/ viernes 26 de junio de 2020

La puerta de Jano | Resiliencia y patrimonio cultural II

Hace unas horas encontré en redes una invitación al seminario: “Patrimonio y Turismo Cultural: recuperación y resiliencia”, que organizan el ICA (Instituto de Cultura de Aguascalientes) y la oficina UNESCO de México. Advertí hace una semana que a partir de ahora la palabra resiliencia volvería a tomar forma.

El proyecto del cual les hablaba en mi última entrega fue una propuesta de solución a la recuperación de bienes deteriorados por el temblor del 2017. Algunos ni siquiera habían sido reparados después de 1985 y hace unas horas padecimos otro vuelco.

Sabemos que las crisis son una coyuntura, cambio o mutación que nos arrojan a otro estado o entorno (puede ser mejor o peor). En la sociedad y momento actual esa situación debería tener un carácter resiliente; es decir un estado adaptativo, asertivo, con la habilidad de convertir lo malo en bueno. En ese proyecto yo comenzaba a dar un paso de lo académico a la participación social.

El plan intentó abrirse a otras disciplinas y entre uno de sus propósitos estaba la solicitud de profesores Cátedras CONACYT con tres perfiles: un ambientalista, un restaurador y un urbanista. El primero tendría entre sus actividades y productos: selección de zonas a abordar de acuerdo al tipo de problema: ambiental, humano, incuria, abandono, etc,; un catálogo base para intervención; adscripción a Greenpeace como socios activos y creación de Asociación Civil para protección del Medio Ambiente.

El restaurador por su parte se encargaría del impulso a políticas de conservación de espacios patrimoniales en la zona; revisión de políticas locales, estatales y nacionales; propuesta, difusión y divulgación de las zonas de deterioro en la región; membresía en la Red ALFA Cultura (red, única y abierta que reagrupa al conjunto de disciplinas y tipos de intervención cuyo núcleo principal se concentra en universidades públicas y privadas) y libro colectivo de estudios comparativos del Patrimonio Cultural en la zona centro-norte de México e Iberoamérica.

El urbanista tendría a su cargo: la creación de una Red: diálogo y concertación iberoamericana; firma de convenios entre los organismos y consorcios implicados; diseño y firma de la Agenda de protección y conservación del Patrimonio Cultural material e inmaterial de la zona centro norte de México; gestión de la incorporación del arte en áreas verdes de Zacatecas; instalación del seminario permanente de la Red Iberoamericana de Conservación del Patrimonio con sede itinerante; y montaje de obra escultórica en la ruta del arte en Arroyo de la Plata. Esto como arranque desarrollado a seis años.

Si hubiésemos avanzado en ello, ya estaríamos más fortalecidos para encarar otra crisis, porque los efectos eran multiplicadores.

No fue aprobado, pero me interesa sacarlo a la luz porque creo en la resiliencia colectiva.

Con mi equipo de trabajo imaginamos concienzudamente varias soluciones a problemáticas reales, pero no solemos acumular ideas, porque sabemos que en la medida en que todos nos reencontremos alineados, robusteceremos una fuerte cortina para sostener la avalancha de respuestas de nuestro planeta.

Si no fluimos con él, caeremos irremisiblemente como alcanzados por un meteorito.

Hace unas horas encontré en redes una invitación al seminario: “Patrimonio y Turismo Cultural: recuperación y resiliencia”, que organizan el ICA (Instituto de Cultura de Aguascalientes) y la oficina UNESCO de México. Advertí hace una semana que a partir de ahora la palabra resiliencia volvería a tomar forma.

El proyecto del cual les hablaba en mi última entrega fue una propuesta de solución a la recuperación de bienes deteriorados por el temblor del 2017. Algunos ni siquiera habían sido reparados después de 1985 y hace unas horas padecimos otro vuelco.

Sabemos que las crisis son una coyuntura, cambio o mutación que nos arrojan a otro estado o entorno (puede ser mejor o peor). En la sociedad y momento actual esa situación debería tener un carácter resiliente; es decir un estado adaptativo, asertivo, con la habilidad de convertir lo malo en bueno. En ese proyecto yo comenzaba a dar un paso de lo académico a la participación social.

El plan intentó abrirse a otras disciplinas y entre uno de sus propósitos estaba la solicitud de profesores Cátedras CONACYT con tres perfiles: un ambientalista, un restaurador y un urbanista. El primero tendría entre sus actividades y productos: selección de zonas a abordar de acuerdo al tipo de problema: ambiental, humano, incuria, abandono, etc,; un catálogo base para intervención; adscripción a Greenpeace como socios activos y creación de Asociación Civil para protección del Medio Ambiente.

El restaurador por su parte se encargaría del impulso a políticas de conservación de espacios patrimoniales en la zona; revisión de políticas locales, estatales y nacionales; propuesta, difusión y divulgación de las zonas de deterioro en la región; membresía en la Red ALFA Cultura (red, única y abierta que reagrupa al conjunto de disciplinas y tipos de intervención cuyo núcleo principal se concentra en universidades públicas y privadas) y libro colectivo de estudios comparativos del Patrimonio Cultural en la zona centro-norte de México e Iberoamérica.

El urbanista tendría a su cargo: la creación de una Red: diálogo y concertación iberoamericana; firma de convenios entre los organismos y consorcios implicados; diseño y firma de la Agenda de protección y conservación del Patrimonio Cultural material e inmaterial de la zona centro norte de México; gestión de la incorporación del arte en áreas verdes de Zacatecas; instalación del seminario permanente de la Red Iberoamericana de Conservación del Patrimonio con sede itinerante; y montaje de obra escultórica en la ruta del arte en Arroyo de la Plata. Esto como arranque desarrollado a seis años.

Si hubiésemos avanzado en ello, ya estaríamos más fortalecidos para encarar otra crisis, porque los efectos eran multiplicadores.

No fue aprobado, pero me interesa sacarlo a la luz porque creo en la resiliencia colectiva.

Con mi equipo de trabajo imaginamos concienzudamente varias soluciones a problemáticas reales, pero no solemos acumular ideas, porque sabemos que en la medida en que todos nos reencontremos alineados, robusteceremos una fuerte cortina para sostener la avalancha de respuestas de nuestro planeta.

Si no fluimos con él, caeremos irremisiblemente como alcanzados por un meteorito.