Los sistemas educativos actuales vienen afrontando en la última década, el reto de la calidad y la excelencia educativa; este reto no puede permitirse el lujo de excluir al alumnado que pueda mostrar en algún momento de su escolarización algún tipo de necesidad específica de apoyo educativo.
En este sentido, nadie duda de la necesidad de un cambio de paradigma en la mentalidad y en la propia identidad de los centros educativos en relación a la educación inclusiva, sin embargo, es necesaria una verdadera transición de una educación especial que sigue manifestando enfoques de por la integración y no de inclusión.
Al hablar de educación inclusiva, lo primero que habría que señalar, tal vez, es su carácter paradójico y contradictorio, empezando por el hecho de que siendo una temática de enorme complejidad, no se está falto de conocimientos y capacidades para llevarlo a cabo, sino que, no han existido la o las políticas específicas para su implementación en el aula y sobre todo una cultura social que permita ver y convivir con la diversidad; ya que un principio fundamental ante la presencia de la discapacidad es que lo normal ante esta condición es un trato normal.
En definitiva, parte de los procesos que habrá que seguir en la consecución de la Inclusión educativa es la idea de que educar para la y en la diversidad, supone una actitud de valoración positiva hacia la comunicación e interacción entre personas diferenciadas, y la educación inclusiva del siglo XXI; un proceso permanente de cambio hacia la comprensión de lo diverso como un factor de aprendizaje positivo y necesario en las actuales organizaciones escolares.
Ahora bien, el reto es complejo, y en la actualidad se defiende la idea de que la educación inclusiva se encuentra entre el deseo de ser una propuesta educativa crítica, y la realidad de encontrarse en una encrucijada de caminos que van desde la segregación encubierta del alumnado con lo denominado, “necesidades educativas especiales” a la falta de profesionales especializados, así como la escasa formación en educación inclusiva de todo el profesorado y la comunidad educativa.
No hay duda que el sistema educativo mexicano atraviesa por un gran reto, ya que, dentro de sus planes y programas de estudio, en sus diferentes niveles, se toma el eje de inclusión y equidad como un elemento curricular transversal, y eso compromete de manera importante a las comunidades escolares a lograr su consecución.
Estimado lector, agradezco de antemano la atención prestada al presente. Nos leemos la próxima semana y espero que haya sido de su interés. VIVA LA VIDA