/ jueves 2 de enero de 2020

La puerta de Jano │ La realidad de las universidades mexicanas II/III

Y -bienvenidos los datos- no he querido continuar esta “conversación” sin decir a ustedes que las afirmaciones del Dr. Enrique Graue tienen un poco de certeza y otro poco de inexactitud. Normalmente cuando tengo alguna duda me remito a los padrones del INEGI, sin olvidar -claro está- que las encuestas tienen un margen de error, habida cuenta que los resultados son mostrados cada cinco años y dependen de otras variables que no detallaré en esta comunicación.

Pues bien, queridos amigos, si ustedes entran a los padrones de INEGI, en el tema de educación podrán contrastar los datos mostrados la semana pasada y verán que el porcentaje de población de ciudadanos de 3 años y más que asiste a la escuela (en 2015), era tan solo del 30.4 %, habiendo bajado del 30.5% registrado en 2010; y que el porcentaje más bajo de la población de 15 años y más alfabeta, en Oaxaca (en 2015) era del 84.2%, mientras que en Ciudad de México (el más alto) era de 97.7%. Qué difícil es creer este tipo de estadísticas cuando has sido profesor. Recuerdo haber dirigido una tesis hace muchos años sobre el índice de lecto-escritura en una pequeña ranchería de Aguascalientes. La autora de la tesis me confesó con lágrimas en los ojos que no podía mentir en una tesis, pero que su trabajo dependía de ello. Yo la impelí a decir la verdad y la verdad era que en la telesecundaria donde trabajaba le obligaban a “pasar” a los muchachos aunque no reunieran el mínimo aprobatorio. Era sencillo: había que “inflar” las cifras.

Pero sigamos con nuestra interesante entrevista. En 2017 la aspiración del sexenio fue llegar a 4 de cada 10 jóvenes que pudieran llegar a estudiar. Quizás sea hasta el final de la 4T que podamos observar el comportamiento de estas cifras. Otra cuestión muy discutible que se abordó en esta charla fue el asunto del desempleo, basado en la eterna pregunta de “para quién o para qué estamos formando”. Pues, muchos egresados del Politécnico y de la UNAM que han estudiado leyes o alguna carrera concurrida – por si no lo sabían - se dedican a ser taxistas (una vez me tocó hablar con uno). La gran pregunta es si los educadores estamos contribuyendo a fortalecer una fábrica de desempleados, pero la respuesta está en que la creación de empleos “es una responsabilidad del Estado y de la iniciativa privada”. ¿Recuerdan las características del sistema educativo finlandés?, bueno, pues ahí está la clave: una armónica y perfecta relación del Estado, el cual conoce las necesidades tanto de su propia maquinaria como de la iniciativa privada, para formar a los jóvenes que van a ingresar a esas fuentes de trabajo. Pero en México hay una enorme - qué digo enorme - inconmensurable brecha entre lo que demandan los sectores primario, secundario y terciario, así como las necesidades de la iniciativa privada y la Educación con E mayúscula, de la cual se hace cargo el Estado en concreto.

Y -bienvenidos los datos- no he querido continuar esta “conversación” sin decir a ustedes que las afirmaciones del Dr. Enrique Graue tienen un poco de certeza y otro poco de inexactitud. Normalmente cuando tengo alguna duda me remito a los padrones del INEGI, sin olvidar -claro está- que las encuestas tienen un margen de error, habida cuenta que los resultados son mostrados cada cinco años y dependen de otras variables que no detallaré en esta comunicación.

Pues bien, queridos amigos, si ustedes entran a los padrones de INEGI, en el tema de educación podrán contrastar los datos mostrados la semana pasada y verán que el porcentaje de población de ciudadanos de 3 años y más que asiste a la escuela (en 2015), era tan solo del 30.4 %, habiendo bajado del 30.5% registrado en 2010; y que el porcentaje más bajo de la población de 15 años y más alfabeta, en Oaxaca (en 2015) era del 84.2%, mientras que en Ciudad de México (el más alto) era de 97.7%. Qué difícil es creer este tipo de estadísticas cuando has sido profesor. Recuerdo haber dirigido una tesis hace muchos años sobre el índice de lecto-escritura en una pequeña ranchería de Aguascalientes. La autora de la tesis me confesó con lágrimas en los ojos que no podía mentir en una tesis, pero que su trabajo dependía de ello. Yo la impelí a decir la verdad y la verdad era que en la telesecundaria donde trabajaba le obligaban a “pasar” a los muchachos aunque no reunieran el mínimo aprobatorio. Era sencillo: había que “inflar” las cifras.

Pero sigamos con nuestra interesante entrevista. En 2017 la aspiración del sexenio fue llegar a 4 de cada 10 jóvenes que pudieran llegar a estudiar. Quizás sea hasta el final de la 4T que podamos observar el comportamiento de estas cifras. Otra cuestión muy discutible que se abordó en esta charla fue el asunto del desempleo, basado en la eterna pregunta de “para quién o para qué estamos formando”. Pues, muchos egresados del Politécnico y de la UNAM que han estudiado leyes o alguna carrera concurrida – por si no lo sabían - se dedican a ser taxistas (una vez me tocó hablar con uno). La gran pregunta es si los educadores estamos contribuyendo a fortalecer una fábrica de desempleados, pero la respuesta está en que la creación de empleos “es una responsabilidad del Estado y de la iniciativa privada”. ¿Recuerdan las características del sistema educativo finlandés?, bueno, pues ahí está la clave: una armónica y perfecta relación del Estado, el cual conoce las necesidades tanto de su propia maquinaria como de la iniciativa privada, para formar a los jóvenes que van a ingresar a esas fuentes de trabajo. Pero en México hay una enorme - qué digo enorme - inconmensurable brecha entre lo que demandan los sectores primario, secundario y terciario, así como las necesidades de la iniciativa privada y la Educación con E mayúscula, de la cual se hace cargo el Estado en concreto.