/ martes 5 de junio de 2018

Le comienza a caer el “20” a AMLO

Luego de andar con una retórica a veces demasiado –y considero que innecesariamente –agresiva contra sus oponentes, López Obrador –posiblemente con el triunfo electoral ya en la bolsa–le está bajando al nivel de agresividad y denostación contra sus contrincantes en la competencia por la Presidencia de la República. Lo último, lo ocurrido recientemente, de concitar AMLO a los mexicanos a que respaldemos al presidente en funciones, a Peña Nieto, hasta el último día de su gobierno, no tiene antecedente, que uno recuerde, en situaciones sucesorias de nuestro país.

Ciertamente, se respaldaba a los presuntos merecimientos del presidente en gestiones, especialmente cuando la sucesión recaía en un integrante del mismo partido, pero no se hacía tanta alharaca y se brindaban lisonjas al presidente saliente.

AMLO, sin más entonces, señaló a sus seguidores que era necesario “(…) respaldar al Presidente Enrique Peña Nieto hasta el último día de su gobierno para que no haya sobresaltos durante la transición”.Que, si eso es bueno o no para los mexicanos, me parece que es, sobre todo,plausible; creo que así deben ser las justas electorales: educadas, con alguna consideración hacia los competidores, pero sobre todo teniendo en cuenta el nivel desempeñado en el trabajo de quienes aspiran a la posición gubernamental.

Creo que en toda circunstancia la inmensa mayoría de los votantes mexicanos esperamos muestras de comedimiento entre contendientes, más que maldiciones y groserías que sólo empañan el escenario electoral.

A propósito de la actual situación, AMLO ha realizado ciertas consideraciones sobre sus adversarios, irrefutables a mi parecer, sobre las que conviene reflexionar. López Obrador acusa a sus contrincantes electorales de “darle la espalda a la gente”, cuestión sobre la que deberían, me parece, reflexionar sus contendientes,

Y sí, se muestra notoria improvisación en lemas de campaña y en estrategias y tácticas electorales, tanto de parte de Aurelio Nuño como de José Antonio Meade. Ambos, me parece, son personas inteligentes, pero con nula experiencia en la escena electoral, en la que hay que echar frecuentemente mano de la retórica demagógica, es decir de apelar en toda circunstancia al bienestar de la población, sobre todo de la más desamparada, y no tanto perder el tiempo tratando de descalificar al contrario, en este caso a AMLO.

Revísense al respecto las declaraciones de los dos contendientes de AMLO, Nuño y Meade, y difícilmente se encuentra propuesta alguna que llame la atención; todavía peor, no se encuentra línea discursiva sólida alguna en la que uno pueda conceder algún atisbo de verdad respecto de AMLO.

Tanto Meade como Nuño conocen a fondo los problemas fundamentales del país y, talvez, sus probables soluciones. A eso, a la alusión a remedios, deberían abocarse, más que a buscar condenaciones a AMLO, el puntero de la contienda electiva, que lo es en gran medida por el mal gobierno que hemos tenido.

Luego de andar con una retórica a veces demasiado –y considero que innecesariamente –agresiva contra sus oponentes, López Obrador –posiblemente con el triunfo electoral ya en la bolsa–le está bajando al nivel de agresividad y denostación contra sus contrincantes en la competencia por la Presidencia de la República. Lo último, lo ocurrido recientemente, de concitar AMLO a los mexicanos a que respaldemos al presidente en funciones, a Peña Nieto, hasta el último día de su gobierno, no tiene antecedente, que uno recuerde, en situaciones sucesorias de nuestro país.

Ciertamente, se respaldaba a los presuntos merecimientos del presidente en gestiones, especialmente cuando la sucesión recaía en un integrante del mismo partido, pero no se hacía tanta alharaca y se brindaban lisonjas al presidente saliente.

AMLO, sin más entonces, señaló a sus seguidores que era necesario “(…) respaldar al Presidente Enrique Peña Nieto hasta el último día de su gobierno para que no haya sobresaltos durante la transición”.Que, si eso es bueno o no para los mexicanos, me parece que es, sobre todo,plausible; creo que así deben ser las justas electorales: educadas, con alguna consideración hacia los competidores, pero sobre todo teniendo en cuenta el nivel desempeñado en el trabajo de quienes aspiran a la posición gubernamental.

Creo que en toda circunstancia la inmensa mayoría de los votantes mexicanos esperamos muestras de comedimiento entre contendientes, más que maldiciones y groserías que sólo empañan el escenario electoral.

A propósito de la actual situación, AMLO ha realizado ciertas consideraciones sobre sus adversarios, irrefutables a mi parecer, sobre las que conviene reflexionar. López Obrador acusa a sus contrincantes electorales de “darle la espalda a la gente”, cuestión sobre la que deberían, me parece, reflexionar sus contendientes,

Y sí, se muestra notoria improvisación en lemas de campaña y en estrategias y tácticas electorales, tanto de parte de Aurelio Nuño como de José Antonio Meade. Ambos, me parece, son personas inteligentes, pero con nula experiencia en la escena electoral, en la que hay que echar frecuentemente mano de la retórica demagógica, es decir de apelar en toda circunstancia al bienestar de la población, sobre todo de la más desamparada, y no tanto perder el tiempo tratando de descalificar al contrario, en este caso a AMLO.

Revísense al respecto las declaraciones de los dos contendientes de AMLO, Nuño y Meade, y difícilmente se encuentra propuesta alguna que llame la atención; todavía peor, no se encuentra línea discursiva sólida alguna en la que uno pueda conceder algún atisbo de verdad respecto de AMLO.

Tanto Meade como Nuño conocen a fondo los problemas fundamentales del país y, talvez, sus probables soluciones. A eso, a la alusión a remedios, deberían abocarse, más que a buscar condenaciones a AMLO, el puntero de la contienda electiva, que lo es en gran medida por el mal gobierno que hemos tenido.