/ jueves 12 de noviembre de 2020

La puerta de Jano │ La crónica está de luto

Hace muchos años, en el auditorio de la que antes se llamaba Escuela de Minas, yo escuchaba muy atenta lo que mencionaban los actores universitarios que descansaban sus manos serenas en el pódium, mientras un silencio respetuoso rondaba la sala. No tuve tiempo de mirar su rostro, pero alguna diestra mano en la fotografía me hizo girar la cabeza y literalmente me sitió con sus inesperados flashazos. Pensé que ese día estaría yo de suerte, pero el inspirado fotógrafo continuó con mi compañero de junto, luego con otra maestra, luego con un alumno y así pasó de fila en fila fotografiando a todos. Salimos de esa reunión de Consejo Universitario y no supe quién me había sorprendido con sus tomas. Así pasó durante muchos meses y puedo decir que años. Cuando ya había ubicado a la persona, sus propósitos y sabía que guardaba un tremendo archivo de todos y cada uno de los personajes de la Universidad Autónoma de Zacatecas supe que su jubilación estaba cerca. Lo vi muy triste en las oficinas de Rectoría y me platicó que ya se iba. Yo le animé a que hiciera lo posible por quedarse y poco tiempo después se me acercó muy contento para decirme que había sido nombrado el Cronista de la Universidad. Pareciera que le hubieran inyectado bríos. Desde entonces y con más énfasis iba de aquí para allá, tomaba fotos, guardaba registros y era el más activo en las reuniones, informes, juntas, congresos, coloquios y celebraciones.

Cuando desempeñaba el papel de Coordinadora de Investigación en el Instituto Zacatecano de Cultura hube de hablar frente a los cronistas de los municipios de Zacatecas y al momento de dirigirme a ellos me di cuenta de algo que no había asentado en mi profesión de investigadora. Ellos nos daban la materia prima; ellos sudaban la gota gorda para entresacar todas las noticias día a día que luego servirían a un “historiador” de carrera, pero realmente los informantes eran ellos: ellos los que entrevistaban, los que guardaban sus recortes de periódicos, los que pegaban sus fotografías en sus álbumes y les ponían sus pies de foto, los que no descansaban hasta encontrar actas, decretos, nombramientos, estatutos, prescripciones, acuerdos…y las ponían en nuestras manos.

Hoy la Universidad Autónoma de Zacatecas está de luto frente a la partida del ingeniero Uziel Gutiérrez de la Isla, pero no porque haya acumulado tomas fotográficas, sino agradecimientos, sonrisas de los universitarios, empatías, elogios a su trabajo, reconocimiento y diálogos para escribir sus notas sobre la historia de la universidad que tanta falta nos hace para fortalecer nuestra identidad.

Perdemos al cronista y con ello perdemos a la persona que –entregado a nuestra Alma Mater– sabía y detectaba cuáles eran los momentos precisos para explorar y guardar. La memoria y el recuerdo eran sus principios como buen cronista. Sus 35 años de entrega son ahora reconocidos por todo lo que logró, preservó, rescató y animó. Vuele hasta el trono de los hombres ilustres este gran personaje célebre y respetado.


Hace muchos años, en el auditorio de la que antes se llamaba Escuela de Minas, yo escuchaba muy atenta lo que mencionaban los actores universitarios que descansaban sus manos serenas en el pódium, mientras un silencio respetuoso rondaba la sala. No tuve tiempo de mirar su rostro, pero alguna diestra mano en la fotografía me hizo girar la cabeza y literalmente me sitió con sus inesperados flashazos. Pensé que ese día estaría yo de suerte, pero el inspirado fotógrafo continuó con mi compañero de junto, luego con otra maestra, luego con un alumno y así pasó de fila en fila fotografiando a todos. Salimos de esa reunión de Consejo Universitario y no supe quién me había sorprendido con sus tomas. Así pasó durante muchos meses y puedo decir que años. Cuando ya había ubicado a la persona, sus propósitos y sabía que guardaba un tremendo archivo de todos y cada uno de los personajes de la Universidad Autónoma de Zacatecas supe que su jubilación estaba cerca. Lo vi muy triste en las oficinas de Rectoría y me platicó que ya se iba. Yo le animé a que hiciera lo posible por quedarse y poco tiempo después se me acercó muy contento para decirme que había sido nombrado el Cronista de la Universidad. Pareciera que le hubieran inyectado bríos. Desde entonces y con más énfasis iba de aquí para allá, tomaba fotos, guardaba registros y era el más activo en las reuniones, informes, juntas, congresos, coloquios y celebraciones.

Cuando desempeñaba el papel de Coordinadora de Investigación en el Instituto Zacatecano de Cultura hube de hablar frente a los cronistas de los municipios de Zacatecas y al momento de dirigirme a ellos me di cuenta de algo que no había asentado en mi profesión de investigadora. Ellos nos daban la materia prima; ellos sudaban la gota gorda para entresacar todas las noticias día a día que luego servirían a un “historiador” de carrera, pero realmente los informantes eran ellos: ellos los que entrevistaban, los que guardaban sus recortes de periódicos, los que pegaban sus fotografías en sus álbumes y les ponían sus pies de foto, los que no descansaban hasta encontrar actas, decretos, nombramientos, estatutos, prescripciones, acuerdos…y las ponían en nuestras manos.

Hoy la Universidad Autónoma de Zacatecas está de luto frente a la partida del ingeniero Uziel Gutiérrez de la Isla, pero no porque haya acumulado tomas fotográficas, sino agradecimientos, sonrisas de los universitarios, empatías, elogios a su trabajo, reconocimiento y diálogos para escribir sus notas sobre la historia de la universidad que tanta falta nos hace para fortalecer nuestra identidad.

Perdemos al cronista y con ello perdemos a la persona que –entregado a nuestra Alma Mater– sabía y detectaba cuáles eran los momentos precisos para explorar y guardar. La memoria y el recuerdo eran sus principios como buen cronista. Sus 35 años de entrega son ahora reconocidos por todo lo que logró, preservó, rescató y animó. Vuele hasta el trono de los hombres ilustres este gran personaje célebre y respetado.