/ jueves 18 de marzo de 2021

La puerta de Jano │ Paisaje y cine mexicano I

A principios del siglo XX, México se encontraba en una época de apertura con respecto al exterior, lo cual se manifestaba en el afán por colocarse a la altura de las naciones cultas del mundo. La moda extranjera de los estilos y materiales de construcción, estuvo ligada a la llegada de la cinematografía con los hermanos Lumière que en aquel tiempo se reducía a significativas tomas de breves minutos que fueron conocidas como “vistas”. El mismo Porfirio Díaz fue uno de los primeros modelos-actores de este genial invento introducido desde el sesgo de la modernidad. Tras la famosa vista titulada “El presidente de la República paseando a caballo por el castillo de Chapultepec”, incursionaron incipientes guionistas como Bernard y Vyere que en 1896 filmaron cerca de 25 películas en México y Guadalajara. Las batallas de Francisco Villa dónde él mismo se convirtió en productor y actor de los cortometrajes se convirtieron en el centro de interés de una serie de productores norteamericanos ansiosos de testimoniar el movimiento armado de su vecino país.

La primera película donde puede decirse que hubo un guión preparado independiente de los cortometrajes sobre las guerrillas de la Revolución fue El automóvil gris o La banda del Automóvil gris, entre cuyo reparto y productores se encontraban: Juan Canals de Homs, Joaquín Coss y Juan Manuel Cabrera. Fue una película producida en 1919 pero sonorizada y musicalizada hasta 1933. Era un film cuyo género era un drama policíaco con un metraje original de 24 rollos y un serial de 12 episodios. Las escenas predominantemente de interior mostraban close up de pequeñas y apretadas habitaciones desde donde operaban los bandoleros del automóvil gris.

La película propiamente sonora que México lanzó al mundo fue la realizada en 1931 y sacada a la luz en 1932: Santa, que mostró más exteriores, ya que fue filmada en Chimalistac y la segunda parte corría dentro de un salón a donde se fue a refugiar Santa después de haber sido burlada por un militar. Después vendrían “El compadre Mendoza” (1933) cuyas tomas serían localizadas prioritariamente en la casa hacienda de un importante terrateniente en el sur del país y que, de acuerdo al vaivén político de los tiempos, cambiaba de bando a fin de proteger su patrimonio. “Vámonos con Pancho Villa” (1936) ponderó el paisaje desértico en un pueblo norteño y ficticio llamado San Pablo donde habitaba Tiburcio Maya, protagonista de la película adherido a las fuerzas de Villa. Las tomas van pasando del paisaje rural de la casa de Tiburcio, al camino en tren y a caballo de las huestes de Villa y a medida que se van acercando a Torreón los escenarios los componían ruinas de haciendas abandonadas por la Revolución, pueblos deshabitados y un fuerte de los federales hasta su entrada triunfal a la ciudad de Torreón que muestra una calle ancha, con casas de dos niveles por donde asoman los civiles desde sus balcones y una cantina antigua donde se desarrolla el clímax de la película.

A principios del siglo XX, México se encontraba en una época de apertura con respecto al exterior, lo cual se manifestaba en el afán por colocarse a la altura de las naciones cultas del mundo. La moda extranjera de los estilos y materiales de construcción, estuvo ligada a la llegada de la cinematografía con los hermanos Lumière que en aquel tiempo se reducía a significativas tomas de breves minutos que fueron conocidas como “vistas”. El mismo Porfirio Díaz fue uno de los primeros modelos-actores de este genial invento introducido desde el sesgo de la modernidad. Tras la famosa vista titulada “El presidente de la República paseando a caballo por el castillo de Chapultepec”, incursionaron incipientes guionistas como Bernard y Vyere que en 1896 filmaron cerca de 25 películas en México y Guadalajara. Las batallas de Francisco Villa dónde él mismo se convirtió en productor y actor de los cortometrajes se convirtieron en el centro de interés de una serie de productores norteamericanos ansiosos de testimoniar el movimiento armado de su vecino país.

La primera película donde puede decirse que hubo un guión preparado independiente de los cortometrajes sobre las guerrillas de la Revolución fue El automóvil gris o La banda del Automóvil gris, entre cuyo reparto y productores se encontraban: Juan Canals de Homs, Joaquín Coss y Juan Manuel Cabrera. Fue una película producida en 1919 pero sonorizada y musicalizada hasta 1933. Era un film cuyo género era un drama policíaco con un metraje original de 24 rollos y un serial de 12 episodios. Las escenas predominantemente de interior mostraban close up de pequeñas y apretadas habitaciones desde donde operaban los bandoleros del automóvil gris.

La película propiamente sonora que México lanzó al mundo fue la realizada en 1931 y sacada a la luz en 1932: Santa, que mostró más exteriores, ya que fue filmada en Chimalistac y la segunda parte corría dentro de un salón a donde se fue a refugiar Santa después de haber sido burlada por un militar. Después vendrían “El compadre Mendoza” (1933) cuyas tomas serían localizadas prioritariamente en la casa hacienda de un importante terrateniente en el sur del país y que, de acuerdo al vaivén político de los tiempos, cambiaba de bando a fin de proteger su patrimonio. “Vámonos con Pancho Villa” (1936) ponderó el paisaje desértico en un pueblo norteño y ficticio llamado San Pablo donde habitaba Tiburcio Maya, protagonista de la película adherido a las fuerzas de Villa. Las tomas van pasando del paisaje rural de la casa de Tiburcio, al camino en tren y a caballo de las huestes de Villa y a medida que se van acercando a Torreón los escenarios los componían ruinas de haciendas abandonadas por la Revolución, pueblos deshabitados y un fuerte de los federales hasta su entrada triunfal a la ciudad de Torreón que muestra una calle ancha, con casas de dos niveles por donde asoman los civiles desde sus balcones y una cantina antigua donde se desarrolla el clímax de la película.