/ domingo 3 de mayo de 2020

La crisis que viene

Ahora que entramos en la séptima semana de confinamiento “voluntario” en entidades como Zacatecas, cuando la noticia central gira en torno a la multiplicación de casos de contagio comunitario entre la población poco responsable, quiero centrar esta reflexión en torno a la crisis que está por venir y que algún día terminará y nos acercará una nueva “normalidad”, cualquiera que ésta sea.

La crisis post COVID-19 será de una magnitud insospechada, porque el confinamiento mundial de las sociedades ha generado una parálisis económica que ha puesto de cabeza a todas las economías del mundo; sin duda, la naturaleza en forma de nuevo coronavirus, ha logrado arruinar la comodidad de todos los ciudadanos y en buena medida ha logrado arruinar nuestra “felicidad”.

Esta crisis sanitaria primero, y económica después, ha dado un duro golpe a todos, sin excepción.

No se salvan de ella ni los ricos ni los pobres, ni los débiles ni los poderosos. Le da por igual a los buenos y a los malos, no hay ante sus ojos ni tontos o inteligentes, hay afectaciones. No se salvan los gobiernos y muchos menos los ciudadanos.

La salud del porvenir económico, como dice el abogado José Elías Romero Apis, se encuentra ante “una enfermedad muy grave, muy dolorosa, muy peligrosa, muy difícil y muy cara”. Lo más grave es la indolencia de los gobiernos, especialmente el de nuestro país, que no ha dimensionado las oscuras horas que se acercan.

Se nos fueron en la oscuridad de la noche los meses de marzo y abril, y por lo pronto, el resto del año aparece como un túnel sin salida en materia económica, sin contar los graves costos que tendrá la atención sanitaria.

Las instituciones públicas, comenzando por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, más allá de filias o fobias, no ha generado la confianza necesaria para combatir el problema; No ha dirigido todos sus esfuerzos en un solo sentido y no ha propiciado que los ciudadanos, que hoy no tienen para comer, puedan confiar en él.

En México, vivimos en medio de problemas de servicios de salud; el sistema no es eficaz y mucho menos eficiente por la descomposición institucional propiciada por el gobierno; hay crecientes problemas económicos y una mayor inseguridad, a tal grado que los cárteles de la droga se han convertido en salvadores de la comunidad; Ese es el nivel de desconfianza y desatención.

Lo más grave de todo, es que después de dos meses de confinamiento y sin rumbo claro, lo que vivimos es la crisis de esperanza, desorientación y desamparo. Eso no lo ve el Presidente de México. Se le acaba el tiempo en la crisis por venir.

Ahora que entramos en la séptima semana de confinamiento “voluntario” en entidades como Zacatecas, cuando la noticia central gira en torno a la multiplicación de casos de contagio comunitario entre la población poco responsable, quiero centrar esta reflexión en torno a la crisis que está por venir y que algún día terminará y nos acercará una nueva “normalidad”, cualquiera que ésta sea.

La crisis post COVID-19 será de una magnitud insospechada, porque el confinamiento mundial de las sociedades ha generado una parálisis económica que ha puesto de cabeza a todas las economías del mundo; sin duda, la naturaleza en forma de nuevo coronavirus, ha logrado arruinar la comodidad de todos los ciudadanos y en buena medida ha logrado arruinar nuestra “felicidad”.

Esta crisis sanitaria primero, y económica después, ha dado un duro golpe a todos, sin excepción.

No se salvan de ella ni los ricos ni los pobres, ni los débiles ni los poderosos. Le da por igual a los buenos y a los malos, no hay ante sus ojos ni tontos o inteligentes, hay afectaciones. No se salvan los gobiernos y muchos menos los ciudadanos.

La salud del porvenir económico, como dice el abogado José Elías Romero Apis, se encuentra ante “una enfermedad muy grave, muy dolorosa, muy peligrosa, muy difícil y muy cara”. Lo más grave es la indolencia de los gobiernos, especialmente el de nuestro país, que no ha dimensionado las oscuras horas que se acercan.

Se nos fueron en la oscuridad de la noche los meses de marzo y abril, y por lo pronto, el resto del año aparece como un túnel sin salida en materia económica, sin contar los graves costos que tendrá la atención sanitaria.

Las instituciones públicas, comenzando por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, más allá de filias o fobias, no ha generado la confianza necesaria para combatir el problema; No ha dirigido todos sus esfuerzos en un solo sentido y no ha propiciado que los ciudadanos, que hoy no tienen para comer, puedan confiar en él.

En México, vivimos en medio de problemas de servicios de salud; el sistema no es eficaz y mucho menos eficiente por la descomposición institucional propiciada por el gobierno; hay crecientes problemas económicos y una mayor inseguridad, a tal grado que los cárteles de la droga se han convertido en salvadores de la comunidad; Ese es el nivel de desconfianza y desatención.

Lo más grave de todo, es que después de dos meses de confinamiento y sin rumbo claro, lo que vivimos es la crisis de esperanza, desorientación y desamparo. Eso no lo ve el Presidente de México. Se le acaba el tiempo en la crisis por venir.