/ viernes 15 de marzo de 2019

Límites al niño y al adolescente

Pensar como se podrían establecer y en qué medida los límites a su comportamiento sin sentir culpa con los hijos y si es útil tomar esta medida o sólo nos causarán problemas, desgastes, conflictos o rupturas.

En todas las etapas de vida, niños y jóvenes manifiestan sus sentimientos con diferentes formas de acuerdo a la edad, necesidades y personalidad. Cuando son pequeños o más grandes, igualmente se hace difícil, debido a no conocerlos mejor y porque al mismo tiempo están desarrollando su propia identidad, volviéndose rebeldes y desafiantes por no querer obedecer, aún cuando sea en contra de su seguridad o integridad física, no siendo conscientes en algunos riesgos.

Son indispensables los límites en todo momento, para en lo posible evitar problemas posteriores por no haber enseñado las reglas de conducta propias para su edad.

Los métodos disciplinarios empiezan desde la infancia y van siendo modificados para que no sean demasiado rígidos o complacientes en todas sus demandas, tratando de ser congruentes, otorgando responsabilidades de acuerdo a las diversas edades y capacidades, sin temor a perder su cariño o aceptación, porque al ser adultos reconocerán nuestra sana preocupación.

El adolescente requiere le prestemos una especial atención al escucharlos con respeto para mantener abierto el diálogo permanentemente, porque la comunicación nunca se termina por ser verbal y no verbal.

Al establecer una relación de crecimiento mutuo sin actitudes limitantes solamente con acuerdos responsables, aprendiendo a negociar, escuchando sus deseos y opiniones con aceptación tratándolo de entender su pensamiento.

Recordemos que los jóvenes desafían a la autoridad queriendo imponer sus gustos, volviéndose rebeldes y ceder a todas sus demandas sólo resuelve el conflicto aplazándolo temporalmente; sería mas recomendable dejar que se expliquen y desahoguen con respeto, porque estarán creando su identidad, también es importante considerar que en esta etapa se está desarrollando el pensamiento abstracto que les proporciona más habilidad para pensar y argumentar.

Si les damos una vida de completa complacencia les mostraremos un mundo ficticio, lleno de egoísmo, porque la realidad es que todo está basado en el trabajo honesto y de esfuerzo. Es una etapa transitoria de desorientación, porque al sentirse grandes para tomar sus decisiones también se saben pequeños para otras, como es que todavía no son autosuficientes.

Conversar con los hijos de manera conjunta ambos padres que deberán estar de acuerdo en las reglas básicas de convivencia en casa, cuáles son sus deberes y derechos, tratando de eliminar las excusas, arrebatos de cólera, enseñándoles a buscar el equilibrio entre libertad y obligación al actuar con responsabilidad, evitando ser impulsivos.

Demostrar el amor al adolescente sin miedo a la firmeza y solamente en caso necesario con flexibilidad, compartiendo criterios en las decisiones, es ayudarlo a crecer y madurar, con la certeza de que los acuerdos y el diálogo serán un refuerzo positivo en el aprendizaje y que las consecuencias de sus actos siempre se verán reflejados al futuro; siendo recomendable enseñar que previamente deberá ser analizada una idea antes de tomar la decisión para que pueda tener el control de su vida de adulto con una disciplina benéfica.

Pensar como se podrían establecer y en qué medida los límites a su comportamiento sin sentir culpa con los hijos y si es útil tomar esta medida o sólo nos causarán problemas, desgastes, conflictos o rupturas.

En todas las etapas de vida, niños y jóvenes manifiestan sus sentimientos con diferentes formas de acuerdo a la edad, necesidades y personalidad. Cuando son pequeños o más grandes, igualmente se hace difícil, debido a no conocerlos mejor y porque al mismo tiempo están desarrollando su propia identidad, volviéndose rebeldes y desafiantes por no querer obedecer, aún cuando sea en contra de su seguridad o integridad física, no siendo conscientes en algunos riesgos.

Son indispensables los límites en todo momento, para en lo posible evitar problemas posteriores por no haber enseñado las reglas de conducta propias para su edad.

Los métodos disciplinarios empiezan desde la infancia y van siendo modificados para que no sean demasiado rígidos o complacientes en todas sus demandas, tratando de ser congruentes, otorgando responsabilidades de acuerdo a las diversas edades y capacidades, sin temor a perder su cariño o aceptación, porque al ser adultos reconocerán nuestra sana preocupación.

El adolescente requiere le prestemos una especial atención al escucharlos con respeto para mantener abierto el diálogo permanentemente, porque la comunicación nunca se termina por ser verbal y no verbal.

Al establecer una relación de crecimiento mutuo sin actitudes limitantes solamente con acuerdos responsables, aprendiendo a negociar, escuchando sus deseos y opiniones con aceptación tratándolo de entender su pensamiento.

Recordemos que los jóvenes desafían a la autoridad queriendo imponer sus gustos, volviéndose rebeldes y ceder a todas sus demandas sólo resuelve el conflicto aplazándolo temporalmente; sería mas recomendable dejar que se expliquen y desahoguen con respeto, porque estarán creando su identidad, también es importante considerar que en esta etapa se está desarrollando el pensamiento abstracto que les proporciona más habilidad para pensar y argumentar.

Si les damos una vida de completa complacencia les mostraremos un mundo ficticio, lleno de egoísmo, porque la realidad es que todo está basado en el trabajo honesto y de esfuerzo. Es una etapa transitoria de desorientación, porque al sentirse grandes para tomar sus decisiones también se saben pequeños para otras, como es que todavía no son autosuficientes.

Conversar con los hijos de manera conjunta ambos padres que deberán estar de acuerdo en las reglas básicas de convivencia en casa, cuáles son sus deberes y derechos, tratando de eliminar las excusas, arrebatos de cólera, enseñándoles a buscar el equilibrio entre libertad y obligación al actuar con responsabilidad, evitando ser impulsivos.

Demostrar el amor al adolescente sin miedo a la firmeza y solamente en caso necesario con flexibilidad, compartiendo criterios en las decisiones, es ayudarlo a crecer y madurar, con la certeza de que los acuerdos y el diálogo serán un refuerzo positivo en el aprendizaje y que las consecuencias de sus actos siempre se verán reflejados al futuro; siendo recomendable enseñar que previamente deberá ser analizada una idea antes de tomar la decisión para que pueda tener el control de su vida de adulto con una disciplina benéfica.

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