/ lunes 21 de septiembre de 2020

La sociedad global

En la globalización o glocalidad existe un intercambio de bienes políticos, sociales, culturales y comunicativos (Grossberg, Wartella y Whitney, 1998). En las redes de internet tal acción funciona a través de la comunicación, lo que García (2004, 2007) llama “intercambio intercultural”. En lo global existen profundos impactos sobre lo local y sobre sus estructuras tradicionales. Un ejemplo es la presión que reciben los sistemas políticos por parte de organismos internacionales para aprobar ciertas normas políticas y hacer cambios culturales. La globalización puede analizarse desde distintos ángulos. Para algunos autores en lo global las personas se comunican a través de una medición electrónica, lo cual comprime el tiempo y el espacio (Held, 1989).

Si bien las nuevas tecnologías desarrollan interculturalidad, también pueden promover el individualismo, la subjetividad del conocimiento y la evasión de la realidad inmediata. Hoy en día el conocimiento atraviesa por una crisis, pues existe un claro enfrentamiento entre la cultura de la escuela y la cultura de los jóvenes. En lo global germina una cultura caracterizada por el hiperconsumismo de objetos, la unificación de gustos y el predominio del individualismo sobre lo colectivo (Lipovetsky, 2003; Lipovetsky y Hervy, 2011). Sobre el consumo, Hall (2010) destaca la existencia a nivel planetario de un sistema hegemónico de mensajes e imágenes de bienes y servicios. Los consumidores de la globalización y los usuarios de las nuevas tecnologías padecen de nerviosismo e histeria, tienden a la auto-explotación laboral y siguen las reglas del rendimiento.

Lo global es incluyente, pero también es excluyente. El empleo y la riqueza individual no son iguales para todos, como tampoco las oportunidades. Un ejemplo de exclusión lo podemos ver en el acceso a internet y las innovaciones. La exclusión de las nuevas tecnologías representa una brecha digital entre las personas conectadas y las desconectadas: “el desfase o división entre individuos, hogares, áreas económicas y geográficas con diferentes niveles socioeconómicos con relación tanto a sus oportunidades de acceso a las tecnologías de la información y la comunicación, como al uso de internet para una amplia variedad de actividades” (Galindo y Rover, 2009). La brecha digital puede ser concebida como una carencia en el acceso a internet (Mattelart, 2001; Stewart, 2006, Rodríguez, 2006; Livingston y Helsper, 2007) o bien como una exclusión al conocimiento generado por la vorágine tecnológica (Attewell, 2001; Trejo, 2006; Crovi, 2010).

Ahora bien, podemos considerar a las nuevas tecnologías organizadas por internet como la expresión más nítida de lo global. Las culturas locales son cada vez más globales y lo global se ha mezclado con lo local. Los aparatos posibilitan participar en sucesos que ocurren en contextos distantes. Esta globalización comunicativa elimina las distancias y los espacios físicos. Sin embargo, la proximidad electrónica no ocurre en la materialidad sino en la mente. Tenemos la impresión de que el otro está cerca por el simple hecho de poder comunicarnos, aunque esto sólo sea una ilusión. Es precisamente por esta condición que nuestra actual forma de orientación en el mundo es muy diferente a las pautas comunicativas de anteriores generaciones.



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En la globalización o glocalidad existe un intercambio de bienes políticos, sociales, culturales y comunicativos (Grossberg, Wartella y Whitney, 1998). En las redes de internet tal acción funciona a través de la comunicación, lo que García (2004, 2007) llama “intercambio intercultural”. En lo global existen profundos impactos sobre lo local y sobre sus estructuras tradicionales. Un ejemplo es la presión que reciben los sistemas políticos por parte de organismos internacionales para aprobar ciertas normas políticas y hacer cambios culturales. La globalización puede analizarse desde distintos ángulos. Para algunos autores en lo global las personas se comunican a través de una medición electrónica, lo cual comprime el tiempo y el espacio (Held, 1989).

Si bien las nuevas tecnologías desarrollan interculturalidad, también pueden promover el individualismo, la subjetividad del conocimiento y la evasión de la realidad inmediata. Hoy en día el conocimiento atraviesa por una crisis, pues existe un claro enfrentamiento entre la cultura de la escuela y la cultura de los jóvenes. En lo global germina una cultura caracterizada por el hiperconsumismo de objetos, la unificación de gustos y el predominio del individualismo sobre lo colectivo (Lipovetsky, 2003; Lipovetsky y Hervy, 2011). Sobre el consumo, Hall (2010) destaca la existencia a nivel planetario de un sistema hegemónico de mensajes e imágenes de bienes y servicios. Los consumidores de la globalización y los usuarios de las nuevas tecnologías padecen de nerviosismo e histeria, tienden a la auto-explotación laboral y siguen las reglas del rendimiento.

Lo global es incluyente, pero también es excluyente. El empleo y la riqueza individual no son iguales para todos, como tampoco las oportunidades. Un ejemplo de exclusión lo podemos ver en el acceso a internet y las innovaciones. La exclusión de las nuevas tecnologías representa una brecha digital entre las personas conectadas y las desconectadas: “el desfase o división entre individuos, hogares, áreas económicas y geográficas con diferentes niveles socioeconómicos con relación tanto a sus oportunidades de acceso a las tecnologías de la información y la comunicación, como al uso de internet para una amplia variedad de actividades” (Galindo y Rover, 2009). La brecha digital puede ser concebida como una carencia en el acceso a internet (Mattelart, 2001; Stewart, 2006, Rodríguez, 2006; Livingston y Helsper, 2007) o bien como una exclusión al conocimiento generado por la vorágine tecnológica (Attewell, 2001; Trejo, 2006; Crovi, 2010).

Ahora bien, podemos considerar a las nuevas tecnologías organizadas por internet como la expresión más nítida de lo global. Las culturas locales son cada vez más globales y lo global se ha mezclado con lo local. Los aparatos posibilitan participar en sucesos que ocurren en contextos distantes. Esta globalización comunicativa elimina las distancias y los espacios físicos. Sin embargo, la proximidad electrónica no ocurre en la materialidad sino en la mente. Tenemos la impresión de que el otro está cerca por el simple hecho de poder comunicarnos, aunque esto sólo sea una ilusión. Es precisamente por esta condición que nuestra actual forma de orientación en el mundo es muy diferente a las pautas comunicativas de anteriores generaciones.



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