/ viernes 8 de mayo de 2020

La puerta de Jano │ Hay de libros a libros

Hace tiempo que quería comentar con ustedes un pequeño libro que encontré años atrás en la encantadora librería del ISA (Instituto Superior de Artes) de la Habana, Cuba. Se llama “El arte de investigar el arte” y está escrito por sus autores Luis Álvarez Álvarez y Gaspar Barreto Argilagos de la colección Diálogo. Se autodefine como un volumen que reúne “el instrumental teórico metodológico más actualizado (2010) y que aporta herramientas y ejemplos prácticos de inestimable actualidad”.

Hace una semana afirmaba que en el aprendizaje del arte - para mí - la existencia, visita, revisión y estudio de los museos era imprescindible (aunque el tema del coleccionismo y su formato decimonónico es otra cosa que luego hablaré con ustedes). Obviamente el mundo de la investigación y la enseñanza del arte es tan vasto que no es la única forma de afrontar la estética: pasada, actual o futura. Este libro sorprende porque aun plantea y separa dos formas de “conocer el arte”: la epistemología cuantitativa y la epistemología cualitativa. Hace diez años hubiera estado de acuerdo con esta taxonomía.

Hoy tengo mis reservas, pero reconozco la necesidad, toda vez que aunque el método tiene sus orígenes desde la reflexión pre-científica griega y romana hasta su máximo esplendor (el positivismo), hoy ha tomado nuevos bríos como antes lo señalaba. Partamos de un hecho: actualmente las expresiones artísticas son tan complejas y transversales que difícilmente las puedes cuadrar en investigaciones “contables” o “cualitativas”. Este libro Incluso dedica una parte al método de la estadística, experimental y a las pruebas de hipótesis.

Si bien también anteriormente he hablado de la relación indispensable entre la economía y el arte para entender un fenómeno socio-político y cultural, aquí entra la relevancia y especificidad del dato estadístico como materia base para analizar las artes y la cultura de paso. Recientemente lo revisé en el Diplomado que tuve el honor de cursar con el Dr. Uriel Bustamante Lozano de la Universidad Nacional de Colombia y el Doctorado en Estudios del Desarrollo de la UAZ.

Este libro pues, plantea el abordaje del arte desde el formato tradicional de lo que se conoce como protocolo de investigación. Esto está muy lejos de los productos salidos de algunas asociaciones, institutos, centros y sociedades locales que promueven “el arte”. Me refiero a aparatosos volúmenes con fotografías extraordinarias de algún autor o tema en específico con cero, repito: cero investigación. Yo misma, cuando hice la publicación de la entrevista que le formulé a Octavio Alvarado, descubrí lo maravilloso que es publicar una simple transcripción con preguntas “inteligentes” y respuestas “descomunales”.

Desafortunadamente la banalidad del mercado del arte nos arroja a elaborar este tipo de productos. Leer y analizar este libro te instala en una zona difícil de soslayar.

Si quienes nos dedicamos a la academia no nos tomamos en serio la investigación del arte, estamos condenados a ser autores fútiles de obras grandiosas que servirán muy bien de adorno en la mesota de centro de una sala chic de cualquier político de altura.

Hace tiempo que quería comentar con ustedes un pequeño libro que encontré años atrás en la encantadora librería del ISA (Instituto Superior de Artes) de la Habana, Cuba. Se llama “El arte de investigar el arte” y está escrito por sus autores Luis Álvarez Álvarez y Gaspar Barreto Argilagos de la colección Diálogo. Se autodefine como un volumen que reúne “el instrumental teórico metodológico más actualizado (2010) y que aporta herramientas y ejemplos prácticos de inestimable actualidad”.

Hace una semana afirmaba que en el aprendizaje del arte - para mí - la existencia, visita, revisión y estudio de los museos era imprescindible (aunque el tema del coleccionismo y su formato decimonónico es otra cosa que luego hablaré con ustedes). Obviamente el mundo de la investigación y la enseñanza del arte es tan vasto que no es la única forma de afrontar la estética: pasada, actual o futura. Este libro sorprende porque aun plantea y separa dos formas de “conocer el arte”: la epistemología cuantitativa y la epistemología cualitativa. Hace diez años hubiera estado de acuerdo con esta taxonomía.

Hoy tengo mis reservas, pero reconozco la necesidad, toda vez que aunque el método tiene sus orígenes desde la reflexión pre-científica griega y romana hasta su máximo esplendor (el positivismo), hoy ha tomado nuevos bríos como antes lo señalaba. Partamos de un hecho: actualmente las expresiones artísticas son tan complejas y transversales que difícilmente las puedes cuadrar en investigaciones “contables” o “cualitativas”. Este libro Incluso dedica una parte al método de la estadística, experimental y a las pruebas de hipótesis.

Si bien también anteriormente he hablado de la relación indispensable entre la economía y el arte para entender un fenómeno socio-político y cultural, aquí entra la relevancia y especificidad del dato estadístico como materia base para analizar las artes y la cultura de paso. Recientemente lo revisé en el Diplomado que tuve el honor de cursar con el Dr. Uriel Bustamante Lozano de la Universidad Nacional de Colombia y el Doctorado en Estudios del Desarrollo de la UAZ.

Este libro pues, plantea el abordaje del arte desde el formato tradicional de lo que se conoce como protocolo de investigación. Esto está muy lejos de los productos salidos de algunas asociaciones, institutos, centros y sociedades locales que promueven “el arte”. Me refiero a aparatosos volúmenes con fotografías extraordinarias de algún autor o tema en específico con cero, repito: cero investigación. Yo misma, cuando hice la publicación de la entrevista que le formulé a Octavio Alvarado, descubrí lo maravilloso que es publicar una simple transcripción con preguntas “inteligentes” y respuestas “descomunales”.

Desafortunadamente la banalidad del mercado del arte nos arroja a elaborar este tipo de productos. Leer y analizar este libro te instala en una zona difícil de soslayar.

Si quienes nos dedicamos a la academia no nos tomamos en serio la investigación del arte, estamos condenados a ser autores fútiles de obras grandiosas que servirán muy bien de adorno en la mesota de centro de una sala chic de cualquier político de altura.