preparación y aunque tengan respaldo académico, se muestran improvisados y desconocedores de las funciones legislativas; incapaces de interactuar para dar cauce al diálogo y las negociaciones, tampoco tienen habilidades parlamentarias, y de plano, se han olvidado de la calidad de la representación popular y no responden a quienes les entregaron la confianza con el voto, se han convertido en una decepción y han perdido la confianza y credibilidad de la sociedad y los ciudadanos.
En suma, como en todo, hay dos o tres excepciones representantes populares rescatables, pero la imagen proyectada por el colectivo de los 30 diputados, son esa penosa configuración que hacen desde la sociedad, los representados en los distritos o en el estado y por los ciudadanos que por ellos votaron, devaluación y repudio que también proviene de la opinión pública, porque a diario, por sus conflictos, incapacidad legislativa, dispersión de sus fuerzas, sumisión de muchos al Poder Ejecutivo y a sus partidos, por eso la merecida calificación de la Legislatura de la Vergüenza y por eso mismo, la exigencia de los ciudadanos de hoy, es que los partidos y las organizaciones sociales seleccionen a los mejores hombres y mujeres que se atrevan y logren reivindicar la imagen institucional de una auténtica Legislatura estatal, por Zacatecas y los zacatecanos.
Nos leemos la próxima semana.