/ sábado 21 de julio de 2018

Innovación y crecimiento económico

Esta semana se publicó la edición 2018 del Índice Global de Innovación (GII), un importante estudio que mide el ecosistema de innovación de cada país, conformado por las instituciones, capital humano, infraestructura, mercado y ambiente de negocios, así como los conocimientos, tecnologías e industrias creativas que producen.

Nuestro país ocupó la posición 56 de un total de 126 países, avanzando dos lugares respecto a 2017. Sin embargo esta posición en media tabla no refleja nuestro verdadero potencial como nación: actualmente México ocupa el lugar 15o en la economía mundial (FMI), y el 8º en manufactura (Deloitte).

Esto parece indicar una importante brecha entre las políticas macroeconómicas que han mantenido a nuestro país en un buen lugar a pesar de las turbulencias globales, y los recursos destinado a CTI (Ciencia, Tecnología e Innovación) que apenas alcanzan 0.57% del PIB, muy por debajo del 2.2% mundial.

En otras palabras, México ha demostrado ser una economía estable y por tanto atractiva para los inversionistas, pero tiene un potencial mucho mayor, con la capacidad de ser líder global y ofrecer una mayor calidad de vida a todos sus habitantes.

Si insistimos en la necesidad de un proyecto de nación que impulse de manera decidida al ecosistema CTI, es por tres razones fundamentales: en primer lugar, como demuestran los estudios del GII, los avances en CTI se relacionan de manera directa con la calidad de vida de los países; recordemos que la innovación se aplica en campos tan diversos como medicina, agricultura, transporte, seguridad, comunicaciones, entre otros.

En segundo lugar, actualmente existe una marcada tendencia global hacia la construcción una economía del conocimiento y la cuarta revolución industrial, cuyos pilares son los recursos humanos altamente capacitados y la infraestructura especializada, capaces de producir bienes y servicios con alto valor agregado. De continuar basando nuestras fortalezas únicamente en la manufactura y los hidrocarburos, nuestro país no tardará en quedar rezagado.

Y en tercer lugar, en México existe un importante capital humano de CTI que no se aprovecha de la mejor manera. De acuerdo a Conacyt, el Acervo de Recursos Humanos en Ciencia y Tecnología es de 15.8 millones de mexicanos y mexicanas capacitados para ejercer una actividad científica o tecnológica, pero sólo 10.8 millones trabajan en actividades acordes a su preparación.

Por si quedara alguna duda, la reciente Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México (ENPECYT 2017) señala que más del 90% de la población está de acuerdo con incrementar la inversión gubernamental para el impulso de la investigación científica.

Si hasta ahora nos hemos mantenido como una gran economía, imaginemos hasta dónde podríamos llegar con un auténtico proyecto de CTI en el que participemos todos: iniciativa privada, organismos gubernamentales, instituciones de educación superior y sociedad.


Esta semana se publicó la edición 2018 del Índice Global de Innovación (GII), un importante estudio que mide el ecosistema de innovación de cada país, conformado por las instituciones, capital humano, infraestructura, mercado y ambiente de negocios, así como los conocimientos, tecnologías e industrias creativas que producen.

Nuestro país ocupó la posición 56 de un total de 126 países, avanzando dos lugares respecto a 2017. Sin embargo esta posición en media tabla no refleja nuestro verdadero potencial como nación: actualmente México ocupa el lugar 15o en la economía mundial (FMI), y el 8º en manufactura (Deloitte).

Esto parece indicar una importante brecha entre las políticas macroeconómicas que han mantenido a nuestro país en un buen lugar a pesar de las turbulencias globales, y los recursos destinado a CTI (Ciencia, Tecnología e Innovación) que apenas alcanzan 0.57% del PIB, muy por debajo del 2.2% mundial.

En otras palabras, México ha demostrado ser una economía estable y por tanto atractiva para los inversionistas, pero tiene un potencial mucho mayor, con la capacidad de ser líder global y ofrecer una mayor calidad de vida a todos sus habitantes.

Si insistimos en la necesidad de un proyecto de nación que impulse de manera decidida al ecosistema CTI, es por tres razones fundamentales: en primer lugar, como demuestran los estudios del GII, los avances en CTI se relacionan de manera directa con la calidad de vida de los países; recordemos que la innovación se aplica en campos tan diversos como medicina, agricultura, transporte, seguridad, comunicaciones, entre otros.

En segundo lugar, actualmente existe una marcada tendencia global hacia la construcción una economía del conocimiento y la cuarta revolución industrial, cuyos pilares son los recursos humanos altamente capacitados y la infraestructura especializada, capaces de producir bienes y servicios con alto valor agregado. De continuar basando nuestras fortalezas únicamente en la manufactura y los hidrocarburos, nuestro país no tardará en quedar rezagado.

Y en tercer lugar, en México existe un importante capital humano de CTI que no se aprovecha de la mejor manera. De acuerdo a Conacyt, el Acervo de Recursos Humanos en Ciencia y Tecnología es de 15.8 millones de mexicanos y mexicanas capacitados para ejercer una actividad científica o tecnológica, pero sólo 10.8 millones trabajan en actividades acordes a su preparación.

Por si quedara alguna duda, la reciente Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México (ENPECYT 2017) señala que más del 90% de la población está de acuerdo con incrementar la inversión gubernamental para el impulso de la investigación científica.

Si hasta ahora nos hemos mantenido como una gran economía, imaginemos hasta dónde podríamos llegar con un auténtico proyecto de CTI en el que participemos todos: iniciativa privada, organismos gubernamentales, instituciones de educación superior y sociedad.