/ jueves 29 de octubre de 2020

La puerta de Jano │ Cultura, Iglesia y educación

El sábado 24 del mes en curso la Diócesis de Zacatecas invitó a dialogar sobre el papel de la iglesia en la cultura. Si, desde la vertiente culturalista, asumiéramos a ésta como: las pautas de significados históricamente transmitidos y encarnados en formas simbólicas; o bien, desde el estructuralismo, como un sistema de percepciones de la realidad que abarca fenómenos, acciones y gestos inimaginables, es importante señalar que la iglesia en Zacatecas ha sido a la vez constructora y heredera de una serie de símbolos culturales que permiten una identidad propia y en ese sentido puede valorarse todo aquello que nos identifica, tal como: la lengua, el arte ritual, los modos de interrelación, el legado artístico, los acervos en los que se atesora nuestra historia como archivos, bibliotecas, ornamentos religiosos y hasta las formas de transmitir la educación ya sea formal (por la escuela) e informal (en la familia).

Desde esta perspectiva antropológica y simbólica, la Diócesis de Zacatecas ha sido respetuosa del uso y empleo de los bienes comunes, favoreciendo tanto el apoyo a la apertura y conservación de museos, bibliotecas, archivos, escuelas; así como el impulso de fiestas patronales, adaptación a la música popular, promoción de la música de conservatorio, fomento de la danza y propiciando el estudio de los fenómenos y las expresiones artísticas para reconocer y fortalecer el patrimonio de nuestro entorno; contribuyendo con ello a nuestro posicionamiento tanto a nivel nacional como internacional.

Es posible señalar que un gran porcentaje de la calidad como Ciudad Patrimonio de la Humanidad se haya logrado gracias al cuidado que ha prodigado la iglesia frente a sus recursos culturales: fachadas de iglesias, retablos interiores, arte mobiliar sacro, festividades, peregrinaciones, ceremonias, gastronomía ritual, etc. ya que son ellas las que aportan el sentido de pertenencia que en momentos difíciles como estos precisa la humanidad para sobrevivir a contingencias, inseguridades y aislamiento.

De cara al siglo XXI alzamos el rostro frente a un nuevo humanismo en el que los recursos éticos deben ser reforzados y donde todo aquello que nos distinga: ciencia, tecnología, viajes, estudios, arte, deporte, nos permita promover el conocimiento y la fraternidad entre las personas.

Es importante apelar a la creatividad, promotora de la libertad y de la vocación integral del ser humano, a fin de favorecer el dialogo de la migración frente a una realidad multicultural en donde la iglesia se permita la oportunidad de propiciar el intercambio desde un lenguaje universal y donde una de las más importantes consignas sea la de rescatar a la generalidad de creyentes y no creyentes del inminente deterioro del tejido social.

Así pues, las ventajas de un concierto entre la iglesia y la sociedad pueden resumirse en la custodia común de nuestro patrimonio tangible e intangible, en la sinergia y colaboración hacia la investigación, promoción y difusión de dicho patrimonio, toda vez que nuestro objetivo común es el resguardo de la sociedad, la protección de los Derechos Humanos, la promoción de la paz y también la cooperación para el desarrollo humano.

El sábado 24 del mes en curso la Diócesis de Zacatecas invitó a dialogar sobre el papel de la iglesia en la cultura. Si, desde la vertiente culturalista, asumiéramos a ésta como: las pautas de significados históricamente transmitidos y encarnados en formas simbólicas; o bien, desde el estructuralismo, como un sistema de percepciones de la realidad que abarca fenómenos, acciones y gestos inimaginables, es importante señalar que la iglesia en Zacatecas ha sido a la vez constructora y heredera de una serie de símbolos culturales que permiten una identidad propia y en ese sentido puede valorarse todo aquello que nos identifica, tal como: la lengua, el arte ritual, los modos de interrelación, el legado artístico, los acervos en los que se atesora nuestra historia como archivos, bibliotecas, ornamentos religiosos y hasta las formas de transmitir la educación ya sea formal (por la escuela) e informal (en la familia).

Desde esta perspectiva antropológica y simbólica, la Diócesis de Zacatecas ha sido respetuosa del uso y empleo de los bienes comunes, favoreciendo tanto el apoyo a la apertura y conservación de museos, bibliotecas, archivos, escuelas; así como el impulso de fiestas patronales, adaptación a la música popular, promoción de la música de conservatorio, fomento de la danza y propiciando el estudio de los fenómenos y las expresiones artísticas para reconocer y fortalecer el patrimonio de nuestro entorno; contribuyendo con ello a nuestro posicionamiento tanto a nivel nacional como internacional.

Es posible señalar que un gran porcentaje de la calidad como Ciudad Patrimonio de la Humanidad se haya logrado gracias al cuidado que ha prodigado la iglesia frente a sus recursos culturales: fachadas de iglesias, retablos interiores, arte mobiliar sacro, festividades, peregrinaciones, ceremonias, gastronomía ritual, etc. ya que son ellas las que aportan el sentido de pertenencia que en momentos difíciles como estos precisa la humanidad para sobrevivir a contingencias, inseguridades y aislamiento.

De cara al siglo XXI alzamos el rostro frente a un nuevo humanismo en el que los recursos éticos deben ser reforzados y donde todo aquello que nos distinga: ciencia, tecnología, viajes, estudios, arte, deporte, nos permita promover el conocimiento y la fraternidad entre las personas.

Es importante apelar a la creatividad, promotora de la libertad y de la vocación integral del ser humano, a fin de favorecer el dialogo de la migración frente a una realidad multicultural en donde la iglesia se permita la oportunidad de propiciar el intercambio desde un lenguaje universal y donde una de las más importantes consignas sea la de rescatar a la generalidad de creyentes y no creyentes del inminente deterioro del tejido social.

Así pues, las ventajas de un concierto entre la iglesia y la sociedad pueden resumirse en la custodia común de nuestro patrimonio tangible e intangible, en la sinergia y colaboración hacia la investigación, promoción y difusión de dicho patrimonio, toda vez que nuestro objetivo común es el resguardo de la sociedad, la protección de los Derechos Humanos, la promoción de la paz y también la cooperación para el desarrollo humano.