/ viernes 12 de junio de 2020

La puerta de Jano | La máquina estética

Cuando encontré “La máquina estética” me llevé una gran decepción. Era un libro desvencijado, con hojas amarillentas, y la mayor parte de sus láminas eran en blanco y negro. Publicado por la UNAM, era de 1983. Buscaba al autor: Manuel Felguérez. En ese tiempo faltarían aun cuatro años para que se inaugurara el Museo Arte Abstracto. Mi polaroid no lograría distinguir una línea de la otra ni mucho menos una textura. Pude conseguir que me prestaran ese libro-tesoro en la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Mi método era mostrar las páginas y pasarlo para que los alumnos lo tocaran, lo hojearan y lo abrazaran con sus ojos. Siempre he tenido memoria visual, por lo cual suponía que a ellos les provocaría la misma intensidad que a mí decodificar esas composiciones cubistas. Teóricamente siempre lo sentí como el Kandisky de Zacatecas y visualmente era como un George Braque mexicano. Solo que el maestro Manuel Felguérez había probado algo que los primeros cubistas no tuvieron a la mano: la computadora.

Manuel Felguérez fue a Paris antes que a la Academia de San Carlos. Su espíritu innovador le hubiera arrojado el mismo resultado si invertimos el orden de las visitas. Pero una vez que comenzó a estudiar con el escultor Osip Zadkiney, ahí definió su destino. Su primera exposición fue en el año 1954. También tomó clases con artistas plásticos mexicanos como Justino Fernández y Francisco Zúñiga. Su espíritu inquieto y su gran disciplina le llevaron a participar en puestas escenográficas teatrales y cinematográficas con Alejandro Jodorosky, un ícono del cine mexicano.

Junto con su entonces esposa Lilia Carrillo, fue fundador de la llamada Generación de la Ruptura apuntando a un tipo de propuesta distinta al muralismo oficial y al nacionalismo a ultranza, tendiendo hacia un propósito más universal que descansaba en el abstraccionismo.

Lo encontré muchas veces en exposiciones, en brindis, en celebraciones especiales, quedando en mis manos también la propuesta del otorgamiento de Honoris Causa emprendido por la Universidad Autónoma de Zacatecas y avalado por el H. Consejo Universitario. Cuando estrechaba su mano suave y creadora tenía la certeza de que siempre iba a estar ahí. El artista que obsequió a la Organización de las Naciones Unidas su obra monumental “Agenda 2030” estuvo muchos años entre nosotros. La calidez de su voz, de sus movimientos, contrastaba enormemente con un título ambiguo: “La máquina estética” o con los rasgos firmes de sus obras escultóricas sobre todo si el material era férreo o piedra. Pero después de haberlo conocido entiendo lo que ese concepto: máquina estética, puede significar.

Felguérez marcó una pauta artística de setenta años que revoluciona todo el concepto del arte. Con su obra nos convierte en referente mundial, y aunque nos deja huérfanos de su mirada y de su sonrisa, nos convierte en guardianes de su monumentalidad, de su informalismo estético, de su producción geométrica y de su percepción del mundo tal como la fue rediseñando en cada etapa de su vida y de su proceso creativo.

Cuando encontré “La máquina estética” me llevé una gran decepción. Era un libro desvencijado, con hojas amarillentas, y la mayor parte de sus láminas eran en blanco y negro. Publicado por la UNAM, era de 1983. Buscaba al autor: Manuel Felguérez. En ese tiempo faltarían aun cuatro años para que se inaugurara el Museo Arte Abstracto. Mi polaroid no lograría distinguir una línea de la otra ni mucho menos una textura. Pude conseguir que me prestaran ese libro-tesoro en la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Mi método era mostrar las páginas y pasarlo para que los alumnos lo tocaran, lo hojearan y lo abrazaran con sus ojos. Siempre he tenido memoria visual, por lo cual suponía que a ellos les provocaría la misma intensidad que a mí decodificar esas composiciones cubistas. Teóricamente siempre lo sentí como el Kandisky de Zacatecas y visualmente era como un George Braque mexicano. Solo que el maestro Manuel Felguérez había probado algo que los primeros cubistas no tuvieron a la mano: la computadora.

Manuel Felguérez fue a Paris antes que a la Academia de San Carlos. Su espíritu innovador le hubiera arrojado el mismo resultado si invertimos el orden de las visitas. Pero una vez que comenzó a estudiar con el escultor Osip Zadkiney, ahí definió su destino. Su primera exposición fue en el año 1954. También tomó clases con artistas plásticos mexicanos como Justino Fernández y Francisco Zúñiga. Su espíritu inquieto y su gran disciplina le llevaron a participar en puestas escenográficas teatrales y cinematográficas con Alejandro Jodorosky, un ícono del cine mexicano.

Junto con su entonces esposa Lilia Carrillo, fue fundador de la llamada Generación de la Ruptura apuntando a un tipo de propuesta distinta al muralismo oficial y al nacionalismo a ultranza, tendiendo hacia un propósito más universal que descansaba en el abstraccionismo.

Lo encontré muchas veces en exposiciones, en brindis, en celebraciones especiales, quedando en mis manos también la propuesta del otorgamiento de Honoris Causa emprendido por la Universidad Autónoma de Zacatecas y avalado por el H. Consejo Universitario. Cuando estrechaba su mano suave y creadora tenía la certeza de que siempre iba a estar ahí. El artista que obsequió a la Organización de las Naciones Unidas su obra monumental “Agenda 2030” estuvo muchos años entre nosotros. La calidez de su voz, de sus movimientos, contrastaba enormemente con un título ambiguo: “La máquina estética” o con los rasgos firmes de sus obras escultóricas sobre todo si el material era férreo o piedra. Pero después de haberlo conocido entiendo lo que ese concepto: máquina estética, puede significar.

Felguérez marcó una pauta artística de setenta años que revoluciona todo el concepto del arte. Con su obra nos convierte en referente mundial, y aunque nos deja huérfanos de su mirada y de su sonrisa, nos convierte en guardianes de su monumentalidad, de su informalismo estético, de su producción geométrica y de su percepción del mundo tal como la fue rediseñando en cada etapa de su vida y de su proceso creativo.