/ jueves 7 de noviembre de 2019

Escuelas con campanarios

Grandes extensiones de césped tapizados de un nítido rocío matinal, gigantescos muros de piedra estilo victoriano, rubios pubertos vestidos en sastrería de lujo con impolutas camisas blancas y corbatas anudadas a cuadros. ¿Adivinaron? Sí, estoy hablando de los Junior School de 8 a 11 años que asisten a su tercera etapa curricular en el Reino Unido.

Cuando preparaba este texto y el que le seguirá la próxima semana encontré muchas opiniones de españoles sobre la educación británica. A los iberos les queda cerquita Inglaterra para llevar a cabo sus sueños de concretar estudios de especialización atravesando el Canal de la Mancha. El boom de los 70 como destino educativo y ¿porque no? formativo de la vida, se devela en una magnífica serie española llamada “Cuéntame cómo pasó”.

La verdad es que algunos pedagogos se han devanado los sesos tratando de entender el sistema educativo británico. Yo no lo haré ni quiero hacerlo en este espacio. Sería largo, eterno y tedioso. Solo expondré que si existe diversidad alguna para selección de planteles, métodos, sistemas, formatos, planes de estudio, años y periodos curriculares es en el Reino Unido. Ya se trate de Escocia, Gales, Inglaterra o Irlanda del Norte se ofrecen los más diversos formatos de educación absolutamente descentralizada, incluyendo escuelas públicas, privadas, especiales, academias, institutos, dependientes o no del Estado.

Éste a su vez se apoya en unidades concejales que se ocupan conjuntamente de diseñar los planes de estudio, evaluaciones y programas. Si bien heterogénea, hay algo que uniforma a la educación en el Reino Unido: su audiencia internacional. Todo estudiante de pregrado con ciertas pretensiones cosmopolitas pensó o ha pensado alguna vez en cristalizar sus sueños, pasando por un pupitre en el Reino Unido.

¿El primer obstáculo? El idioma; el segundo y el tercero son las miles de pruebas y exámenes a sortear.

Todo se arregla con una respetable cuenta bancaria o un buen cerebro para acceder a algunas de las becas disponibles, porque ¿acaso no valdría la pena pasar por las aulas de Oxford, Cambridge o Manchester? Estos prestigiosos y emblemáticos planteles del siglo XI, que emergieron con la disolución de los monasterios, albergan en la actualidad a lo más selecto de la elite internacional, pero en su tiempo abrieron sus puertas a aquellos que, sin pertenecer a la iglesia, pudieron pagar una cuota para ser tutoriados, aun viniendo de la clase plebeya. Fueron tantos y tales los edificios que albergaron a los grandes sabios y eruditos en sus orígenes, que las universidades británicas aun ostentan sendos campanarios correspondientes a sus iglesias aledañas. La jerarquía que desplegó Enrique VIII en el siglo XVI al separarse de la iglesia católica dejó una gran tradición protestante, y las universidades se transformaron en múltiples opciones educativas, lo cual ha propiciado una diversidad de formatos, ya sea a cargo de la propia ciudadanía o del Estado, aunque también de las numerosas iglesias que pueblan el Reino Unido, aspecto que las hace ser unas de las más y mejores ofertas educativas del mundo actual.

Grandes extensiones de césped tapizados de un nítido rocío matinal, gigantescos muros de piedra estilo victoriano, rubios pubertos vestidos en sastrería de lujo con impolutas camisas blancas y corbatas anudadas a cuadros. ¿Adivinaron? Sí, estoy hablando de los Junior School de 8 a 11 años que asisten a su tercera etapa curricular en el Reino Unido.

Cuando preparaba este texto y el que le seguirá la próxima semana encontré muchas opiniones de españoles sobre la educación británica. A los iberos les queda cerquita Inglaterra para llevar a cabo sus sueños de concretar estudios de especialización atravesando el Canal de la Mancha. El boom de los 70 como destino educativo y ¿porque no? formativo de la vida, se devela en una magnífica serie española llamada “Cuéntame cómo pasó”.

La verdad es que algunos pedagogos se han devanado los sesos tratando de entender el sistema educativo británico. Yo no lo haré ni quiero hacerlo en este espacio. Sería largo, eterno y tedioso. Solo expondré que si existe diversidad alguna para selección de planteles, métodos, sistemas, formatos, planes de estudio, años y periodos curriculares es en el Reino Unido. Ya se trate de Escocia, Gales, Inglaterra o Irlanda del Norte se ofrecen los más diversos formatos de educación absolutamente descentralizada, incluyendo escuelas públicas, privadas, especiales, academias, institutos, dependientes o no del Estado.

Éste a su vez se apoya en unidades concejales que se ocupan conjuntamente de diseñar los planes de estudio, evaluaciones y programas. Si bien heterogénea, hay algo que uniforma a la educación en el Reino Unido: su audiencia internacional. Todo estudiante de pregrado con ciertas pretensiones cosmopolitas pensó o ha pensado alguna vez en cristalizar sus sueños, pasando por un pupitre en el Reino Unido.

¿El primer obstáculo? El idioma; el segundo y el tercero son las miles de pruebas y exámenes a sortear.

Todo se arregla con una respetable cuenta bancaria o un buen cerebro para acceder a algunas de las becas disponibles, porque ¿acaso no valdría la pena pasar por las aulas de Oxford, Cambridge o Manchester? Estos prestigiosos y emblemáticos planteles del siglo XI, que emergieron con la disolución de los monasterios, albergan en la actualidad a lo más selecto de la elite internacional, pero en su tiempo abrieron sus puertas a aquellos que, sin pertenecer a la iglesia, pudieron pagar una cuota para ser tutoriados, aun viniendo de la clase plebeya. Fueron tantos y tales los edificios que albergaron a los grandes sabios y eruditos en sus orígenes, que las universidades británicas aun ostentan sendos campanarios correspondientes a sus iglesias aledañas. La jerarquía que desplegó Enrique VIII en el siglo XVI al separarse de la iglesia católica dejó una gran tradición protestante, y las universidades se transformaron en múltiples opciones educativas, lo cual ha propiciado una diversidad de formatos, ya sea a cargo de la propia ciudadanía o del Estado, aunque también de las numerosas iglesias que pueblan el Reino Unido, aspecto que las hace ser unas de las más y mejores ofertas educativas del mundo actual.