/ martes 2 de marzo de 2021

La guerra eterna de la policía del mundo

El pasado jueves 25 de febrero, Estados Unidos lanzó un ataque aéreo militar en territorio sirio, contra instalaciones pertenecientes a milicias respaldadas por Irán, como respuesta a los ataques con cohetes dirigidos a objetivos estadounidenses en Irak. Lo anterior, constituye la primera decisión militar del presidente Joe Biden, pese a que en su discurso prometió reducir los despliegues castrenses, que mantienen a su país al frente de guerras perpetuas.

La situación en comento ha tomado mayor relevancia, no sólo por representar la continuación de un conflicto sin fin, que pareciera la nueva administración insiste en mantener, sino porque los hechos ocurrieron sin la autorización expresa del Congreso estadounidense. Al respecto, varios senadores demócratas y republicanos han exteriorizado sus opiniones por las acciones militares ordenadas desde la presidencia, unos, justificando la decisión a la luz de la protección a los intereses de EUA, y otros, señalándola de inconstitucional, por la poca transparencia en el caso.

El presidente Biden indicó que el ataque obedecía a su responsabilidad de proteger a los ciudadanos de EUA, tanto en el país como en el extranjero, y para promover los intereses de seguridad nacional y política exterior del Estado. Asimismo, se amparó en lo que establece la Carta de las Naciones Unidas sobre el derecho al ejercicio de la legítima defensa para el caso de ataques armados contra cualquiera de los miembros de la ONU. Evidentemente, estamos frente a un escenario que difícilmente podemos comparar en nuestro país, EUA vive por y para la guerra. Sin embargo, se creía que las decisiones bajo la administración de Biden irían por un camino distinto al que estamos acostumbrados a ver, pero de facto, la realidad nos demuestra que solamente en el discurso han intentado cambiar las cosas, porque observamos y escuchamos las mejores campañas de respeto, inclusión y pluralidad, pero el obrar resulta totalmente lo contrario o simplemente lo de siempre.

EUA al ser un miembro permanente de la ONU, cuestión que le da para pertenecer siempre al Consejo de Seguridad, reserva cierta hegemonía en las decisiones y acciones que emprende dicho organismo para cumplir con una de sus principales finalidades: mantener la paz y seguridad internacional. Entre las distintas funciones que presenta el referido Consejo, se encuentra la facultad para emprender acciones militares contra un agresor. Eso ha dado lugar a que la política exterior estadounidense se haya híper militarizado y que la única respuesta ante los conflictos sean los ataques armados.

Indiscutiblemente, no es un buen mensaje en el comienzo de la administración de Biden. Con sus antecesores, Obama y Trump, quedó evidenciado que hay una falla sistemática en la política exterior de aquel país, y que aun persisten los efectos que provocaron los ataques realizados en sus gobiernos, como la crisis migratoria. Se debe poner especial atención en el uso de las fuerzas militares, para en su lugar, emplear otras medidas diplomáticas que permitan resolver y sanar los conflictos entre las naciones.

El pasado jueves 25 de febrero, Estados Unidos lanzó un ataque aéreo militar en territorio sirio, contra instalaciones pertenecientes a milicias respaldadas por Irán, como respuesta a los ataques con cohetes dirigidos a objetivos estadounidenses en Irak. Lo anterior, constituye la primera decisión militar del presidente Joe Biden, pese a que en su discurso prometió reducir los despliegues castrenses, que mantienen a su país al frente de guerras perpetuas.

La situación en comento ha tomado mayor relevancia, no sólo por representar la continuación de un conflicto sin fin, que pareciera la nueva administración insiste en mantener, sino porque los hechos ocurrieron sin la autorización expresa del Congreso estadounidense. Al respecto, varios senadores demócratas y republicanos han exteriorizado sus opiniones por las acciones militares ordenadas desde la presidencia, unos, justificando la decisión a la luz de la protección a los intereses de EUA, y otros, señalándola de inconstitucional, por la poca transparencia en el caso.

El presidente Biden indicó que el ataque obedecía a su responsabilidad de proteger a los ciudadanos de EUA, tanto en el país como en el extranjero, y para promover los intereses de seguridad nacional y política exterior del Estado. Asimismo, se amparó en lo que establece la Carta de las Naciones Unidas sobre el derecho al ejercicio de la legítima defensa para el caso de ataques armados contra cualquiera de los miembros de la ONU. Evidentemente, estamos frente a un escenario que difícilmente podemos comparar en nuestro país, EUA vive por y para la guerra. Sin embargo, se creía que las decisiones bajo la administración de Biden irían por un camino distinto al que estamos acostumbrados a ver, pero de facto, la realidad nos demuestra que solamente en el discurso han intentado cambiar las cosas, porque observamos y escuchamos las mejores campañas de respeto, inclusión y pluralidad, pero el obrar resulta totalmente lo contrario o simplemente lo de siempre.

EUA al ser un miembro permanente de la ONU, cuestión que le da para pertenecer siempre al Consejo de Seguridad, reserva cierta hegemonía en las decisiones y acciones que emprende dicho organismo para cumplir con una de sus principales finalidades: mantener la paz y seguridad internacional. Entre las distintas funciones que presenta el referido Consejo, se encuentra la facultad para emprender acciones militares contra un agresor. Eso ha dado lugar a que la política exterior estadounidense se haya híper militarizado y que la única respuesta ante los conflictos sean los ataques armados.

Indiscutiblemente, no es un buen mensaje en el comienzo de la administración de Biden. Con sus antecesores, Obama y Trump, quedó evidenciado que hay una falla sistemática en la política exterior de aquel país, y que aun persisten los efectos que provocaron los ataques realizados en sus gobiernos, como la crisis migratoria. Se debe poner especial atención en el uso de las fuerzas militares, para en su lugar, emplear otras medidas diplomáticas que permitan resolver y sanar los conflictos entre las naciones.