/ domingo 7 de marzo de 2021

Las Fénix de América

Soy partidaria de un cambio. Uno estructural, que termine por garantizar la libertad, el respeto y la igualdad entre hombres y mujeres. Tenemos la imperiosa necesidad de erradicar la violencia de género en cualquiera de sus formas: física, psicológica, económica, digital o política.

Soñamos con un mundo más justo e igualitario. Trabajamos para que así sea. Tenemos la sangre combativa de Sor Juana Inés de la Cruz corriendo por nuestras venas. Continuamente alzamos la voz para que se garanticen y respeten nuestros derechos. Por eso salimos a las calles a protestar, con encono y dolor porque nos están asesinando. Hemos, conjuntamente con otros grupos en situación de vulnerabilidad y opresión, conquistado nuestros derechos. Una visión patriarcal y machista no los ha querido arrebatar. Ya no más.

Nuestras abuelas nos enseñaron la ruta: jamás quedarnos calladas. Este país machista terminará por repensarse en el feminismo, en la diversidad, en la pluralidad. A México lo han querido uniformar cuando es completamente multicultural. En realidad, en la diversidad, encuentra su verdadera riqueza y significado este país.

Debemos cerrar brechas. Materializar la igualdad sustantiva, hacerla tangible. En oportunidades laborales, educativas, salariales, políticas. Somos la revolución por el solo hecho de que nosotras hemos querido mejorar nuestro país y beneficiar a sus personas. No nos han dejado; sin embargo, seguimos la lucha. Tenemos aliados: colectivos que han sido excluidos y muchos hombres que, conscientes, han sabido entender la profunda deuda que se tiene para con las mujeres. Más de la mitad de la población se encuentra marginada, violentada, segregada. En efecto, nosotras las mujeres.

Nos queremos vivas, con derechos y con aquello que anhelamos para los demás: paz. La tranquilidad de saber que cualquier mujer estará segura, independientemente si se encuentra en su casa o en la calle. La certeza de saber que el Estado apoyará sus justas demandas con esa visión basada en la perspectiva de género. La garantía de que el derecho protegerá su vida, su desarrollo e integridad y todo el bagaje de derechos humanos que conlleva su dignidad.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, con las jacarandas que adornan con su flor púrpura y nos recuerdan la lucha feminista, nos sabemos valientes, empoderadas, unidas. Estamos decididas a realizar un cambio. No queremos monumentos ni disculpas públicas ni bellos discursos. Queremos la vida, la libertad, la igualdad. Y por ello lucharemos. El fin del patriarcado es inevitable.

Soy partidaria de un cambio. Uno estructural, que termine por garantizar la libertad, el respeto y la igualdad entre hombres y mujeres. Tenemos la imperiosa necesidad de erradicar la violencia de género en cualquiera de sus formas: física, psicológica, económica, digital o política.

Soñamos con un mundo más justo e igualitario. Trabajamos para que así sea. Tenemos la sangre combativa de Sor Juana Inés de la Cruz corriendo por nuestras venas. Continuamente alzamos la voz para que se garanticen y respeten nuestros derechos. Por eso salimos a las calles a protestar, con encono y dolor porque nos están asesinando. Hemos, conjuntamente con otros grupos en situación de vulnerabilidad y opresión, conquistado nuestros derechos. Una visión patriarcal y machista no los ha querido arrebatar. Ya no más.

Nuestras abuelas nos enseñaron la ruta: jamás quedarnos calladas. Este país machista terminará por repensarse en el feminismo, en la diversidad, en la pluralidad. A México lo han querido uniformar cuando es completamente multicultural. En realidad, en la diversidad, encuentra su verdadera riqueza y significado este país.

Debemos cerrar brechas. Materializar la igualdad sustantiva, hacerla tangible. En oportunidades laborales, educativas, salariales, políticas. Somos la revolución por el solo hecho de que nosotras hemos querido mejorar nuestro país y beneficiar a sus personas. No nos han dejado; sin embargo, seguimos la lucha. Tenemos aliados: colectivos que han sido excluidos y muchos hombres que, conscientes, han sabido entender la profunda deuda que se tiene para con las mujeres. Más de la mitad de la población se encuentra marginada, violentada, segregada. En efecto, nosotras las mujeres.

Nos queremos vivas, con derechos y con aquello que anhelamos para los demás: paz. La tranquilidad de saber que cualquier mujer estará segura, independientemente si se encuentra en su casa o en la calle. La certeza de saber que el Estado apoyará sus justas demandas con esa visión basada en la perspectiva de género. La garantía de que el derecho protegerá su vida, su desarrollo e integridad y todo el bagaje de derechos humanos que conlleva su dignidad.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, con las jacarandas que adornan con su flor púrpura y nos recuerdan la lucha feminista, nos sabemos valientes, empoderadas, unidas. Estamos decididas a realizar un cambio. No queremos monumentos ni disculpas públicas ni bellos discursos. Queremos la vida, la libertad, la igualdad. Y por ello lucharemos. El fin del patriarcado es inevitable.