/ lunes 15 de junio de 2020

La nueva normalidad

En las últimas semanas debido a la crisis sanitaria ocasionada por el coronavirus SAR-CoV-2 y en referencia al periodo posterior a la cuarentena, el sistema político ha utilizado la expresión “nueva normalidad” para caracterizar la etapa de retorno paulatino a las actividades ordinarias suspendidas por el confinamiento social. En esta fase, deberán continuar las medidas sanitarias impuestas por la pandemia hasta convertirse en parte de la cotidianidad. La nueva normalidad es el fondo una nueva manera de vivir que pone en crisis el imperativo individualista. El distanciamiento social, los hábitos de limpieza, el uso de mascarillas, el trabajo a distancia, el comercio electrónico o la educación en línea, serán parte del futuro.

El uso de “nueva normalidad” apareció por primera vez en Estados Unidos durante la crisis crediticia ocurrida entre 2007 y 2008. En Bloomberg News, los periodistas Matthew Benjamin y Rich Miller utilizaron por primera vez esta expresión en un artículo publicado el 18 de mayo de 2008 bajo el título “Post-Subprime Economy Means Subpar Growth as New Normal in U.S”. En el texto, los autores aseguran que la sociedad norteamericana debe “acostumbrarse a una nueva definición de normal”. En años posteriores la frase “new normal” continuó siendo utilizada para referirse a aspectos económicos, como fue la desaceleración económica china del 2012.

Al hablar de normalidad es casi obligatorio acudir a Michel Foucault. Según el filósofo francés “nuestras sociedades son sociedades de normalización, donde las normas que disciplinan a los individuos se articulan con los mecanismos que regulan las poblaciones” (1976). En su teoría, dentro de las sociedades capitalistas se ejerce el poder (biopolítica) mediante la aplicación de tecnologías de dominación como leyes y políticas públicas sobre la vida humana. En su obra “Vigilar y castigar” (2003), Foucault considera que es mediante dispositivos establecidos, prácticas, ideologías y la repetición de conductas la forma en la cual lo normal se naturaliza sin ser cuestionado. Sin embargo, el modelo de orden que prevaleció como forma institucional durante los últimos trescientos años fue sustituido por la autodisciplina del individuo (Lipovetsky, 1992; Bauman, 2006 y Han, 2002).

Con la pandemia provocada por el COVID-19 durante el 2020, la “nueva normalidad” se trasladó de otros contextos para aplicarse a la actual realidad social. Algunos pensadores ven el futuro de este nuevo orden como el retorno de viejas estructuras de control social que ya habían sido superadas. Así ocurre en algunos países asiáticos como China, Japón, Taiwán o Singapur, donde el uso invasivo de tecnologías de la información y la comunicación permitió afrontar la eventualidad sanitaria. En las sociedades individualizadas (Bauman, 2001), las leyes y la obediencia a las autoridades son flexibles. El dinero y la información moldean la vida colectiva y personal. Lo político se orienta por la rentabilidad. Las personas gozan de amplios márgenes de libertad para pensar, decir y actuar. En parte por esto, las medidas de contingencia no serán efectivas. En algunas sociedades, esto implicará el regreso de medidas abandonadas en el siglo XX por la desbordante desobediencia individualista.

En las últimas semanas debido a la crisis sanitaria ocasionada por el coronavirus SAR-CoV-2 y en referencia al periodo posterior a la cuarentena, el sistema político ha utilizado la expresión “nueva normalidad” para caracterizar la etapa de retorno paulatino a las actividades ordinarias suspendidas por el confinamiento social. En esta fase, deberán continuar las medidas sanitarias impuestas por la pandemia hasta convertirse en parte de la cotidianidad. La nueva normalidad es el fondo una nueva manera de vivir que pone en crisis el imperativo individualista. El distanciamiento social, los hábitos de limpieza, el uso de mascarillas, el trabajo a distancia, el comercio electrónico o la educación en línea, serán parte del futuro.

El uso de “nueva normalidad” apareció por primera vez en Estados Unidos durante la crisis crediticia ocurrida entre 2007 y 2008. En Bloomberg News, los periodistas Matthew Benjamin y Rich Miller utilizaron por primera vez esta expresión en un artículo publicado el 18 de mayo de 2008 bajo el título “Post-Subprime Economy Means Subpar Growth as New Normal in U.S”. En el texto, los autores aseguran que la sociedad norteamericana debe “acostumbrarse a una nueva definición de normal”. En años posteriores la frase “new normal” continuó siendo utilizada para referirse a aspectos económicos, como fue la desaceleración económica china del 2012.

Al hablar de normalidad es casi obligatorio acudir a Michel Foucault. Según el filósofo francés “nuestras sociedades son sociedades de normalización, donde las normas que disciplinan a los individuos se articulan con los mecanismos que regulan las poblaciones” (1976). En su teoría, dentro de las sociedades capitalistas se ejerce el poder (biopolítica) mediante la aplicación de tecnologías de dominación como leyes y políticas públicas sobre la vida humana. En su obra “Vigilar y castigar” (2003), Foucault considera que es mediante dispositivos establecidos, prácticas, ideologías y la repetición de conductas la forma en la cual lo normal se naturaliza sin ser cuestionado. Sin embargo, el modelo de orden que prevaleció como forma institucional durante los últimos trescientos años fue sustituido por la autodisciplina del individuo (Lipovetsky, 1992; Bauman, 2006 y Han, 2002).

Con la pandemia provocada por el COVID-19 durante el 2020, la “nueva normalidad” se trasladó de otros contextos para aplicarse a la actual realidad social. Algunos pensadores ven el futuro de este nuevo orden como el retorno de viejas estructuras de control social que ya habían sido superadas. Así ocurre en algunos países asiáticos como China, Japón, Taiwán o Singapur, donde el uso invasivo de tecnologías de la información y la comunicación permitió afrontar la eventualidad sanitaria. En las sociedades individualizadas (Bauman, 2001), las leyes y la obediencia a las autoridades son flexibles. El dinero y la información moldean la vida colectiva y personal. Lo político se orienta por la rentabilidad. Las personas gozan de amplios márgenes de libertad para pensar, decir y actuar. En parte por esto, las medidas de contingencia no serán efectivas. En algunas sociedades, esto implicará el regreso de medidas abandonadas en el siglo XX por la desbordante desobediencia individualista.