/ miércoles 31 de julio de 2019

Ignacio de Loyola

Vivió entre 1491 y 1556. Hoy 31 de julio celebramos su memoria litúrgica. Fue un noble militar que, herido en batalla, tuvo una larga convalecencia que pasó leyendo sobre caballeros y guerras, hasta que sólo quedaban libros sobre Cristo y los santos, los cuales terminó por leer. Estas lecturas calaron muy hondo en su alma cambiando su vida para siempre, y también la de la Iglesia. En 1534 junto con otros seis compañeros, entre ellos el futuro san Francisco Javier, fundó en París la Compañía de Jesús, cuyos miembros se conocen como jesuitas.

Ignacio fue un hombre enamorado de Cristo. No se puede entender su labor solo desde categorías políticas, como muchas veces se pretende explicarlo. La fuente de su dinamismo y creatividad misionera, viene de su trato con Dios en la oración. Para un no creyente puede ser difícil comprender esto, pero la vida espiritual tiene esa capacidad de dar muchos frutos, más allá de lo razonablemente alcanzable. Y la Compañía de Jesús, con todos los avatares sufridos ya desde la vida de su fundador, es un ejemplo de esto.

El camino espiritual recorrido por Ignacio está plasmado sobre todo en sus famosos Ejercicios espirituales, que buscan liberar a la persona de las ataduras que le impiden seguir la voluntad de Dios para su vida. El discernimiento es un concepto clave en los Ejercicios.

Francisco, el primer papa jesuita de la historia, ha subrayado la importancia que daba san Ignacio al discernimiento espiritual. Se trata sobre todo de descubrir qué es lo que viene de Dios, que trae consigo alegría, y que no, que trae consigo tristeza. Discernir es distinguir, es señalar las diferencias para poder identificar lo bueno de lo malo. El discernimiento hoy día se hace muy necesario en un mundo en donde todo se relativiza, donde al parecer ya no existe lo mejor y lo bueno, solo existe lo que a mí me gusta, lo que yo quiero, como si el único criterio válido fuera mi voluntad.

El discernimiento es necesario en todos los aspectos de la vida para descubrir lo bueno, lo que más me conviene, lo que Dios quiere de mí. Nuestra libertad no es absoluta, se debe guiar por la verdad, que nos toca ir descubriendo, y que no siempre es fácil. Esa es la aventura de la vida.

¡Qué actual se vuelve la idea del discernimiento de san Ignacio! No todo vale lo mismo, y por eso debemos aprender, y ayudar a los más jóvenes, a tener criterios y a saber discernir en la vida entre lo bueno y lo malo, lo mejor y lo que no me ayuda a crecer, a ser feliz. ¡Gracias!

Vivió entre 1491 y 1556. Hoy 31 de julio celebramos su memoria litúrgica. Fue un noble militar que, herido en batalla, tuvo una larga convalecencia que pasó leyendo sobre caballeros y guerras, hasta que sólo quedaban libros sobre Cristo y los santos, los cuales terminó por leer. Estas lecturas calaron muy hondo en su alma cambiando su vida para siempre, y también la de la Iglesia. En 1534 junto con otros seis compañeros, entre ellos el futuro san Francisco Javier, fundó en París la Compañía de Jesús, cuyos miembros se conocen como jesuitas.

Ignacio fue un hombre enamorado de Cristo. No se puede entender su labor solo desde categorías políticas, como muchas veces se pretende explicarlo. La fuente de su dinamismo y creatividad misionera, viene de su trato con Dios en la oración. Para un no creyente puede ser difícil comprender esto, pero la vida espiritual tiene esa capacidad de dar muchos frutos, más allá de lo razonablemente alcanzable. Y la Compañía de Jesús, con todos los avatares sufridos ya desde la vida de su fundador, es un ejemplo de esto.

El camino espiritual recorrido por Ignacio está plasmado sobre todo en sus famosos Ejercicios espirituales, que buscan liberar a la persona de las ataduras que le impiden seguir la voluntad de Dios para su vida. El discernimiento es un concepto clave en los Ejercicios.

Francisco, el primer papa jesuita de la historia, ha subrayado la importancia que daba san Ignacio al discernimiento espiritual. Se trata sobre todo de descubrir qué es lo que viene de Dios, que trae consigo alegría, y que no, que trae consigo tristeza. Discernir es distinguir, es señalar las diferencias para poder identificar lo bueno de lo malo. El discernimiento hoy día se hace muy necesario en un mundo en donde todo se relativiza, donde al parecer ya no existe lo mejor y lo bueno, solo existe lo que a mí me gusta, lo que yo quiero, como si el único criterio válido fuera mi voluntad.

El discernimiento es necesario en todos los aspectos de la vida para descubrir lo bueno, lo que más me conviene, lo que Dios quiere de mí. Nuestra libertad no es absoluta, se debe guiar por la verdad, que nos toca ir descubriendo, y que no siempre es fácil. Esa es la aventura de la vida.

¡Qué actual se vuelve la idea del discernimiento de san Ignacio! No todo vale lo mismo, y por eso debemos aprender, y ayudar a los más jóvenes, a tener criterios y a saber discernir en la vida entre lo bueno y lo malo, lo mejor y lo que no me ayuda a crecer, a ser feliz. ¡Gracias!