/ miércoles 14 de agosto de 2019

Juicios por traición

Ya en una colaboración pasada dábamos una somera reseña de un gobernante histórico que fue considerado como uno de los peores emperadores de la Roma Antigua. Nos referimos a Tiberio (Tiberio Julio César, nacido con el nombre de Tiberio Claudio Nerón), quien estuviera dirigiendo aquél imperio desde el día 18 de septiembre del año 14 hasta su muerte, acaecida el 16 de marzo del año 37. Fue el segundo emperador de Roma y perteneció a la dinastía Julio-Claudia.

La particularidad que nos llamó la atención, decíamos, fue que él utilizó una figura jurídica muy peculiar para hacerse de recursos económicos para las arcas del imperio y, a la vez, aprovechando, como se dice, deshacerse de sus enemigos políticos, nos referimos a los famosos Juicios por Traición, seguidos injustamente en contra de cientos o miles de acaudalados ciudadanos romanos que eran acusados por delatores de haber cometido algún crimen de traición en contra del emperador en su persona.

El fundamento legal para la imposición de las sanciones a través de estos procedimientos jurisdiccionales fue una antigua ley, la Lex Maiestatis, que castigaba con la confiscación de bienes y también en casos extremos con la muerte, a quienes fuesen sentenciados como culpables por el delito de traición (maiestatis crimen), o delito en contra de su majestad, el emperador de roma, que era considerado como una figura sagrada, por eso la gravedad del crimen y de las sanciones que se imponían. Bastaba en aquél entonces, el testimonio de alguna persona que jurara ante las divinidades romanas, el que un ciudadano romano había hablado mal del emperador, o bien, que tenía intenciones de derrocarlo del poder, o bien que estaba planeando algún acto en su contra, cualquiera que fuera, para que procediera esta acción. Por ello, en aquéllos entonces se incentivó el testimonio de informantes o delatores, quienes llegaron a acusar sin fundamento ni causa, en infinidad de veces, a acaudalados ciudadanos romanos de cometer traición en contra del emperador, a cambio de recibir algún porcentaje o estipendio de los bienes que eran decomisados a favor del erario publico.

Con esta herramienta legal en sus manos (Lex Maiestatis), Tiberio gratificó a delatores profesionales, habiéndose procesado a cientos o miles de inocentes, todo con la finalidad, ya se anotó, de hacerse de recursos económicos para salir de la crisis financiera que desatinadamente provocó, y, además, aprovechó para deshacerse de sus enemigos reales o imaginarios, o lo que es lo mismo en términos actuales: matar dos pájaros con un mismo tiro.

La historia, desde siempre, nos ha dado infinidad de lecciones que no hemos sabido aquilatar, o que, indebidamente olvidamos por pereza existencial. En el caso que estamos comentando vemos cómo una institución jurídica que ya existía desde hace cientos de años, para aquél entonces, como lo era la llamada Lex Maiestatis, fue utilizada indebidamente por un emperador tirano que torció sus iniciales justificadas intenciones (conservar la figura y el poder del gobernante en contra de actos de traición), y la utilizó en beneficio propio, para resolver un problema financiero y concomitantemente aplastar cualquier crítica que se le hizo a su mal gestión.

No por otras razones el mencionado Tiberio Claudio Nerón ha sido considerado, ya se dijo, como uno de los peores cinco dirigentes del Antiguo Imperio Romano.

La diatriba en curso viene a colación porque cualquier instrumento jurídico que contenga figuras represivas en extremo, siempre será un peligro para la convivencia democrática en cualquier lado, no importa la época ni el lugar, por eso la preocupación por la aprobación de la llamada Ley de Extinción de Dominio.

Sólo darle tiempo al tiempo.

Ya en una colaboración pasada dábamos una somera reseña de un gobernante histórico que fue considerado como uno de los peores emperadores de la Roma Antigua. Nos referimos a Tiberio (Tiberio Julio César, nacido con el nombre de Tiberio Claudio Nerón), quien estuviera dirigiendo aquél imperio desde el día 18 de septiembre del año 14 hasta su muerte, acaecida el 16 de marzo del año 37. Fue el segundo emperador de Roma y perteneció a la dinastía Julio-Claudia.

La particularidad que nos llamó la atención, decíamos, fue que él utilizó una figura jurídica muy peculiar para hacerse de recursos económicos para las arcas del imperio y, a la vez, aprovechando, como se dice, deshacerse de sus enemigos políticos, nos referimos a los famosos Juicios por Traición, seguidos injustamente en contra de cientos o miles de acaudalados ciudadanos romanos que eran acusados por delatores de haber cometido algún crimen de traición en contra del emperador en su persona.

El fundamento legal para la imposición de las sanciones a través de estos procedimientos jurisdiccionales fue una antigua ley, la Lex Maiestatis, que castigaba con la confiscación de bienes y también en casos extremos con la muerte, a quienes fuesen sentenciados como culpables por el delito de traición (maiestatis crimen), o delito en contra de su majestad, el emperador de roma, que era considerado como una figura sagrada, por eso la gravedad del crimen y de las sanciones que se imponían. Bastaba en aquél entonces, el testimonio de alguna persona que jurara ante las divinidades romanas, el que un ciudadano romano había hablado mal del emperador, o bien, que tenía intenciones de derrocarlo del poder, o bien que estaba planeando algún acto en su contra, cualquiera que fuera, para que procediera esta acción. Por ello, en aquéllos entonces se incentivó el testimonio de informantes o delatores, quienes llegaron a acusar sin fundamento ni causa, en infinidad de veces, a acaudalados ciudadanos romanos de cometer traición en contra del emperador, a cambio de recibir algún porcentaje o estipendio de los bienes que eran decomisados a favor del erario publico.

Con esta herramienta legal en sus manos (Lex Maiestatis), Tiberio gratificó a delatores profesionales, habiéndose procesado a cientos o miles de inocentes, todo con la finalidad, ya se anotó, de hacerse de recursos económicos para salir de la crisis financiera que desatinadamente provocó, y, además, aprovechó para deshacerse de sus enemigos reales o imaginarios, o lo que es lo mismo en términos actuales: matar dos pájaros con un mismo tiro.

La historia, desde siempre, nos ha dado infinidad de lecciones que no hemos sabido aquilatar, o que, indebidamente olvidamos por pereza existencial. En el caso que estamos comentando vemos cómo una institución jurídica que ya existía desde hace cientos de años, para aquél entonces, como lo era la llamada Lex Maiestatis, fue utilizada indebidamente por un emperador tirano que torció sus iniciales justificadas intenciones (conservar la figura y el poder del gobernante en contra de actos de traición), y la utilizó en beneficio propio, para resolver un problema financiero y concomitantemente aplastar cualquier crítica que se le hizo a su mal gestión.

No por otras razones el mencionado Tiberio Claudio Nerón ha sido considerado, ya se dijo, como uno de los peores cinco dirigentes del Antiguo Imperio Romano.

La diatriba en curso viene a colación porque cualquier instrumento jurídico que contenga figuras represivas en extremo, siempre será un peligro para la convivencia democrática en cualquier lado, no importa la época ni el lugar, por eso la preocupación por la aprobación de la llamada Ley de Extinción de Dominio.

Sólo darle tiempo al tiempo.