/ domingo 8 de noviembre de 2020

Las mujeres podemos

En democracias de avanzada, como la nuestra, se debe apostar siempre por los principios consagrados en nuestra Constitución. La paridad, uno de ellos, es fundamental y necesaria para garantizar la participación de la mujer en la toma de decisiones del país.

Recordemos el arduo camino que hemos tenido que recorrer por conquistar nuestros derechos y que, la visión machista y patriarcal, ha tratado constantemente de obstaculizar. En la Constitución de 1917 no fue reconocido nuestro derecho al voto; tuvieron que pasar 36 años para que, en 1953, conquistáramos este derecho inalienable. El principio de paridad lleva la misma suerte, desde la creación de la Constitución que nos rige hasta 2019, fecha en que aprobamos con júbilo y por unanimidad tanto en Cámara de Diputados como en el Senado de la República, así como en más de 21 Congresos locales, tuvieron que discurrir 102 años, más de un siglo, para poder conquistar este principio que garantiza la participación igualitaria de la mujer en la vida pública del país, sin menoscabo, sin obstáculos ni violencia. Porque, reitero, las mujeres podemos.

Como bien señala el artículo 35 en su fracción II, de nuestro marco jurídico supremo: es derecho de la ciudadanía poder ser votada en condiciones de paridad para todos los cargos de elección popular. Es decir, paridad en todo, hasta en las gubernaturas. Es fundamental que se respete y que se garantice el principio de paridad de manera tangible. Los intentos para menoscabar este derecho devienen de pensamientos machistas, conservadores, retrógrados y excluyentes que, en pleno siglo XXI y con una sociedad eminentemente empoderada, no tienen cabida.

Los derechos humanos vinieron a revolucionar nuestra forma de convivencia con el Estado. Nuevos mecanismos de participación e inclusión ciudadana se aperturaron. La propia ley señala que todo servidor público está obligado a respetar, promover, garantizar y proteger estas calidades intrínsecas a nuestra condición como personas. Por eso mismo celebramos la aprobación del acuerdo del Instituto Nacional Electoral que garantiza la paridad de género y la igualdad de derechos políticos en el próximo proceso electoral de 2021, respaldado por básicamente todas las fuerzas políticas del país para hacer tangible este principio. Tenemos un férreo compromiso con la democracia y una profunda deuda histórica con los grupos en situación de vulnerabilidad que debemos resarcir. Las mujeres deben ser el eje medular del cambio.

Son tiempos de renovación. El rumbo del país lo decidimos todas y todos, sin exclusión ni discriminación. En la libertad, la igualdad, la solidaridad y la participación plural, México encuentra su verdadera grandeza.


En democracias de avanzada, como la nuestra, se debe apostar siempre por los principios consagrados en nuestra Constitución. La paridad, uno de ellos, es fundamental y necesaria para garantizar la participación de la mujer en la toma de decisiones del país.

Recordemos el arduo camino que hemos tenido que recorrer por conquistar nuestros derechos y que, la visión machista y patriarcal, ha tratado constantemente de obstaculizar. En la Constitución de 1917 no fue reconocido nuestro derecho al voto; tuvieron que pasar 36 años para que, en 1953, conquistáramos este derecho inalienable. El principio de paridad lleva la misma suerte, desde la creación de la Constitución que nos rige hasta 2019, fecha en que aprobamos con júbilo y por unanimidad tanto en Cámara de Diputados como en el Senado de la República, así como en más de 21 Congresos locales, tuvieron que discurrir 102 años, más de un siglo, para poder conquistar este principio que garantiza la participación igualitaria de la mujer en la vida pública del país, sin menoscabo, sin obstáculos ni violencia. Porque, reitero, las mujeres podemos.

Como bien señala el artículo 35 en su fracción II, de nuestro marco jurídico supremo: es derecho de la ciudadanía poder ser votada en condiciones de paridad para todos los cargos de elección popular. Es decir, paridad en todo, hasta en las gubernaturas. Es fundamental que se respete y que se garantice el principio de paridad de manera tangible. Los intentos para menoscabar este derecho devienen de pensamientos machistas, conservadores, retrógrados y excluyentes que, en pleno siglo XXI y con una sociedad eminentemente empoderada, no tienen cabida.

Los derechos humanos vinieron a revolucionar nuestra forma de convivencia con el Estado. Nuevos mecanismos de participación e inclusión ciudadana se aperturaron. La propia ley señala que todo servidor público está obligado a respetar, promover, garantizar y proteger estas calidades intrínsecas a nuestra condición como personas. Por eso mismo celebramos la aprobación del acuerdo del Instituto Nacional Electoral que garantiza la paridad de género y la igualdad de derechos políticos en el próximo proceso electoral de 2021, respaldado por básicamente todas las fuerzas políticas del país para hacer tangible este principio. Tenemos un férreo compromiso con la democracia y una profunda deuda histórica con los grupos en situación de vulnerabilidad que debemos resarcir. Las mujeres deben ser el eje medular del cambio.

Son tiempos de renovación. El rumbo del país lo decidimos todas y todos, sin exclusión ni discriminación. En la libertad, la igualdad, la solidaridad y la participación plural, México encuentra su verdadera grandeza.