/ viernes 3 de abril de 2020

La puerta de Jano │ La colonialidad del saber

Hace muchos años, cuando comenzaba a preparar mis clases de Historia del Arte, ya tenía bien conocidos los tomos de las enciclopedias. Comenzaban por la Prehistoria, seguía la Antigüedad (las culturas del Medio Oriente); el mundo grecolatino: Grecia y Roma, Edad Media, Renacimiento, Barroco, Neoclásico, Romanticismo y Modernidad que luego se empezaba a fragmentar. Si quería encontrar algo sobre cultura africana, la India, China, Japón o América Latina tenía que ir directamente a los últimos tomos de la enciclopedia y un solo tomo podía incluir todos los temas/ámbitos geográficos que he mencionado. Si pretendía localizar algo sobre Malasia, Australia o un continente lejano y pueblos africanos tenía que recurrir a enciclopedias de etnografía. El eurocentrismo era patente en ese esquema de organización del saber.

La antropóloga argentina Rita Segato, teórica de la pedagogía del conocimiento y creadora de una serie de categorías y conceptos definidores del feminismo plantea cómo la Europa occidental ha creado una colonialidad del saber a través de la fragmentación de la realidad, jerarquizando y esquematizando el conocimiento y con ello el consumo y la reproducción sistemática de la teoría del saber. La educación oficial, como reproductora de las asignaturas que “debemos” incorporar a nuestro imaginario hegemónico, al diseñar estructuras del conocimiento transmite una jerarquización de las ideas y las expresiones de la percepción del mundo y es como vamos privilegiando - particularmente en México - los enfoques de nuestra idea del cosmos.

Rita Segato va aún más allá cuando confiere a esta colonialidad del saber la categorización patriarcal en la que nos vemos sumergidos los y las científicas sociales. El Estado se convierte en una guía del saber, y la educación, que es su subsidiaria, toma un matiz patriarcal al dirigir nuestras miradas hacia un objeto determinado y es la manera de asumir el rol del colonialismo del saber a través del poder patriarcal y de la burocratización del acceso al saber, fragmentando el conocimiento.

La pregunta sería: ¿Cómo podemos contrarrestar los y las educadoras este mecanismo casi automatizado de la transmisión del conocimiento? Es en el marco del autoconocimiento y la autodefinición donde podemos ir surcado las aristas que precisamos para emprender nuestras propias resoluciones y proporciones del mundo que nos rodea.

El método Montessori de 1912 y las escuelas piloto de los años 80 en México hicieron un leve intento de salir de ese marco esquemático de la educación; pero al llegar a las validaciones de los estudios topaban con un techo de cristal que era imposible romper. Es por ello imperante transitar a la conformación de un modelo educativo auto crítico y propositivo, que no sea el reflejo de ideas importadas, sino que se produzcan en el convencimiento de un auto reflejo acorde a las demandas sociales, políticas, económicas de un diagnóstico que nos permita conocer todos y cada uno de los intersticios de nuestra idea global del mundo, sin segmentaciones o fragmentaciones, pero desde nuestras legítimas aristas y enfoques y desde nuestro derecho a construir la historia que nos ha tocado vivir.

Hace muchos años, cuando comenzaba a preparar mis clases de Historia del Arte, ya tenía bien conocidos los tomos de las enciclopedias. Comenzaban por la Prehistoria, seguía la Antigüedad (las culturas del Medio Oriente); el mundo grecolatino: Grecia y Roma, Edad Media, Renacimiento, Barroco, Neoclásico, Romanticismo y Modernidad que luego se empezaba a fragmentar. Si quería encontrar algo sobre cultura africana, la India, China, Japón o América Latina tenía que ir directamente a los últimos tomos de la enciclopedia y un solo tomo podía incluir todos los temas/ámbitos geográficos que he mencionado. Si pretendía localizar algo sobre Malasia, Australia o un continente lejano y pueblos africanos tenía que recurrir a enciclopedias de etnografía. El eurocentrismo era patente en ese esquema de organización del saber.

La antropóloga argentina Rita Segato, teórica de la pedagogía del conocimiento y creadora de una serie de categorías y conceptos definidores del feminismo plantea cómo la Europa occidental ha creado una colonialidad del saber a través de la fragmentación de la realidad, jerarquizando y esquematizando el conocimiento y con ello el consumo y la reproducción sistemática de la teoría del saber. La educación oficial, como reproductora de las asignaturas que “debemos” incorporar a nuestro imaginario hegemónico, al diseñar estructuras del conocimiento transmite una jerarquización de las ideas y las expresiones de la percepción del mundo y es como vamos privilegiando - particularmente en México - los enfoques de nuestra idea del cosmos.

Rita Segato va aún más allá cuando confiere a esta colonialidad del saber la categorización patriarcal en la que nos vemos sumergidos los y las científicas sociales. El Estado se convierte en una guía del saber, y la educación, que es su subsidiaria, toma un matiz patriarcal al dirigir nuestras miradas hacia un objeto determinado y es la manera de asumir el rol del colonialismo del saber a través del poder patriarcal y de la burocratización del acceso al saber, fragmentando el conocimiento.

La pregunta sería: ¿Cómo podemos contrarrestar los y las educadoras este mecanismo casi automatizado de la transmisión del conocimiento? Es en el marco del autoconocimiento y la autodefinición donde podemos ir surcado las aristas que precisamos para emprender nuestras propias resoluciones y proporciones del mundo que nos rodea.

El método Montessori de 1912 y las escuelas piloto de los años 80 en México hicieron un leve intento de salir de ese marco esquemático de la educación; pero al llegar a las validaciones de los estudios topaban con un techo de cristal que era imposible romper. Es por ello imperante transitar a la conformación de un modelo educativo auto crítico y propositivo, que no sea el reflejo de ideas importadas, sino que se produzcan en el convencimiento de un auto reflejo acorde a las demandas sociales, políticas, económicas de un diagnóstico que nos permita conocer todos y cada uno de los intersticios de nuestra idea global del mundo, sin segmentaciones o fragmentaciones, pero desde nuestras legítimas aristas y enfoques y desde nuestro derecho a construir la historia que nos ha tocado vivir.