/ lunes 6 de julio de 2020

La era de la opinión

En la sociedad actual el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación posibilitó a los usuarios mediatizar sus propias narrativas. A diferencia de los viejos medios de comunicación las personas encontraron en internet espacios abiertos para manifestar su expresión. Los internautas participan en este nuevo espacio simbólico de distintas formas: blogs, mensajería, foros, wikis, redes sociales digitales, etcétera. Este abanico de posibilidades para la interacción está ocasionando la migración de las viejas audiencias a la comunicación digital. Por ejemplo, cada vez menos personas consumen los productos de la televisión tradicional. Esta abundancia de medios y de posibilidades de interacción potencia la sociedad de la opinión.

Desde la comunicación política, lo que opinan abiertamente las personas, los colectivos y la sociedad sobre lo público forma parte de distintos cuerpos teóricos y de gran cantidad de discusiones académicas. Durante el siglo XX, las formas de entender esta opinión partieron de plurales escenarios. Tal vez uno de los más explotados fue la mediatización. Los medios tradicionales se convirtieron en un espacio donde la opinión pública era capaz de valorar el actuar del sistema político. En la utopía de Habermas (1989) a través de la discusión y el consenso sobre lo público era posible que las personas llegaran a expresar opiniones racionales, es decir, aquellas que están despojadas de actitudes instintivas. Sin embargo, Graber (1982) descubrió que esto no es del todo real, pues las personas pueden emitir opiniones racionales basadas en la desinformación. A esto, debemos añadir que antes de cualquier participación pública racional o irracional operan otros mecanismos invisibles, como las creencias e incluso el egoísmo (Olson, 1992).

Ahora bien, en la era de la opinión, internet y las redes digitales permiten que muchos se comuniquen con muchos. Aquellos que habían sido silenciados por el broadcasting ahora pueden hablar: que todos opinen sobre todo aquello que es visible y también sobre lo que no se puede ver. Las personas conectadas a la red pueden comentar sobre futbol, tecnología, espectáculos, moda, economía, arte, energías renovables, seguridad pública, pandemias, democracia, cultura, mascotas, música, cine, medio ambiente, impuestos, etcétera. Las expresiones públicas de la sociedad se han hipermediatizado. Además, los periodistas y especialistas de la información perdieron gran parte de la potestad de informar que todavía el siglo pasado pregonaban. Actualmente, gran cantidad de temas visibles en las redes son promovidos por influencers, cantantes, artistas, youtubers, deportistas, mercadólogos, videntes, comediantes, nutriólogos, astrólogos, motivadores personales, etcétera.

Hoy, cualquier persona se considera líder de opinión por tener muchos seguidores en sus redes y por opinar sin demostrar absolutamente nada de lo que opina. Las personas creen hacer periodismo al grabar un acontecimiento y exhibirlo en Twitter. La evidencia en la era de la opinión fue exterminada. Lo importante es ejercer la libertad de expresión, aunque tal libertad se base en chismes, prejuicios, ideologías, dichos, rumores, supuestos y trascendidos de realidades vacías de pruebas. La era de la opinión es la era de la ficción. Gran parte de los acontecimientos reales han sido sustituidos por subjetividades.

En la sociedad actual el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación posibilitó a los usuarios mediatizar sus propias narrativas. A diferencia de los viejos medios de comunicación las personas encontraron en internet espacios abiertos para manifestar su expresión. Los internautas participan en este nuevo espacio simbólico de distintas formas: blogs, mensajería, foros, wikis, redes sociales digitales, etcétera. Este abanico de posibilidades para la interacción está ocasionando la migración de las viejas audiencias a la comunicación digital. Por ejemplo, cada vez menos personas consumen los productos de la televisión tradicional. Esta abundancia de medios y de posibilidades de interacción potencia la sociedad de la opinión.

Desde la comunicación política, lo que opinan abiertamente las personas, los colectivos y la sociedad sobre lo público forma parte de distintos cuerpos teóricos y de gran cantidad de discusiones académicas. Durante el siglo XX, las formas de entender esta opinión partieron de plurales escenarios. Tal vez uno de los más explotados fue la mediatización. Los medios tradicionales se convirtieron en un espacio donde la opinión pública era capaz de valorar el actuar del sistema político. En la utopía de Habermas (1989) a través de la discusión y el consenso sobre lo público era posible que las personas llegaran a expresar opiniones racionales, es decir, aquellas que están despojadas de actitudes instintivas. Sin embargo, Graber (1982) descubrió que esto no es del todo real, pues las personas pueden emitir opiniones racionales basadas en la desinformación. A esto, debemos añadir que antes de cualquier participación pública racional o irracional operan otros mecanismos invisibles, como las creencias e incluso el egoísmo (Olson, 1992).

Ahora bien, en la era de la opinión, internet y las redes digitales permiten que muchos se comuniquen con muchos. Aquellos que habían sido silenciados por el broadcasting ahora pueden hablar: que todos opinen sobre todo aquello que es visible y también sobre lo que no se puede ver. Las personas conectadas a la red pueden comentar sobre futbol, tecnología, espectáculos, moda, economía, arte, energías renovables, seguridad pública, pandemias, democracia, cultura, mascotas, música, cine, medio ambiente, impuestos, etcétera. Las expresiones públicas de la sociedad se han hipermediatizado. Además, los periodistas y especialistas de la información perdieron gran parte de la potestad de informar que todavía el siglo pasado pregonaban. Actualmente, gran cantidad de temas visibles en las redes son promovidos por influencers, cantantes, artistas, youtubers, deportistas, mercadólogos, videntes, comediantes, nutriólogos, astrólogos, motivadores personales, etcétera.

Hoy, cualquier persona se considera líder de opinión por tener muchos seguidores en sus redes y por opinar sin demostrar absolutamente nada de lo que opina. Las personas creen hacer periodismo al grabar un acontecimiento y exhibirlo en Twitter. La evidencia en la era de la opinión fue exterminada. Lo importante es ejercer la libertad de expresión, aunque tal libertad se base en chismes, prejuicios, ideologías, dichos, rumores, supuestos y trascendidos de realidades vacías de pruebas. La era de la opinión es la era de la ficción. Gran parte de los acontecimientos reales han sido sustituidos por subjetividades.