/ jueves 12 de abril de 2018

La matemática en la receta médica

El que sólo sabe medicina, ni medicina sabe… José de Letamendi


Es común que algunos jóvenes elijan sus estudios universitarios en función de los contenidos matemáticos que supone encontrará en los cursos del correspondiente plan de estudios. Una de las carreras elegidas por el supuesto bajo contenido matemático es Medicina, y en particular Medicina Humana.

La diferencia entre la medicina tradicional y la práctica médica con aval académico es la precisión. Y para ilustrar la afirmación previa, permítame el lector acudir a una anécdota personal.

En mi ya largo transitar por la vida, he tenido acceso a una gran cantidad de testimonios de que la infusión de alpiste tiene efectos reguladores de la presión arterial. Estimulada mi curiosidad por ese hecho, fui por ella conducido a preguntar a un buen amigo, médico reconocido con trayectoria en la investigación, acerca de su opinión de si en verdad tenía la infusión descrita, los efectos que la opinión popular le atribuyen.

Su respuesta fue afirmativa, lo que me llevó entonces a un segundo cuestionamiento: ¿porqué entonces no lo recomienda los médicos en su ejercicio profesional?

Luego de conocer la respuesta, sentí que debería haberla intuido siendo, como soy, matemático de profesión. Me dijo: “pues porque nadie ha calculado la dosis”.

Y en efecto, no puede recomendarse un medicamento responsablemente, si no se tiene certeza acerca de las cantidades que deben consumirse, para que el efecto sea el deseado. Una dosis menor a la adecuada tendrá efectos reducidos e insuficientes, en tanto que una administración excesiva puede conducir a poner el predicamentos la salud del paciente, en lugar de resolver el problema inicial.

La vida es un asunto delicado, es lo más valioso que un ser humano posee, y por ello, la administración de drogas de uso farmacéutico no puede dejarse al “ahí se va”, al “ojo de buen cubero” o al uso del traído y llevado “tanteómetro”. Pero y ¿cómo se calcula una dosis?

El asunto es matemático, muy elemental, pero matemático al fin y al cabo. Los medicamentos tienen vías de acceso diferentes a los mecanismos fisiológicos que le permitirán ejercer su acción curativa. Son de liberación lenta, rápida, prolongada sostenida, y varios más. Sin entrar en detalle del significado de cada una de ellas, bástenos saber que el diseño de cada una de ellas descansa sobre cálculos y modelos matemáticos que no son sencillos. Conocerlos, por lo menos en términos muy generales, enriquecerá la práctica médica , haciéndola mucho más eficaz, y sobre todo eficiente.

Exponer la naturaleza de tales cálculos y modelos puede resultar impropio para un espacio como éste, pero si se tiene la posibilidad de exponer los mecanismo de cálculo de una dosis en la práctica clínica.

El medicamento actúa sobre un cuerpo todo, y el “tamaño” de ese cuerpo determina las cantidades de medicamento necesarios para obtener los efectos buscados. La estatura no es un parámetro definitivo, así como la edad tampoco lo es fuera de la primera infancia. Todos estos son factores importantes, pero lo más relevante es el volumen corporal. El peso puede ser un indicador, ya que la densidad del cuerpo humano es casi constante en cada uno de sus componentes. El peso es un indicador del volumen.

Una simple proporción, una regla de tres, es suficiente para calcular una dosis, en la mayoría de los casos, en lo más común de la práctica médica. Sin embargo, el la administración de algunos medicamentos más delicados se necesita una mayor precisión, y cálculos que involucren una mayor cantidad de parámetros. Un médico que renuncia a conocer la matemática detrás de ello, sólo se resigna a la mediocridad.

El que sólo sabe medicina, ni medicina sabe… José de Letamendi


Es común que algunos jóvenes elijan sus estudios universitarios en función de los contenidos matemáticos que supone encontrará en los cursos del correspondiente plan de estudios. Una de las carreras elegidas por el supuesto bajo contenido matemático es Medicina, y en particular Medicina Humana.

La diferencia entre la medicina tradicional y la práctica médica con aval académico es la precisión. Y para ilustrar la afirmación previa, permítame el lector acudir a una anécdota personal.

En mi ya largo transitar por la vida, he tenido acceso a una gran cantidad de testimonios de que la infusión de alpiste tiene efectos reguladores de la presión arterial. Estimulada mi curiosidad por ese hecho, fui por ella conducido a preguntar a un buen amigo, médico reconocido con trayectoria en la investigación, acerca de su opinión de si en verdad tenía la infusión descrita, los efectos que la opinión popular le atribuyen.

Su respuesta fue afirmativa, lo que me llevó entonces a un segundo cuestionamiento: ¿porqué entonces no lo recomienda los médicos en su ejercicio profesional?

Luego de conocer la respuesta, sentí que debería haberla intuido siendo, como soy, matemático de profesión. Me dijo: “pues porque nadie ha calculado la dosis”.

Y en efecto, no puede recomendarse un medicamento responsablemente, si no se tiene certeza acerca de las cantidades que deben consumirse, para que el efecto sea el deseado. Una dosis menor a la adecuada tendrá efectos reducidos e insuficientes, en tanto que una administración excesiva puede conducir a poner el predicamentos la salud del paciente, en lugar de resolver el problema inicial.

La vida es un asunto delicado, es lo más valioso que un ser humano posee, y por ello, la administración de drogas de uso farmacéutico no puede dejarse al “ahí se va”, al “ojo de buen cubero” o al uso del traído y llevado “tanteómetro”. Pero y ¿cómo se calcula una dosis?

El asunto es matemático, muy elemental, pero matemático al fin y al cabo. Los medicamentos tienen vías de acceso diferentes a los mecanismos fisiológicos que le permitirán ejercer su acción curativa. Son de liberación lenta, rápida, prolongada sostenida, y varios más. Sin entrar en detalle del significado de cada una de ellas, bástenos saber que el diseño de cada una de ellas descansa sobre cálculos y modelos matemáticos que no son sencillos. Conocerlos, por lo menos en términos muy generales, enriquecerá la práctica médica , haciéndola mucho más eficaz, y sobre todo eficiente.

Exponer la naturaleza de tales cálculos y modelos puede resultar impropio para un espacio como éste, pero si se tiene la posibilidad de exponer los mecanismo de cálculo de una dosis en la práctica clínica.

El medicamento actúa sobre un cuerpo todo, y el “tamaño” de ese cuerpo determina las cantidades de medicamento necesarios para obtener los efectos buscados. La estatura no es un parámetro definitivo, así como la edad tampoco lo es fuera de la primera infancia. Todos estos son factores importantes, pero lo más relevante es el volumen corporal. El peso puede ser un indicador, ya que la densidad del cuerpo humano es casi constante en cada uno de sus componentes. El peso es un indicador del volumen.

Una simple proporción, una regla de tres, es suficiente para calcular una dosis, en la mayoría de los casos, en lo más común de la práctica médica. Sin embargo, el la administración de algunos medicamentos más delicados se necesita una mayor precisión, y cálculos que involucren una mayor cantidad de parámetros. Un médico que renuncia a conocer la matemática detrás de ello, sólo se resigna a la mediocridad.

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