/ jueves 28 de mayo de 2020

La puerta de Jano │ No sólo de pan vive el hombre

Hace días tuve la oportunidad de convivir y conversar frente a un auditorio de 33 personas vía remota. Mi amiga, la Dra. Lorena Salas, me invitó a dialogar en un proyecto que agendó por Covid-19 logrando con ello creo que a un público más nutrido: Austin, Tx, León, Gto., San Luis Potosí, Fresnillo y Zacatecas. Lo que me permití plantear en la charla fue un tema que en nuestro entorno inmediato se ha escuchado poco: la economía naranja, mismo que conocí por primera vez en un viaje a Berkeley.

Transbordando del aeropuerto al centro de San Francisco entablé diálogo con una couching colombiana que me lo dio a conocer y luego de una tarde agradable ya lo tenía en mi computadora cuando ahora se ha traducido en más de 7 idiomas y arroja más de 17 mil descargas. ¿Qué se sabe de la Economía Naranja? Hasta el momento, es un proyecto que se vende como motor de desarrollo, económico obviamente, pero que descansa en la venta de algo que suena poco incómodo decir: el talento. Puede resumirse como “el conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual”.

En la charla me detuve sobre todo en este último punto: la propiedad intelectual o el Derecho de Autor que muchos desdeñamos. Nos han lavado tanto el cerebro con el tema de la prodigalidad y la dádiva desinteresada que nos hemos pasado la vida regalando nuestro trabajo. Digo nuestro porque, aunque no lo crean por mis venas corre vena de artista.

Pero ¿a qué voy? Bueno, que esta dichosa economía quiere, según sus creadores (Iván Duque Márquez, actual Presidente de Colombia y Felipe Buitrago Restrepo; ambos consejero y consultor del Banco Interamericano de Desarrollo) que todo lo que sea talento (patrimonio, artes, medios digitales, creaciones, producciones intelectuales) pueda ser “vendido” y con ello aumentar el PIB (Producto Interno Bruto) al grado de competir con materias primas como el petróleo, la minería, los recursos naturales.

No soy quien para cuestionar esta propuesta ya que no soy economista, pero lo que sí hice fue buscar la reacción de los artistas colombianos frente a la iniciativa de la Ley Naranja decretada el 23 de mayo de 2017 que sube a Ley la Economía Naranja.

Las reacciones no se dejaron esperar y los artistas e intelectuales protestaron por varias razones: suponen la economía naranja como un recurso para usar insumos que se están terminando; soltaron la hipótesis de que era una medida de protección para la economía colombiana en decadencia; argumentaron que un artesano rural no puede competir con un empresario de Hollywood; la acusan de ir a favor de la desnacionalización de la cultura y que es un golpe mortal contra el arte.

Insisto, el Director de El Sol solo me permite 500 palabras, pero a reserva de que después siga platicando de esto pregunto: de verás creen que ¿no sólo de pan vive el hombre?

Hace días tuve la oportunidad de convivir y conversar frente a un auditorio de 33 personas vía remota. Mi amiga, la Dra. Lorena Salas, me invitó a dialogar en un proyecto que agendó por Covid-19 logrando con ello creo que a un público más nutrido: Austin, Tx, León, Gto., San Luis Potosí, Fresnillo y Zacatecas. Lo que me permití plantear en la charla fue un tema que en nuestro entorno inmediato se ha escuchado poco: la economía naranja, mismo que conocí por primera vez en un viaje a Berkeley.

Transbordando del aeropuerto al centro de San Francisco entablé diálogo con una couching colombiana que me lo dio a conocer y luego de una tarde agradable ya lo tenía en mi computadora cuando ahora se ha traducido en más de 7 idiomas y arroja más de 17 mil descargas. ¿Qué se sabe de la Economía Naranja? Hasta el momento, es un proyecto que se vende como motor de desarrollo, económico obviamente, pero que descansa en la venta de algo que suena poco incómodo decir: el talento. Puede resumirse como “el conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual”.

En la charla me detuve sobre todo en este último punto: la propiedad intelectual o el Derecho de Autor que muchos desdeñamos. Nos han lavado tanto el cerebro con el tema de la prodigalidad y la dádiva desinteresada que nos hemos pasado la vida regalando nuestro trabajo. Digo nuestro porque, aunque no lo crean por mis venas corre vena de artista.

Pero ¿a qué voy? Bueno, que esta dichosa economía quiere, según sus creadores (Iván Duque Márquez, actual Presidente de Colombia y Felipe Buitrago Restrepo; ambos consejero y consultor del Banco Interamericano de Desarrollo) que todo lo que sea talento (patrimonio, artes, medios digitales, creaciones, producciones intelectuales) pueda ser “vendido” y con ello aumentar el PIB (Producto Interno Bruto) al grado de competir con materias primas como el petróleo, la minería, los recursos naturales.

No soy quien para cuestionar esta propuesta ya que no soy economista, pero lo que sí hice fue buscar la reacción de los artistas colombianos frente a la iniciativa de la Ley Naranja decretada el 23 de mayo de 2017 que sube a Ley la Economía Naranja.

Las reacciones no se dejaron esperar y los artistas e intelectuales protestaron por varias razones: suponen la economía naranja como un recurso para usar insumos que se están terminando; soltaron la hipótesis de que era una medida de protección para la economía colombiana en decadencia; argumentaron que un artesano rural no puede competir con un empresario de Hollywood; la acusan de ir a favor de la desnacionalización de la cultura y que es un golpe mortal contra el arte.

Insisto, el Director de El Sol solo me permite 500 palabras, pero a reserva de que después siga platicando de esto pregunto: de verás creen que ¿no sólo de pan vive el hombre?