/ martes 16 de febrero de 2021

¿Espectadores o protagonistas?

Los jóvenes cargaremos una importante responsabilidad durante este año, estará en nuestras manos y dependerá de nosotros, el futuro y rumbo de nuestro Estado.

La juventud es una etapa en la vida de las personas, que se caracteriza por la fortaleza y energía que poseen quienes gozan de ella. Representa el periodo de la rebeldía, de la contraposición, pero también, de la construcción y de lo que será, en potencia, el futuro en sociedad. Aunque “rebeldes”, las y los jóvenes de nuestro país, hemos perdido la batalla contra aquellos que frenan nuestro crecimiento, incluso, me atrevería a decir, que en ocasiones el problema radica en uno mismo, hemos caído en el conformismo y la apatía, dejando a un lado los proyectos y decisiones que inciden en nuestra vida, para que otros las tomen a nombre nuestro. Ese desinterés, sumado a la condición a la que estamos sujetos por la llamada inexperiencia y corta edad, ha provocado que al joven se le mantenga excluido y lejos de la toma de decisiones.

Existen muchas acciones que limitan las capacidades del sector juvenil, y se ubican en los distintos ámbitos de la vida en sociedad. Los prejuicios y la discriminación nos han llevado a pensar que tenemos poco o nada que aportar a la comunidad. Sin embargo, cada generación o grupo social, se encuentra en la aptitud para contribuir, en la medida de sus posibilidades, en todos temas que importan a la colectividad. Así, cuando trasladamos la exención de las juventudes del ámbito político, topamos en la interminable lista de mala praxis que nos mantiene como un sector descobijado por quienes conducen los destinos de los Estados.

Evidentemente hay mucho por hacer, pero sobre todo, mucho que exigir. Depende de nosotros, jóvenes, cambiar la percepción negativa que implica el vivir esta etapa. No solamente por el hecho de que cargamos la responsabilidad de un futuro prospero sobre los hombros, sino también, porque podemos y tenemos la capacidad de demostrar que estamos preparados para hacer frente a las problemáticas y realidades que aquejan a nuestra sociedad. Son diversas las maneras en que podemos comenzar a participar e involucrarnos; como jóvenes nos caracteriza la creatividad y la innovación, tenemos el talento para encontrar soluciones y encauzarlas hacia la atención de las diferentes causas sociales.

Finalmente, es importante mencionar que, aún y cuando existe una gran diversidad de pensamientos y realidades que experimentamos las y los jóvenes, podemos favorecernos de esa inmensa variedad de tendencias, conjugando las voluntades dispersas, para incidir, decidir y ser protagonistas, en los asuntos que trascienden en la vida democrática y política de nuestro país.

Los jóvenes cargaremos una importante responsabilidad durante este año, estará en nuestras manos y dependerá de nosotros, el futuro y rumbo de nuestro Estado.

La juventud es una etapa en la vida de las personas, que se caracteriza por la fortaleza y energía que poseen quienes gozan de ella. Representa el periodo de la rebeldía, de la contraposición, pero también, de la construcción y de lo que será, en potencia, el futuro en sociedad. Aunque “rebeldes”, las y los jóvenes de nuestro país, hemos perdido la batalla contra aquellos que frenan nuestro crecimiento, incluso, me atrevería a decir, que en ocasiones el problema radica en uno mismo, hemos caído en el conformismo y la apatía, dejando a un lado los proyectos y decisiones que inciden en nuestra vida, para que otros las tomen a nombre nuestro. Ese desinterés, sumado a la condición a la que estamos sujetos por la llamada inexperiencia y corta edad, ha provocado que al joven se le mantenga excluido y lejos de la toma de decisiones.

Existen muchas acciones que limitan las capacidades del sector juvenil, y se ubican en los distintos ámbitos de la vida en sociedad. Los prejuicios y la discriminación nos han llevado a pensar que tenemos poco o nada que aportar a la comunidad. Sin embargo, cada generación o grupo social, se encuentra en la aptitud para contribuir, en la medida de sus posibilidades, en todos temas que importan a la colectividad. Así, cuando trasladamos la exención de las juventudes del ámbito político, topamos en la interminable lista de mala praxis que nos mantiene como un sector descobijado por quienes conducen los destinos de los Estados.

Evidentemente hay mucho por hacer, pero sobre todo, mucho que exigir. Depende de nosotros, jóvenes, cambiar la percepción negativa que implica el vivir esta etapa. No solamente por el hecho de que cargamos la responsabilidad de un futuro prospero sobre los hombros, sino también, porque podemos y tenemos la capacidad de demostrar que estamos preparados para hacer frente a las problemáticas y realidades que aquejan a nuestra sociedad. Son diversas las maneras en que podemos comenzar a participar e involucrarnos; como jóvenes nos caracteriza la creatividad y la innovación, tenemos el talento para encontrar soluciones y encauzarlas hacia la atención de las diferentes causas sociales.

Finalmente, es importante mencionar que, aún y cuando existe una gran diversidad de pensamientos y realidades que experimentamos las y los jóvenes, podemos favorecernos de esa inmensa variedad de tendencias, conjugando las voluntades dispersas, para incidir, decidir y ser protagonistas, en los asuntos que trascienden en la vida democrática y política de nuestro país.