/ jueves 5 de noviembre de 2020

La puerta de Jano │ Las palabras de los viejos

La educación azteca constaba de una serie de dominios tanto de carácter físico, manual, cognitivo y espiritual. Durante su niñez tanto niños como niñas aprendían las labores domésticas en casa del habitante del calpulli. En la adolescencia ingresaban formalmente a una academia o escuela llamada telpochcalli para estudios prácticos y marciales y al calmécac para estudios sobre escritura, astronomía, poesía, retórica y música, a donde solían ingresar los individuos pertenecientes a la nobleza. Una de las fuentes más importantes en que se basaba esta educación era la lectura y aprendizaje del Huehuetlatolli, que traduce “Las palabras de los viejos”; es decir, el conocimiento ancestral y universal. Esta joya de la cosmogonía azteca se localiza en el Códice Florentino, escrita, traducida y editada por el franciscano Fray Bernardino de Sahagún conocido, en el argot académico, como el primer antropólogo de México, ya que gran parte de sus escritos en náhuatl y castellano son básicos para conocer la cultura azteca del altiplano de México. Su obra: Historia de las Cosas de la Nueva España la conformó recopilando datos a través de grupos de informantes que le llevaron noticias sobre sociedad, cultura, educación, religión, astronomía, agricultura, clima, geografía, trato entre los familiares, guerra, gobierno, etcétera.

Así pues, el Huehuetlatolli, se compone de una serie de discursos o repertorios de frases con contenido retórico, filosofía moral, consejos y teología de los nahuas. Hay varios teóricos mexicanos y extranjeros que han tratado de interpretar este escrito. Ángel María Garibay por ejemplo no lo asume como un tratado erudito de moral, sino como “la palabra de casa, el consejo de los padres”, en este sentido son consejos de los mayores a los hijos; Josefina García Quintana lo traduce como “la palabra antigua”, o aquello que se fue guardando de generación en generación. Salvador Díaz Cíntora, UNAM, 1995) hace uso de la palabra tenonotzaliztli que significa exhortación y es quien ha publicado un estudio específico de este magnífico y revelador escrito.

De este libro comparto un fragmento del Segundo Discurso dirigido a las jóvenes mujeres: “Ya entiendes las cosas, las observas. No por solo tu gusto te degrades, no avergüences por nada a nuestros señores, los señores reyes que nos dejaron al irse, no seas macegual, no acabes de macegual”. El macegual, en la sociedad azteca era el individuo que había nacido para servir y trabajar para la clase noble, primordialmente era gente de campo. Aun en el periodo colonial siguieron conservando sus estatus y sus obligaciones. Lo interesante de este párrafo es que se dirige a la mujer y a ella la reivindica como mujer y como noble. Con palabras sencillas, pero significados polisémicos el Huehuetlatolli se despliega dividido en siete discursos dirigidos a hombrecitos y mujercitas que es un gusto leer y lo recomiendo. Visto como curiosidad o de forma erudita no deja de ser una retórica recurrente en muchas culturas pasadas y modernas y que Fray Bernardino de Sahagún puso en nuestras manos para fortuna de los conocedores y buscadores de la cultura azteca.


La educación azteca constaba de una serie de dominios tanto de carácter físico, manual, cognitivo y espiritual. Durante su niñez tanto niños como niñas aprendían las labores domésticas en casa del habitante del calpulli. En la adolescencia ingresaban formalmente a una academia o escuela llamada telpochcalli para estudios prácticos y marciales y al calmécac para estudios sobre escritura, astronomía, poesía, retórica y música, a donde solían ingresar los individuos pertenecientes a la nobleza. Una de las fuentes más importantes en que se basaba esta educación era la lectura y aprendizaje del Huehuetlatolli, que traduce “Las palabras de los viejos”; es decir, el conocimiento ancestral y universal. Esta joya de la cosmogonía azteca se localiza en el Códice Florentino, escrita, traducida y editada por el franciscano Fray Bernardino de Sahagún conocido, en el argot académico, como el primer antropólogo de México, ya que gran parte de sus escritos en náhuatl y castellano son básicos para conocer la cultura azteca del altiplano de México. Su obra: Historia de las Cosas de la Nueva España la conformó recopilando datos a través de grupos de informantes que le llevaron noticias sobre sociedad, cultura, educación, religión, astronomía, agricultura, clima, geografía, trato entre los familiares, guerra, gobierno, etcétera.

Así pues, el Huehuetlatolli, se compone de una serie de discursos o repertorios de frases con contenido retórico, filosofía moral, consejos y teología de los nahuas. Hay varios teóricos mexicanos y extranjeros que han tratado de interpretar este escrito. Ángel María Garibay por ejemplo no lo asume como un tratado erudito de moral, sino como “la palabra de casa, el consejo de los padres”, en este sentido son consejos de los mayores a los hijos; Josefina García Quintana lo traduce como “la palabra antigua”, o aquello que se fue guardando de generación en generación. Salvador Díaz Cíntora, UNAM, 1995) hace uso de la palabra tenonotzaliztli que significa exhortación y es quien ha publicado un estudio específico de este magnífico y revelador escrito.

De este libro comparto un fragmento del Segundo Discurso dirigido a las jóvenes mujeres: “Ya entiendes las cosas, las observas. No por solo tu gusto te degrades, no avergüences por nada a nuestros señores, los señores reyes que nos dejaron al irse, no seas macegual, no acabes de macegual”. El macegual, en la sociedad azteca era el individuo que había nacido para servir y trabajar para la clase noble, primordialmente era gente de campo. Aun en el periodo colonial siguieron conservando sus estatus y sus obligaciones. Lo interesante de este párrafo es que se dirige a la mujer y a ella la reivindica como mujer y como noble. Con palabras sencillas, pero significados polisémicos el Huehuetlatolli se despliega dividido en siete discursos dirigidos a hombrecitos y mujercitas que es un gusto leer y lo recomiendo. Visto como curiosidad o de forma erudita no deja de ser una retórica recurrente en muchas culturas pasadas y modernas y que Fray Bernardino de Sahagún puso en nuestras manos para fortuna de los conocedores y buscadores de la cultura azteca.