Las ideas que prevalecieron en el Constituyente de 1917 fueron las tesis revolucionarias radicales que encabezadas por el gran Francisco I Madero y J. Múgica conforme a estos, se dotó al Estado del monopolio de la educación y se excluyó expresamente a la Iglesia de su participación en la enseñanza. Hay razones que explican este cambio.
Una de las transformaciones a que dio lugar la Revolución fue desplazar al poder personal hacía “mecanismos políticos” e “instituciones despersonalizadas”, y no obstante que en los primeros momentos el ejercicio del poder lo ejercieron dos “caudillos”. La Revolución tuvo por objeto el establecimiento de un nuevo proyecto nacional que rompería en definitiva con estructuras que aún lastraban al país. Una de sus ideologías básicas fue el nacionalismo-o “populismo” como también ha sido llamada- que sirvió para construir un Estado fuerte que condujera los destinos de la sociedad. La cultura fue su eje fundamental para desarrollar y preservar esa nueva identidad. Así, la educación debía ser monopolio del Estado ya que por ese medio, se podría lograr “una identidad comunitaria, trascendente al individuo” “la idiosincrasia nacional era irreductible a las libertades y derechos individuales”. “El nuevo Leviatán” como lo llamó Arnoldo Córdova, se convertía de esa manera en el conductor de la nueva sociedad mexicana en gestación.
Aunque triunfadora la tesis “Estatista” vale la pena recordar a valiosas voces disidentes y con un claro conocimiento de la historia y de las ideas liberales. En primer lugar a Venustiano Carranza cuyo proyecto enviado al Congreso Constituyente contenía el proyecto de la libertad de enseñanza. A este proyecto se le unieron diputados de la talla de Palavicini, Aguirre Berlanga, Cravioto, entre otros. El debate fue largo y acalorado, y sin embargo, fueron las tesis revolucionarias radicales las que triunfaron. Es digno de observar una de las ideas de Múgica con las que prácticamente se cerró el debate y que revela la ideología de los revolucionarios: “si dejamos la libertad de enseñanza absoluta para que tome participación el clero… no formaremos generaciones nuevas de hombres intelectuales y sensatos”. La libertad individual sería suplida por los objetivos del Estado revolucionario, de esta manera se desconoció el principio logrado por el pensamiento liberal. El anticlericalismo opacó muchos de los planteamientos de los ideólogos revolucionarios, con las desafortunadas consecuencias históricas que conocemos.
“El nuevo Leviatán” llegó a su punto máximo con la reforma constitucional de 1934 al establecer que: “la educación que imparte el Estado será socialista”. La ideología de los gobernantes transmitida al Estado y éste constituido en el conductor e intérprete de la conciencia de la sociedad.
En 1946, la reforma de 1934 fue revertida, atendiendo a la realidad que vivía la sociedad mexicana. La población había dejado de ser rural para convertirse predominantemente urbana y con ella, se desarrolló la pluralidad ideológica.