/ lunes 30 de noviembre de 2020

Internet y participación social

Con la expansión en las últimas dos décadas de internet, la construcción social de contenidos se modificó tanto a nivel personal, como a nivel grupal. Una vasta literatura demostró que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), son parte sustancial en este nuevo ambiente tecno-social. En un principio es posible afirmar que dicha red es de carácter abierto, es decir, cualquier individuo puede utilizarla según sus motivaciones: escribir opiniones, participar en una discusión en línea, compartir imágenes de sus vacaciones o descargar el video de su artista favorito. En este espacio simbólico, las personas participan en el espacio público a través de las libertades informativas.

En la ciencia política, cuando se aborda el tema de la comunicación por lo general los trabajos giran en torno a la participación de las personas en los espacios públicos: la intervención de alguien en algo que le pertenece o que en cierto momento le es común. Algunos pensadores, como Sartori (1987), consideran que en las sociedades actuales los individuos participan mediante ciertos mecanismos, como el votar en las urnas o encabezar una marcha contra el gobierno. Sin embargo, también lo pueden hacer a través de un intermediario tecnológico (Cohen y Arato, 2000). En la perspectiva de las ciencias sociales, la participación social sólo es posible cuando sus integrantes asumen un papel activo. La participación comprometida puede convertirse en un activismo social: existe identidad entre los integrantes de un grupo que persiguen una determinada causa. Para algunos autores, el activismo es un atributo esencial del individuo (Efimovich, 2010), que puede derivar en acciones -informales o formales- que buscan generar un cambio mediante la movilización.

Desde que en 1993 internet fue abierto para su uso social, existen numerosos estudios que relacionan el papel de las redes digitales con la participación de las personas en los espacios públicos. Algunas de las primeras investigaciones descubrieron que el uso de internet puede aumentar la participación de la gente sobre el desempeño de las instituciones públicas (Grossman, 1995, Hill y Hughes, 1998); que las redes son capaces de democratizar ciertas esferas políticas (Sobchack, 1995) y pueden servir a grupos relativamente pequeños para llamar la atención de un público más numeroso (Rash, 1997). Otras investigaciones encontraron cierta similitud entre la participación colectiva real -la que ocurre en las calles- y un activismo mediante internet, como el envío de correo electrónico o el debate en las salas de charla virtuales (Riley, Hollihan y Klumpp, 1998).

La acción de capas sociales en la vida social implica siempre una movilización de personas hacia ciertos intereses. En internet, las indignaciones de los internautas por alguna situación política, económica o cultural, llevaron a los investigadores a identificar los hechos con nuevos términos como ciberprotesta (Kokmen, 1998), desobediencia civil electrónica (Paquin, 1998) o cibermovimiento. Hoy en día la participación individualizada en la red en asuntos públicos puede condicionarse a la era de la opinión, algo que ha sido caracterizado como “estético” o bien, acudir a modos tradicionales de participación en la vida real.


Con la expansión en las últimas dos décadas de internet, la construcción social de contenidos se modificó tanto a nivel personal, como a nivel grupal. Una vasta literatura demostró que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), son parte sustancial en este nuevo ambiente tecno-social. En un principio es posible afirmar que dicha red es de carácter abierto, es decir, cualquier individuo puede utilizarla según sus motivaciones: escribir opiniones, participar en una discusión en línea, compartir imágenes de sus vacaciones o descargar el video de su artista favorito. En este espacio simbólico, las personas participan en el espacio público a través de las libertades informativas.

En la ciencia política, cuando se aborda el tema de la comunicación por lo general los trabajos giran en torno a la participación de las personas en los espacios públicos: la intervención de alguien en algo que le pertenece o que en cierto momento le es común. Algunos pensadores, como Sartori (1987), consideran que en las sociedades actuales los individuos participan mediante ciertos mecanismos, como el votar en las urnas o encabezar una marcha contra el gobierno. Sin embargo, también lo pueden hacer a través de un intermediario tecnológico (Cohen y Arato, 2000). En la perspectiva de las ciencias sociales, la participación social sólo es posible cuando sus integrantes asumen un papel activo. La participación comprometida puede convertirse en un activismo social: existe identidad entre los integrantes de un grupo que persiguen una determinada causa. Para algunos autores, el activismo es un atributo esencial del individuo (Efimovich, 2010), que puede derivar en acciones -informales o formales- que buscan generar un cambio mediante la movilización.

Desde que en 1993 internet fue abierto para su uso social, existen numerosos estudios que relacionan el papel de las redes digitales con la participación de las personas en los espacios públicos. Algunas de las primeras investigaciones descubrieron que el uso de internet puede aumentar la participación de la gente sobre el desempeño de las instituciones públicas (Grossman, 1995, Hill y Hughes, 1998); que las redes son capaces de democratizar ciertas esferas políticas (Sobchack, 1995) y pueden servir a grupos relativamente pequeños para llamar la atención de un público más numeroso (Rash, 1997). Otras investigaciones encontraron cierta similitud entre la participación colectiva real -la que ocurre en las calles- y un activismo mediante internet, como el envío de correo electrónico o el debate en las salas de charla virtuales (Riley, Hollihan y Klumpp, 1998).

La acción de capas sociales en la vida social implica siempre una movilización de personas hacia ciertos intereses. En internet, las indignaciones de los internautas por alguna situación política, económica o cultural, llevaron a los investigadores a identificar los hechos con nuevos términos como ciberprotesta (Kokmen, 1998), desobediencia civil electrónica (Paquin, 1998) o cibermovimiento. Hoy en día la participación individualizada en la red en asuntos públicos puede condicionarse a la era de la opinión, algo que ha sido caracterizado como “estético” o bien, acudir a modos tradicionales de participación en la vida real.