/ miércoles 30 de mayo de 2018

Hacer un alto, ¡es urgente!

Siempre es un buen momento para reflexionar sobre nuestro hacer, por ello, hoy les comparto que, hace unos días, pedí a mis alumnos una investigación, con la estructura previamente explicada, al igual que el propósito que pretendíamos alcanzar. Después de revisar minuciosamente cada trabajo, emitimos un juicio; algunos alumnos estuvieron contentos con su calificación y otros no mucho, como casi siempre sucede en estos casos, sin embargo, una de las alumnas cuyo trabajo no cumplía en lo más mínimo con los requisitos solicitados, manifestó su inconformidad, pero, además exigía que se le asignara calificación aprobatoria, situación que se consideró propicia para llevarla a reflexionar, por lo que se le pidió que fundamentara supretensión.

Me parecía increíble que una chica de escasos trece años, estuviera dando un argumento de esa naturaleza, en su defensa argumentó entre otras cosas que: _ “A los que les puso diez, nada más copiaron y ya se lo entregaron. Todos hacen los trabajos al aventón y sólo a mí me reprueba. Mire esos cuatro, fueron a que les hicieran el trabajo en el ciber. Usted ni sabe revisar, solo le pone buena calificación a los que le conviene. Mire esos de allá atrás siempre están jugando y tienen buena calificación. Es que usted es un maestro que…”

Como puede observarse, todas sus respuestas fueron para decir lo malo que hacían sus compañeros y demeritar su trabajo y el de su docente. No hubo una sola respuesta que explicara el por qué su trabajo era incompleto, escueto y con excesivas faltas de ortografía. Así que nos permitimos llamar a sus padres. Acudió la mamá quien antes de saludar y recibir algún comentario, exclamó: _ “Mire Maestro, ya me dijo mi niña que usted tiene sus favoritos, así que voy a pasar a la dirección para que le chequen su trabajo, si todos los niños copian, Repruebe a todos”

Qué lamentable que el fundamento para lograr obtener algo, tenga que fundamentarse en lo malo que hacen los demás. Justificar nuestros errores con los de los demás. Por qué nos cerramos a la posibilidad de aceptar cuando no hacemos bien las cosas y voy más allá, por qué no tenemos la capacidad de fundar nuestro trabajo en acciones positivas y trabajo bien hecho y que deje huella.

No me equivoco al pensar que lo que sucede en la escuela es producto de lo que como sociedad estamos haciendo en todos los niveles. En las áreas de trabajo justificamos nuestros errores en lo que los demás hacen mal. La gran mayoría para estar bien con el jefe, le comparte lo que sus compañeros hacen mal. Algunos programas de radio para subir su nivel de audiencia critican otros programas y conductores. Nos encontramos funcionarios que llegan a ocupar un espacio y lo primero que hacen es denigrar, ofender y calumniar a quienes le antecedieron pues no tienen propuestas personales que hacer para lograr éxito.

El ámbito político no es la excepción, esta situación también se vive. La gran mayoría de los “políticos” basan su campaña en menoscabar a sus contrincantes y el trabajo que realizan, les atacan y cuando es posible inventa acciones que puedan deshonrarles.

Algunos niños en casa viven momentos en los que, mamá comenta con ellos los errores de papá para que la quiera más y papá desacredita las acciones de mamá para convertirse en favorito de sus hijos. Se olvidan que sus hijos los necesitan a los dos para su desarrollo. Entre padres no es una competencia de quien quiere, o consiente más a los hijos o quién les da más dinero; el compromiso es dar la mejor educación y esa se da en familia y unidos.

Hagamos urgentemente un alto y revisemos que estamos enseñando a las nuevas generaciones, qué ejemplos damos nuestros hijos, de nosotros y de las personas que les rodean y contribuyamos en las escuelas con acciones positivas que les recuerden que en la vida hay reglas que cumplir y, sobre todo, no se justifican los errores con lo que otros hacen mal, si no que debemos asumir siempre las consecuencias de nuestros actos.

Educar seres humanos felices, es tarea de todos

Siempre es un buen momento para reflexionar sobre nuestro hacer, por ello, hoy les comparto que, hace unos días, pedí a mis alumnos una investigación, con la estructura previamente explicada, al igual que el propósito que pretendíamos alcanzar. Después de revisar minuciosamente cada trabajo, emitimos un juicio; algunos alumnos estuvieron contentos con su calificación y otros no mucho, como casi siempre sucede en estos casos, sin embargo, una de las alumnas cuyo trabajo no cumplía en lo más mínimo con los requisitos solicitados, manifestó su inconformidad, pero, además exigía que se le asignara calificación aprobatoria, situación que se consideró propicia para llevarla a reflexionar, por lo que se le pidió que fundamentara supretensión.

Me parecía increíble que una chica de escasos trece años, estuviera dando un argumento de esa naturaleza, en su defensa argumentó entre otras cosas que: _ “A los que les puso diez, nada más copiaron y ya se lo entregaron. Todos hacen los trabajos al aventón y sólo a mí me reprueba. Mire esos cuatro, fueron a que les hicieran el trabajo en el ciber. Usted ni sabe revisar, solo le pone buena calificación a los que le conviene. Mire esos de allá atrás siempre están jugando y tienen buena calificación. Es que usted es un maestro que…”

Como puede observarse, todas sus respuestas fueron para decir lo malo que hacían sus compañeros y demeritar su trabajo y el de su docente. No hubo una sola respuesta que explicara el por qué su trabajo era incompleto, escueto y con excesivas faltas de ortografía. Así que nos permitimos llamar a sus padres. Acudió la mamá quien antes de saludar y recibir algún comentario, exclamó: _ “Mire Maestro, ya me dijo mi niña que usted tiene sus favoritos, así que voy a pasar a la dirección para que le chequen su trabajo, si todos los niños copian, Repruebe a todos”

Qué lamentable que el fundamento para lograr obtener algo, tenga que fundamentarse en lo malo que hacen los demás. Justificar nuestros errores con los de los demás. Por qué nos cerramos a la posibilidad de aceptar cuando no hacemos bien las cosas y voy más allá, por qué no tenemos la capacidad de fundar nuestro trabajo en acciones positivas y trabajo bien hecho y que deje huella.

No me equivoco al pensar que lo que sucede en la escuela es producto de lo que como sociedad estamos haciendo en todos los niveles. En las áreas de trabajo justificamos nuestros errores en lo que los demás hacen mal. La gran mayoría para estar bien con el jefe, le comparte lo que sus compañeros hacen mal. Algunos programas de radio para subir su nivel de audiencia critican otros programas y conductores. Nos encontramos funcionarios que llegan a ocupar un espacio y lo primero que hacen es denigrar, ofender y calumniar a quienes le antecedieron pues no tienen propuestas personales que hacer para lograr éxito.

El ámbito político no es la excepción, esta situación también se vive. La gran mayoría de los “políticos” basan su campaña en menoscabar a sus contrincantes y el trabajo que realizan, les atacan y cuando es posible inventa acciones que puedan deshonrarles.

Algunos niños en casa viven momentos en los que, mamá comenta con ellos los errores de papá para que la quiera más y papá desacredita las acciones de mamá para convertirse en favorito de sus hijos. Se olvidan que sus hijos los necesitan a los dos para su desarrollo. Entre padres no es una competencia de quien quiere, o consiente más a los hijos o quién les da más dinero; el compromiso es dar la mejor educación y esa se da en familia y unidos.

Hagamos urgentemente un alto y revisemos que estamos enseñando a las nuevas generaciones, qué ejemplos damos nuestros hijos, de nosotros y de las personas que les rodean y contribuyamos en las escuelas con acciones positivas que les recuerden que en la vida hay reglas que cumplir y, sobre todo, no se justifican los errores con lo que otros hacen mal, si no que debemos asumir siempre las consecuencias de nuestros actos.

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