/ lunes 14 de diciembre de 2020

La coalición PRI, PRD en Zacatecas

Todos los partidos políticos en México tienen problemas internos nuevos y desconciertan a sus respectivos dirigentes, no sólo por la inclusión de mujeres en las candidaturas a gobernador y más decisiones que toma el INE; todas estas son también expresiones de un problema de fondo: el tránsito de un régimen de gobierno a otro, que necesita sus propias instituciones. Esta transición ha tomado por sorpresa a los protagonistas partidarios y su crítica se desvía al presidente de la República, para hacerle “un contrapeso”, para “frenar el autoritarismo” o para “evitar la destrucción de instituciones”, etcétera.

Pareciera que cada crítico solo ve aspectos muy manifiestos de esa transición popularizada por los morenistas como la “cuarta transformación”. El PAN se asume como la oposición mayoritaria en el país y tiene organizaciones patronales proveedoras de cuadros políticos como la Coparmex. Esta fortaleza le permite cuestionar la admisión o no de Felipe Calderón al partido viendo su experiencia como una amenaza para su dirigente actual. Tiene, además, una saludable costumbre de discutir a “navaja limpia” y luego sujetarse todos a las conclusiones finales.

La militancia priista se ha formado desde sus orígenes, en la institucionalidad. Al inicio de cada sexenio modificaban parcialmente sus documentos básicos para armonizarlos con los programas sexenales presidenciales. Para casi toda decisión de trascendencia la referencia incuestionable era el presidente y se difundía a través de sus organizaciones obreras, campesinas y otros medios. Bien, pero esta realidad no existe ya, y las decisiones del presidente nacional del PRI, hoy mas que nunca, pueden ser erróneas y la institucionalidad de la militancia se puede romper.

A mi parecer el presidente del PRI está cometiendo un error porque podemos aceptar que el PAN sea la mayor fuerza opositora a nivel nacional, pero no lo es a nivel estatal, tampoco el PRD. El error consiste en dejarse imponer las condiciones de estos partidos para que tengan una candidatura y no otra; la fuerza política principal la tiene el PRI y si aceptan esas condiciones les estarían aceptando una fuerza que no se han ganado. Es cierto que toda coalición requiere negociación interna, pero hacer propuestas que no corresponden a la fuerza de quien las hace, es provocar una crisis en la propia coalición.

Nada bueno se le puede augurar al PRI estatal de continuar las negociaciones así. Lo mejor sería una negociación en donde los beneficios partidarios correspondan a los votos obtenidos en la contienda anterior, y los posibles por obtener en la elección de gobernador. Para lo anterior se requiere de la habilidad de la dirección nacional, porque nada desalienta tanto a la militancia como los errores de sus dirigentes.

Todos los partidos políticos en México tienen problemas internos nuevos y desconciertan a sus respectivos dirigentes, no sólo por la inclusión de mujeres en las candidaturas a gobernador y más decisiones que toma el INE; todas estas son también expresiones de un problema de fondo: el tránsito de un régimen de gobierno a otro, que necesita sus propias instituciones. Esta transición ha tomado por sorpresa a los protagonistas partidarios y su crítica se desvía al presidente de la República, para hacerle “un contrapeso”, para “frenar el autoritarismo” o para “evitar la destrucción de instituciones”, etcétera.

Pareciera que cada crítico solo ve aspectos muy manifiestos de esa transición popularizada por los morenistas como la “cuarta transformación”. El PAN se asume como la oposición mayoritaria en el país y tiene organizaciones patronales proveedoras de cuadros políticos como la Coparmex. Esta fortaleza le permite cuestionar la admisión o no de Felipe Calderón al partido viendo su experiencia como una amenaza para su dirigente actual. Tiene, además, una saludable costumbre de discutir a “navaja limpia” y luego sujetarse todos a las conclusiones finales.

La militancia priista se ha formado desde sus orígenes, en la institucionalidad. Al inicio de cada sexenio modificaban parcialmente sus documentos básicos para armonizarlos con los programas sexenales presidenciales. Para casi toda decisión de trascendencia la referencia incuestionable era el presidente y se difundía a través de sus organizaciones obreras, campesinas y otros medios. Bien, pero esta realidad no existe ya, y las decisiones del presidente nacional del PRI, hoy mas que nunca, pueden ser erróneas y la institucionalidad de la militancia se puede romper.

A mi parecer el presidente del PRI está cometiendo un error porque podemos aceptar que el PAN sea la mayor fuerza opositora a nivel nacional, pero no lo es a nivel estatal, tampoco el PRD. El error consiste en dejarse imponer las condiciones de estos partidos para que tengan una candidatura y no otra; la fuerza política principal la tiene el PRI y si aceptan esas condiciones les estarían aceptando una fuerza que no se han ganado. Es cierto que toda coalición requiere negociación interna, pero hacer propuestas que no corresponden a la fuerza de quien las hace, es provocar una crisis en la propia coalición.

Nada bueno se le puede augurar al PRI estatal de continuar las negociaciones así. Lo mejor sería una negociación en donde los beneficios partidarios correspondan a los votos obtenidos en la contienda anterior, y los posibles por obtener en la elección de gobernador. Para lo anterior se requiere de la habilidad de la dirección nacional, porque nada desalienta tanto a la militancia como los errores de sus dirigentes.