/ martes 22 de junio de 2021

Expectativa democrática

Luego de que hace unas semanas se celebrara la jornada electoral, y que a la fecha, quienes llevarán consigo la responsabilidad de representar a las y los ciudadanos en los diferentes espacios públicos, ya han recibido, en su mayoría, las constancias que los acreditan como candidatos electos, continúa el análisis post-elecciones en torno al ejercicio democrático que se vivió durante todo el proceso, pero también, sobre el comportamiento de las instituciones, entidades y servidores públicos que se observará, ante los alcances logrados por la 4T a nivel nacional.

Resulta innegable reconocer que el proceso electoral 2020 – 2021 agregó al contexto democrático, un logro significativo en cuanto a participación, organización y diligencia. Lo que también es cierto, es que estamos lejos de poder decir que nuestra democracia aprobó con honores, y que a partir de ahora, vivimos en un Estado de Derecho, bajo un régimen político capaz de garantizar todos los derechos y representar a todas las personas. El proceso que el día de hoy agoniza, fue sin lugar a dudas, determinante para la construcción democrática de nuestro país; ahora que se conocen los resultados, con el evidente avance de la 4T, es decir, de MORENA y sus aliados, comienza la formulación de expectativas y especulaciones, sobre la “hegemonía de hecho” que aparentan ser los partidos de izquierda – más los agregados – y el miedo, infundado, por un gobierno sin contrapesos.

Lo que muchos han calificado de sobrerrepresentación, e incluso, de dictadura, obedece primordialmente a la voluntad del pueblo, el mismo que cuando los resultados sí eran a su favor, reconocían y vitoreaban por su hazaña. Sin embargo, frente al hartazgo, ese que quedó demostrado desde 2018, aunado a la enmarañada, penetrante y evidente corrupción, en todos los niveles y entidades de la administración pública, fue que el movimiento izquierdista triunfó en 11 de 15 Estados de la República, y que si bien, no conservó la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, representan el 58.4% de las votaciones en el recinto legislativo de San Lázaro.

Aunque en el discurso se hable de gobiernos de izquierda y oposiciones de derecha, lo cierto es que más allá de colores e ideologías, quienes ostentan la calidad de gobernantes lo deben hacer para todos y todas las personas a las que representan; por ello, en el desarrollo que agenció la 4T en el proceso de referencia, corresponde a los candidatos electos, construir un andamiaje que permita a todos los ciudadanos confiar en su proyecto, pero sobre todo brindar la seguridad debida a efecto de que aún aquellos que sean más críticos, tengan la certidumbre de que sus derechos están plenamente garantizados.

El escenario promete muchos y nuevos cambios, algunos ya se empiezan a escuchar: la reestructuración de la CONAGO, las reformas a los órganos constitucionales autónomos como el INE y la revisión a las figuras plurinominales, que si bien son necesarias, merecen una revisión y posterior reorientación por las múltiples arbitrariedades para las que han servido. El menester no ha cambiado y faltan muchos años para que la democracia en México se consolide como un sistema de vida fundado en el mejoramiento social, económico y cultural. Mucho que corregir a la luz del proceso electoral más grande de la historia.


Luego de que hace unas semanas se celebrara la jornada electoral, y que a la fecha, quienes llevarán consigo la responsabilidad de representar a las y los ciudadanos en los diferentes espacios públicos, ya han recibido, en su mayoría, las constancias que los acreditan como candidatos electos, continúa el análisis post-elecciones en torno al ejercicio democrático que se vivió durante todo el proceso, pero también, sobre el comportamiento de las instituciones, entidades y servidores públicos que se observará, ante los alcances logrados por la 4T a nivel nacional.

Resulta innegable reconocer que el proceso electoral 2020 – 2021 agregó al contexto democrático, un logro significativo en cuanto a participación, organización y diligencia. Lo que también es cierto, es que estamos lejos de poder decir que nuestra democracia aprobó con honores, y que a partir de ahora, vivimos en un Estado de Derecho, bajo un régimen político capaz de garantizar todos los derechos y representar a todas las personas. El proceso que el día de hoy agoniza, fue sin lugar a dudas, determinante para la construcción democrática de nuestro país; ahora que se conocen los resultados, con el evidente avance de la 4T, es decir, de MORENA y sus aliados, comienza la formulación de expectativas y especulaciones, sobre la “hegemonía de hecho” que aparentan ser los partidos de izquierda – más los agregados – y el miedo, infundado, por un gobierno sin contrapesos.

Lo que muchos han calificado de sobrerrepresentación, e incluso, de dictadura, obedece primordialmente a la voluntad del pueblo, el mismo que cuando los resultados sí eran a su favor, reconocían y vitoreaban por su hazaña. Sin embargo, frente al hartazgo, ese que quedó demostrado desde 2018, aunado a la enmarañada, penetrante y evidente corrupción, en todos los niveles y entidades de la administración pública, fue que el movimiento izquierdista triunfó en 11 de 15 Estados de la República, y que si bien, no conservó la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, representan el 58.4% de las votaciones en el recinto legislativo de San Lázaro.

Aunque en el discurso se hable de gobiernos de izquierda y oposiciones de derecha, lo cierto es que más allá de colores e ideologías, quienes ostentan la calidad de gobernantes lo deben hacer para todos y todas las personas a las que representan; por ello, en el desarrollo que agenció la 4T en el proceso de referencia, corresponde a los candidatos electos, construir un andamiaje que permita a todos los ciudadanos confiar en su proyecto, pero sobre todo brindar la seguridad debida a efecto de que aún aquellos que sean más críticos, tengan la certidumbre de que sus derechos están plenamente garantizados.

El escenario promete muchos y nuevos cambios, algunos ya se empiezan a escuchar: la reestructuración de la CONAGO, las reformas a los órganos constitucionales autónomos como el INE y la revisión a las figuras plurinominales, que si bien son necesarias, merecen una revisión y posterior reorientación por las múltiples arbitrariedades para las que han servido. El menester no ha cambiado y faltan muchos años para que la democracia en México se consolide como un sistema de vida fundado en el mejoramiento social, económico y cultural. Mucho que corregir a la luz del proceso electoral más grande de la historia.