/ domingo 7 de junio de 2020

La crisis de esperanza

Ahora que transitamos los tiempos de mayor crisis sanitaria, económica, política y de credibilidad en las instituciones, parece que el tiempo que vivimos, es frío y oscuro; no observamos un rumbo claro, no tenemos un horizonte promisorio y lo más delicado que vemos, es que nuestra sociedad entró en la crisis más grave de todas, la de la esperanza. No hay mucho que esperar porque no hay muchos en quienes confiar.

Nuestro entorno social se ha modificado profundamente, las personas ya no creen en un mundo feliz y no confían en un mañana mejor a partir de las condiciones actuales y de las capacidades técnicas y políticas, que se sobreponen a todo intento de unir y no desencadenar una violencia mayor. No sabemos qué esperar.

A nivel local, las autoridades se pierden en la falta de unidad y de la convicción de servir, subyacen las divisiones y las confrontaciones. Aún en el mismo equipo de gobierno, vemos serias diferencias, que pueden ser irreconciliables y que corren el riesgo de convertirse en una fuerte disputa de orden político.

No se trata de quedar bien ni de tener reconocimientos del poder, se trata de servir y estar a la altura de las condiciones que demanda nuestra sociedad.

Esto significa darle a los zacatecanos un elemento sustantivo de esperanza, algo en qué creer.

En medio de la pandemia y de la crisis económica que viene, donde habrá hambre, desempleo, pobreza y una mayor desigualdad, los ciudadanos debemos prepararnos para cuidar lo poco que hay. No han entendido los dirigentes, especialmente del Gobierno Federal, que con desplantes autoritarios no se arreglan las cosas.

Además del confinamiento, la sociedad mexicana ahora tiene que aguantar la falta de circulante, de alimentos, y de un grave deterioro en la salud mental de todas las personas. Y encima de todo, aguantar a un Presidente de la República que antepone sus intereses y caprichos a las necesidades de la sociedad.

Los mexicanos necesitamos un Presidente, un líder, un guía y un ejemplo a seguir, que nos dote de esperanza y un rumbo definido; con esta crisis no se puede ir por ahí improvisando en todo momento y apelando a la justicia divina, se requiere firmeza en las decisiones para perfilar el rumbo hacia un camino lleno de esperanza y des estancamiento.

Hoy lo que se debe evitar es que la pandemia nos lleve, en medio del confinamiento obligado, a la desesperación, al desorden y la violencia por falta de empleo, ingreso, comida y salud. Preverlo es obligación no sólo de quienes gobiernan en el momento, sino de quienes quieren gobernar en el 2021. Deben abonarle a la nueva esperanza.

Ahora que transitamos los tiempos de mayor crisis sanitaria, económica, política y de credibilidad en las instituciones, parece que el tiempo que vivimos, es frío y oscuro; no observamos un rumbo claro, no tenemos un horizonte promisorio y lo más delicado que vemos, es que nuestra sociedad entró en la crisis más grave de todas, la de la esperanza. No hay mucho que esperar porque no hay muchos en quienes confiar.

Nuestro entorno social se ha modificado profundamente, las personas ya no creen en un mundo feliz y no confían en un mañana mejor a partir de las condiciones actuales y de las capacidades técnicas y políticas, que se sobreponen a todo intento de unir y no desencadenar una violencia mayor. No sabemos qué esperar.

A nivel local, las autoridades se pierden en la falta de unidad y de la convicción de servir, subyacen las divisiones y las confrontaciones. Aún en el mismo equipo de gobierno, vemos serias diferencias, que pueden ser irreconciliables y que corren el riesgo de convertirse en una fuerte disputa de orden político.

No se trata de quedar bien ni de tener reconocimientos del poder, se trata de servir y estar a la altura de las condiciones que demanda nuestra sociedad.

Esto significa darle a los zacatecanos un elemento sustantivo de esperanza, algo en qué creer.

En medio de la pandemia y de la crisis económica que viene, donde habrá hambre, desempleo, pobreza y una mayor desigualdad, los ciudadanos debemos prepararnos para cuidar lo poco que hay. No han entendido los dirigentes, especialmente del Gobierno Federal, que con desplantes autoritarios no se arreglan las cosas.

Además del confinamiento, la sociedad mexicana ahora tiene que aguantar la falta de circulante, de alimentos, y de un grave deterioro en la salud mental de todas las personas. Y encima de todo, aguantar a un Presidente de la República que antepone sus intereses y caprichos a las necesidades de la sociedad.

Los mexicanos necesitamos un Presidente, un líder, un guía y un ejemplo a seguir, que nos dote de esperanza y un rumbo definido; con esta crisis no se puede ir por ahí improvisando en todo momento y apelando a la justicia divina, se requiere firmeza en las decisiones para perfilar el rumbo hacia un camino lleno de esperanza y des estancamiento.

Hoy lo que se debe evitar es que la pandemia nos lleve, en medio del confinamiento obligado, a la desesperación, al desorden y la violencia por falta de empleo, ingreso, comida y salud. Preverlo es obligación no sólo de quienes gobiernan en el momento, sino de quienes quieren gobernar en el 2021. Deben abonarle a la nueva esperanza.