/ miércoles 8 de enero de 2020

La parte que nos toca

Al inicio del año todo son buenos deseos y felicitaciones. Suele haber un ambiente de esperanza en que las cosas irán mejor, o al menos así lo sienten muchos. No faltan a veces los pesimistas disfrazados de “realistas”, es decir, aquellos que por augurar que las cosas irán igual o peor, creen que son más certeras sus profecías. La verdad es que unos y otros tienen algo de razón. No debemos ser ingenuos, ni catastrofistas. Hay cosas buenas y malas, y mucho de lo que sucede no depende de nosotros.

Lo que sí depende de nosotros es cómo afrontamos la vida, cómo vamos buscando el éxito en los roles que jugamos. A veces aunque hagamos algo las cosas no cambian, pero es más seguro que no mejorarán si no hacemos nada. No basta con tener buenos deseos, ni basta “decretar” algo para que suceda. Hay que poner manos a la obra, o al menos intentarlo. El esfuerzo es ya una ganancia.

Quiero tener salud, pero si no hago ejercicio físico, si no cuido lo que como, si no hago caso a los síntomas de que algo no anda bien en mi cuerpo, si no duermo suficiente, o si simplemente no me cuido, quizá no baste querer tener salud.

Quiero tener dinero, pero si no me gusta mucho trabajar y esforzarme, si no tengo un control entre lo que gano y lo que gasto, si no sé ahorrar, si no me esfuerzo por tener un mejor empleo, por ser un mejor jefe o compañero de trabajo para que me vaya bien, quizá mis finanzas no mejoren. Hacer rendir el dinero no significa estar apegado a él.

Quiero tener amor, pero si no lucho por ser menos egoísta, si solo pienso en mí y no busco hacer felices a los que me rodean o quizá solo quiero utilizarlos, entonces es probable que más que amor, encuentre rechazo. Y sería triste pensar que es culpa de los demás y no mía.

Si esperamos nuevos resultados este año, en cualquier aspecto, haciendo sin embargo lo mismo de siempre, es casi seguro que nada cambiará. Hay que aceptar las cosas que no podemos cambiar, pero detectar las que sí podemos. A veces esto último es más difícil, porque no siempre nos gusta esforzarnos.

Vivir bien es un arte, es decir, no hay recetas, ni tampoco es siempre sencillo. No pensemos que basta “decretar” un año feliz, hay que poner los medios, hasta donde sea posible, para que sea una realidad. Dios está de nuestra parte, por eso hay que encomendarnos a Él, pero no esperar que haga la parte que nos toca. ¡Gracias!

Al inicio del año todo son buenos deseos y felicitaciones. Suele haber un ambiente de esperanza en que las cosas irán mejor, o al menos así lo sienten muchos. No faltan a veces los pesimistas disfrazados de “realistas”, es decir, aquellos que por augurar que las cosas irán igual o peor, creen que son más certeras sus profecías. La verdad es que unos y otros tienen algo de razón. No debemos ser ingenuos, ni catastrofistas. Hay cosas buenas y malas, y mucho de lo que sucede no depende de nosotros.

Lo que sí depende de nosotros es cómo afrontamos la vida, cómo vamos buscando el éxito en los roles que jugamos. A veces aunque hagamos algo las cosas no cambian, pero es más seguro que no mejorarán si no hacemos nada. No basta con tener buenos deseos, ni basta “decretar” algo para que suceda. Hay que poner manos a la obra, o al menos intentarlo. El esfuerzo es ya una ganancia.

Quiero tener salud, pero si no hago ejercicio físico, si no cuido lo que como, si no hago caso a los síntomas de que algo no anda bien en mi cuerpo, si no duermo suficiente, o si simplemente no me cuido, quizá no baste querer tener salud.

Quiero tener dinero, pero si no me gusta mucho trabajar y esforzarme, si no tengo un control entre lo que gano y lo que gasto, si no sé ahorrar, si no me esfuerzo por tener un mejor empleo, por ser un mejor jefe o compañero de trabajo para que me vaya bien, quizá mis finanzas no mejoren. Hacer rendir el dinero no significa estar apegado a él.

Quiero tener amor, pero si no lucho por ser menos egoísta, si solo pienso en mí y no busco hacer felices a los que me rodean o quizá solo quiero utilizarlos, entonces es probable que más que amor, encuentre rechazo. Y sería triste pensar que es culpa de los demás y no mía.

Si esperamos nuevos resultados este año, en cualquier aspecto, haciendo sin embargo lo mismo de siempre, es casi seguro que nada cambiará. Hay que aceptar las cosas que no podemos cambiar, pero detectar las que sí podemos. A veces esto último es más difícil, porque no siempre nos gusta esforzarnos.

Vivir bien es un arte, es decir, no hay recetas, ni tampoco es siempre sencillo. No pensemos que basta “decretar” un año feliz, hay que poner los medios, hasta donde sea posible, para que sea una realidad. Dios está de nuestra parte, por eso hay que encomendarnos a Él, pero no esperar que haga la parte que nos toca. ¡Gracias!