/ martes 4 de enero de 2022

Los dos Cuitláhuac

Cuitláhuac, el original, ocupa un lugar modesto en la historia de nuestro país. No fue el emperador que recibió a los españoles permitiéndoles llevar a cabo la conquista, como si lo hizo Moctezuma, tampoco fue el último guerrero que peleó hasta la muerte como lo fue Cuauhtémoc, pero sí fue el general que guió a las tropas mexicas a la batalla donde las tropas españolas sufrieron su única derrota, conocida como “la noche triste”.

Ese valor de general que enfrentó las hordas invasoras, ha hecho que el nombre sea utilizado para bautizar a un buen número de niños en México. Tal vez los padres y madres esperan que sus hijos adquieran las características del tlatoani del mismo modo que Homero dio a Penélope, un personaje de la Odisea, la característica monógama del ave homónima. Pero hay algunos casos en los que quien recibe la unción de un nombre mítico realiza acciones totalmente contrarias al comportamiento esperado.

Ahí está como ejemplo lo que sucede en Veracruz, en donde Cuitláhuac García Jiménez logró tener la oportunidad que a solo algunos les es concedida: guiar las acciones de su estado. El escenario estaba dado para una actuación digna de su nombre, pero lejos de aprovechar las condiciones, parece que el segundo Cuitláhuac ha decidido tomar los elementos más primitivos de la justicia.

Lo justo es lo que él y las instituciones que están a su servicio dictan y no lo que las leyes indican. A las personas críticas de su gobierno los encarcelan por un delito que aplican a su antojo: los ultrajes a la autoridad. Un tipo penal que el Congreso veracruzano reformó en marzo de este año para poder aplicarlo con mayor facilidad, con arbitrariedad y de manera laxa, por lo que hoy están encarceladas de manera injusta cientos de personas en Veracruz.

Ese fue el caso de seis jóvenes que fueron detenidos por supuestamente amenazar con cuchillos a un grupo de policías. Una versión endeble que se desvaneció después de que los videos de la detención fueron hechos públicos, pero a pesar de ello el gobierno veracruzano decidió mantenerlos en la cárcel por cuatro meses.

Así lo demuestra también el encarcelamiento de opositores políticos, como José Manuel del Río Virgen, acusado injustamente de ser actor intelectual de un homicidio. Y es injusto porque no existe ninguna prueba contundente para que un juez decida vincularlo a proceso, algo que sucedió el pasado martes.

Se trata de dos ejemplos de lo que se puede hacer con el poder. El histórico tlatoani trató de librar a su pueblo de una apabullante conquista, de actuar con honor. El gobernador, lo utiliza para llevar a cabo vendettas personales y para controlar las acciones de la sociedad que en teoría debería defender. Ya sabemos cual de los dos se mantendrá como un héroe y cual como villano.

Cuitláhuac, el original, ocupa un lugar modesto en la historia de nuestro país. No fue el emperador que recibió a los españoles permitiéndoles llevar a cabo la conquista, como si lo hizo Moctezuma, tampoco fue el último guerrero que peleó hasta la muerte como lo fue Cuauhtémoc, pero sí fue el general que guió a las tropas mexicas a la batalla donde las tropas españolas sufrieron su única derrota, conocida como “la noche triste”.

Ese valor de general que enfrentó las hordas invasoras, ha hecho que el nombre sea utilizado para bautizar a un buen número de niños en México. Tal vez los padres y madres esperan que sus hijos adquieran las características del tlatoani del mismo modo que Homero dio a Penélope, un personaje de la Odisea, la característica monógama del ave homónima. Pero hay algunos casos en los que quien recibe la unción de un nombre mítico realiza acciones totalmente contrarias al comportamiento esperado.

Ahí está como ejemplo lo que sucede en Veracruz, en donde Cuitláhuac García Jiménez logró tener la oportunidad que a solo algunos les es concedida: guiar las acciones de su estado. El escenario estaba dado para una actuación digna de su nombre, pero lejos de aprovechar las condiciones, parece que el segundo Cuitláhuac ha decidido tomar los elementos más primitivos de la justicia.

Lo justo es lo que él y las instituciones que están a su servicio dictan y no lo que las leyes indican. A las personas críticas de su gobierno los encarcelan por un delito que aplican a su antojo: los ultrajes a la autoridad. Un tipo penal que el Congreso veracruzano reformó en marzo de este año para poder aplicarlo con mayor facilidad, con arbitrariedad y de manera laxa, por lo que hoy están encarceladas de manera injusta cientos de personas en Veracruz.

Ese fue el caso de seis jóvenes que fueron detenidos por supuestamente amenazar con cuchillos a un grupo de policías. Una versión endeble que se desvaneció después de que los videos de la detención fueron hechos públicos, pero a pesar de ello el gobierno veracruzano decidió mantenerlos en la cárcel por cuatro meses.

Así lo demuestra también el encarcelamiento de opositores políticos, como José Manuel del Río Virgen, acusado injustamente de ser actor intelectual de un homicidio. Y es injusto porque no existe ninguna prueba contundente para que un juez decida vincularlo a proceso, algo que sucedió el pasado martes.

Se trata de dos ejemplos de lo que se puede hacer con el poder. El histórico tlatoani trató de librar a su pueblo de una apabullante conquista, de actuar con honor. El gobernador, lo utiliza para llevar a cabo vendettas personales y para controlar las acciones de la sociedad que en teoría debería defender. Ya sabemos cual de los dos se mantendrá como un héroe y cual como villano.

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