/ jueves 23 de julio de 2020

La puerta de Jano | Eduard Punset I (educación)

El 22 de mayo de 2019 murió un gran personaje español al que yo solía seguir. Economista, jurista, diplomático y, en sus últimos años, un científico divulgador de la ciencia, la neurobiología y muchísimos tópicos interesantes que pocos se habían atrevido a abordar desde ámbitos interdisciplinares (la química, la biología y la antropología, para explicar esencias como: la educación emocional, la memoria, los recuerdos, la química del amor, los sueños, etc.). Me estoy refiriendo a Eduard Punset quien, con su partida, deja un gran vacío en este tipo de investigaciones, pero que nos alienta a continuarlas y demandar más responsabilidad en el abordaje de estos contenidos superando los ámbitos de las subjetividades, el psicoanálisis y muchas otras teorías ya más que desarrolladas.

Quiero dedicar tres de mis columnas a este personaje, porque ha desentrañado tantas cuestiones trascendentales, que quiero compartir con ustedes algunas de ellas para despertar el interés por sus trabajos, sus libros y sus investigaciones.

Además de tener un agraciado y buen humor, insuperable diría yo para su edad, el investigador viajaba de norte a sur del planeta entrevistando especialistas en cada disciplina y aspirando a escudriñar los ámbitos más oscuros y complejos de la ciencia. Elegía a los máximos exponentes y ellos le regalaban sus conocimientos con gran prodigalidad tratándose de un interlocutor tan inteligente.

Esta vez comenzaré por el asunto que me rige (si hay alguno) que es la educación y lo que Eduard Punset expresó haber sido uno de los más importantes para nuestra época, es decir: el papel del educador en el niño como un gestor que debía transitar de ser un mero transmisor de conocimientos a aquel que ofrece también las posibilidades para que el infante aprenda a solucionar sus emociones básicas y aun las más complejas. En 2011 en un congreso en Washington sobre educación, se replanteaba la acción y la formación del docente por encima de las actividades de los padres y del mismísimo Estado. Robert Roesert, psicólogo de Portland a quien entrevistó Punset, respondía que además de ello y dado el tema de la migración generalizada de la época, el profesor tenía que estar preparado para afrontar las circunstancias no sólo desde las distintas culturas, sino de la educación dirigida a niños provenientes de varios tipos de familias: familias nucleares, familias extensas, familias monoparentales, familias homosexuales, niños encargados a sus abuelos, a sus tíos, a sus hermanos mayores, etc. y por supuesto conviviendo con procedencias socio-económicas de disímiles niveles y países. Aquí el papel del educador obligaría a adaptarse al amplio panorama de idiosincrasias, mentalidades, valores y hacer coincidir las múltiples visiones para formar ciudadanos de alto nivel de tolerancia, creativos, involucrados con el medio y capaces de superar sus historias entregándolas en beneficio de la sociedad. La capacidad de la aceptación del otro, la paridad de género, la aceptación de niños con capacidades diferentes, el aprendizaje de más de una lengua, la destreza en manejar varias habilidades provenientes de distintas culturas, serían unos de los primeros eslabones a robustecer.

El 22 de mayo de 2019 murió un gran personaje español al que yo solía seguir. Economista, jurista, diplomático y, en sus últimos años, un científico divulgador de la ciencia, la neurobiología y muchísimos tópicos interesantes que pocos se habían atrevido a abordar desde ámbitos interdisciplinares (la química, la biología y la antropología, para explicar esencias como: la educación emocional, la memoria, los recuerdos, la química del amor, los sueños, etc.). Me estoy refiriendo a Eduard Punset quien, con su partida, deja un gran vacío en este tipo de investigaciones, pero que nos alienta a continuarlas y demandar más responsabilidad en el abordaje de estos contenidos superando los ámbitos de las subjetividades, el psicoanálisis y muchas otras teorías ya más que desarrolladas.

Quiero dedicar tres de mis columnas a este personaje, porque ha desentrañado tantas cuestiones trascendentales, que quiero compartir con ustedes algunas de ellas para despertar el interés por sus trabajos, sus libros y sus investigaciones.

Además de tener un agraciado y buen humor, insuperable diría yo para su edad, el investigador viajaba de norte a sur del planeta entrevistando especialistas en cada disciplina y aspirando a escudriñar los ámbitos más oscuros y complejos de la ciencia. Elegía a los máximos exponentes y ellos le regalaban sus conocimientos con gran prodigalidad tratándose de un interlocutor tan inteligente.

Esta vez comenzaré por el asunto que me rige (si hay alguno) que es la educación y lo que Eduard Punset expresó haber sido uno de los más importantes para nuestra época, es decir: el papel del educador en el niño como un gestor que debía transitar de ser un mero transmisor de conocimientos a aquel que ofrece también las posibilidades para que el infante aprenda a solucionar sus emociones básicas y aun las más complejas. En 2011 en un congreso en Washington sobre educación, se replanteaba la acción y la formación del docente por encima de las actividades de los padres y del mismísimo Estado. Robert Roesert, psicólogo de Portland a quien entrevistó Punset, respondía que además de ello y dado el tema de la migración generalizada de la época, el profesor tenía que estar preparado para afrontar las circunstancias no sólo desde las distintas culturas, sino de la educación dirigida a niños provenientes de varios tipos de familias: familias nucleares, familias extensas, familias monoparentales, familias homosexuales, niños encargados a sus abuelos, a sus tíos, a sus hermanos mayores, etc. y por supuesto conviviendo con procedencias socio-económicas de disímiles niveles y países. Aquí el papel del educador obligaría a adaptarse al amplio panorama de idiosincrasias, mentalidades, valores y hacer coincidir las múltiples visiones para formar ciudadanos de alto nivel de tolerancia, creativos, involucrados con el medio y capaces de superar sus historias entregándolas en beneficio de la sociedad. La capacidad de la aceptación del otro, la paridad de género, la aceptación de niños con capacidades diferentes, el aprendizaje de más de una lengua, la destreza en manejar varias habilidades provenientes de distintas culturas, serían unos de los primeros eslabones a robustecer.