/ jueves 3 de marzo de 2022

Lenin, Stalin, Putin

Resulta que, por evidente casualidad, ahora que se están desarrollándose los sucesos bélicos en Ucrania, estamos terminando un texto novelado del autor Alberto Ruy Sánchez, que se denomina “El expediente Anna Ajmátova” (Alfaguara, 2021).

El escritor es mexicano, muy prolífico en su producción literaria y a quién todavía le falta muchísimo por aportar al mundo de los libros. Este que se relaciona se trata de la vida y desgracia de una poeta rusa, muy reconocida en su tiempo, Anna Ajmátova, cuya existencia transcurre en la época de la revolución proletaria de 1917, teniendo a Lenin como protagonista y también, posteriormente, a Stalin, este último, quien por torcidos motivos, no del todo claros, se obsesiona con ella, mandando en un principio fusilar a su esposo y posteriormente prohibiéndole escribir y publicar sus poemas, en una especie de exilio domiciliario forzoso, con una marcación personalísima a través de varios espías que la vigilan día y noche, los 365 días del año.

Sabemos que después de la derrota del Zar, en la Revolución Rusa de 1917, quedaron dos grupos en el poder, a saber: los mencheviques y los bolcheviques, este último comandado por Lenin. También somos sabedores que Vladimir Ilich Ulianov se encargó de derrocar a sus oponentes y encumbrar a los bolcheviques. Este novelista escribe sobre Lenin: “… su posición permanece amenazante: hay que destruir todas las instituciones. Expropiar los bancos y las empresas, pero sobre todo no dejar piedra sobre piedra de cualquier organización de ciudadanos… … Lenin sabía que arruinando la economía de la gente en todo el país dependería de lo que quisiera darles el Gobierno y por lo tanto serían más obedientes. Y así, alimentaba el mito de ser un régimen a favor de la gente, algo digno de creer. Aunque en realidad les hiciera daño.”

Sobre Stalin y su peculiar personalidad, Ruy Sánchez anota: “Tenía varias características que consideraban peligrosas: entre ellas, una enorme habilidad para poner a unos contra otros. A donde él llegara, el grupo rápidamente se dividía entre quienes estaban contra él, odiándolo, o a su favor, adorándolo. Además de hacerlo feliz, eso le permitía eliminar enemigos y controlar partidarios que se volvían como fanáticos recibiendo órdenes de un semidios. Cuando alguien lo contradecía, reaccionaba violentamente y era capaz de matar por negarle la razón en cualquier tema sin importancia. Era absolutamente competitivo y nunca podía perder, ni siquiera en las barajas: prefería romperlo todo antes de reconocer un revés del azar o algún error. Y siempre encontraba personas que, intimidadas, guardaban silencio y que le dieran la razón aún sabiendo que mentía”.

“Cuando Lenin escuchó en su exilio que este joven caucásico tenía esos peculiares defectos exacerbados, dijo: Es justo lo que necesito. Háganlo venir porque tengo que hablar con él”.

“Se conocieron (Lenin y Stalin). Y durante muchos años, Koba (así se apodaba a Stalin) fue el encargado de lo que ellos dos llamaban ‘el trabajo negro’ para el financiamiento de la Revolución: robos de bancos y de casas, extorsiones a gran escala, cobros de piso a comerciantes, colecta de ‘aportaciones voluntarias’, secuestros y los necesarios ‘ajusticiamientos’ que le ordenaran, más lo que su voluntad lograra detectar. Era juez y ejecutor de su causa”.

Ahora que Putin invade Ucrania, no pueden dejar de citarse estas reflexiones las cuales ponen en particular evidencia el carácter descarriado que desde hace mucho tiempo han ostentado muchos de los gobernantes Rusos, para desgracia de sus pueblos, de sus pueblos vecinos, y de muchos otros intentos de Hitlecitos de Barrio que, desafortunadamente, pululan por todo el mundo entero.

Resulta que, por evidente casualidad, ahora que se están desarrollándose los sucesos bélicos en Ucrania, estamos terminando un texto novelado del autor Alberto Ruy Sánchez, que se denomina “El expediente Anna Ajmátova” (Alfaguara, 2021).

El escritor es mexicano, muy prolífico en su producción literaria y a quién todavía le falta muchísimo por aportar al mundo de los libros. Este que se relaciona se trata de la vida y desgracia de una poeta rusa, muy reconocida en su tiempo, Anna Ajmátova, cuya existencia transcurre en la época de la revolución proletaria de 1917, teniendo a Lenin como protagonista y también, posteriormente, a Stalin, este último, quien por torcidos motivos, no del todo claros, se obsesiona con ella, mandando en un principio fusilar a su esposo y posteriormente prohibiéndole escribir y publicar sus poemas, en una especie de exilio domiciliario forzoso, con una marcación personalísima a través de varios espías que la vigilan día y noche, los 365 días del año.

Sabemos que después de la derrota del Zar, en la Revolución Rusa de 1917, quedaron dos grupos en el poder, a saber: los mencheviques y los bolcheviques, este último comandado por Lenin. También somos sabedores que Vladimir Ilich Ulianov se encargó de derrocar a sus oponentes y encumbrar a los bolcheviques. Este novelista escribe sobre Lenin: “… su posición permanece amenazante: hay que destruir todas las instituciones. Expropiar los bancos y las empresas, pero sobre todo no dejar piedra sobre piedra de cualquier organización de ciudadanos… … Lenin sabía que arruinando la economía de la gente en todo el país dependería de lo que quisiera darles el Gobierno y por lo tanto serían más obedientes. Y así, alimentaba el mito de ser un régimen a favor de la gente, algo digno de creer. Aunque en realidad les hiciera daño.”

Sobre Stalin y su peculiar personalidad, Ruy Sánchez anota: “Tenía varias características que consideraban peligrosas: entre ellas, una enorme habilidad para poner a unos contra otros. A donde él llegara, el grupo rápidamente se dividía entre quienes estaban contra él, odiándolo, o a su favor, adorándolo. Además de hacerlo feliz, eso le permitía eliminar enemigos y controlar partidarios que se volvían como fanáticos recibiendo órdenes de un semidios. Cuando alguien lo contradecía, reaccionaba violentamente y era capaz de matar por negarle la razón en cualquier tema sin importancia. Era absolutamente competitivo y nunca podía perder, ni siquiera en las barajas: prefería romperlo todo antes de reconocer un revés del azar o algún error. Y siempre encontraba personas que, intimidadas, guardaban silencio y que le dieran la razón aún sabiendo que mentía”.

“Cuando Lenin escuchó en su exilio que este joven caucásico tenía esos peculiares defectos exacerbados, dijo: Es justo lo que necesito. Háganlo venir porque tengo que hablar con él”.

“Se conocieron (Lenin y Stalin). Y durante muchos años, Koba (así se apodaba a Stalin) fue el encargado de lo que ellos dos llamaban ‘el trabajo negro’ para el financiamiento de la Revolución: robos de bancos y de casas, extorsiones a gran escala, cobros de piso a comerciantes, colecta de ‘aportaciones voluntarias’, secuestros y los necesarios ‘ajusticiamientos’ que le ordenaran, más lo que su voluntad lograra detectar. Era juez y ejecutor de su causa”.

Ahora que Putin invade Ucrania, no pueden dejar de citarse estas reflexiones las cuales ponen en particular evidencia el carácter descarriado que desde hace mucho tiempo han ostentado muchos de los gobernantes Rusos, para desgracia de sus pueblos, de sus pueblos vecinos, y de muchos otros intentos de Hitlecitos de Barrio que, desafortunadamente, pululan por todo el mundo entero.