/ lunes 7 de diciembre de 2020

Medios y poder

En las últimas cuatro décadas algunos de los campos de pensamiento de las ciencias de la comunicación centraron su atención en el poder que tienen los medios para moldear la realidad. Esta facultad, ha sido conceptualizada desde la sociología como poder simbólico: la posibilidad de alterar el transcurso de los acontecimientos. Por poder, me refiero a la capacidad relacional que tiene un actor para influir en la voluntad del otro a través de mecanismos coercitivos o comunicativos de modo que se favorezca la voluntad, los intereses y los valores de quien ejerce el poder (Castells, 2010). Si bien todas las formas mediatizadas de comunicación encarnan ciertos niveles de poder, los viejos y los nuevos medios han acentuado la capacidad de lo simbólico para intervenir en la percepción de la realidad.

Desde la Economía Política Crítica los medios de difusión como el cine, la radio o la televisión han sido reproductores del espíritu capitalista. Hoy lo mismo podríamos decir de Facebook, Amazon o Netflix. Los procesos de producción de contenidos, su distribución y la recepción de las audiencias están supeditadas a la manera en la cual se organiza el medio (Mosco, 1989). En este sentido, los medios condicionan a los consumidores la oferta y las opciones de elección (Golding y Murdock, 1993). En América Latina los científicos sociales analizaron una gran cantidad de factores externos que subordinan los contenidos mediáticos (Mattelart, 1977, Trejo, 1985, Crovi, 1999 y Lozano 2007).

Tal vez el factor que más se reproduce en la literatura sobre medios y poder es el económico. En un primer esfuerzo teórico, se analizó la concentración de medios y su impacto sobre la cultura, la educación, la política y la democracia (Bagdikian, 1992 y 2000; y Croteau y Hoynes, 2003). En la sociedad actual conglomerados como Disney o Warner Media son propietarios de una gran cantidad de medios. Aunque con menores dimensiones económicas esto también ocurre en América Latina y en México. En este modelo, las audiencias se venden a los anunciantes, quien paga publicidad puede definir en cierta forma los temas que son considerados noticias y los contenidos dejan de ser diseñados para satisfacer las necesidades de las audiencias.

Según Lyotard, una de las características del mundo contemporáneo es que la realidad está condicionada por el dinero. La relación entre productores de contenidos y entidades económicas ha sido uno de los factores de la crisis global que viven actualmente los medios. La migración de espectadores a nuevos medios no fue motivada sólo por el cambio tecnológico, sino también por la desconfianza social. El periodismo tampoco escapa a esta crisis. Actualmente los viejos y los nuevos medios convergen en un ecosistema técnico confeccionado por distintos grados de poder en donde la mediatización define en qué creer, cómo pensar, a quién odiar, cómo vestir y a quien amar. En este sentido podemos advertir que la economía, la política y la ideología pueden alterar la manera en la cual es presentada ante la sociedad la información considerada como noticia.


En las últimas cuatro décadas algunos de los campos de pensamiento de las ciencias de la comunicación centraron su atención en el poder que tienen los medios para moldear la realidad. Esta facultad, ha sido conceptualizada desde la sociología como poder simbólico: la posibilidad de alterar el transcurso de los acontecimientos. Por poder, me refiero a la capacidad relacional que tiene un actor para influir en la voluntad del otro a través de mecanismos coercitivos o comunicativos de modo que se favorezca la voluntad, los intereses y los valores de quien ejerce el poder (Castells, 2010). Si bien todas las formas mediatizadas de comunicación encarnan ciertos niveles de poder, los viejos y los nuevos medios han acentuado la capacidad de lo simbólico para intervenir en la percepción de la realidad.

Desde la Economía Política Crítica los medios de difusión como el cine, la radio o la televisión han sido reproductores del espíritu capitalista. Hoy lo mismo podríamos decir de Facebook, Amazon o Netflix. Los procesos de producción de contenidos, su distribución y la recepción de las audiencias están supeditadas a la manera en la cual se organiza el medio (Mosco, 1989). En este sentido, los medios condicionan a los consumidores la oferta y las opciones de elección (Golding y Murdock, 1993). En América Latina los científicos sociales analizaron una gran cantidad de factores externos que subordinan los contenidos mediáticos (Mattelart, 1977, Trejo, 1985, Crovi, 1999 y Lozano 2007).

Tal vez el factor que más se reproduce en la literatura sobre medios y poder es el económico. En un primer esfuerzo teórico, se analizó la concentración de medios y su impacto sobre la cultura, la educación, la política y la democracia (Bagdikian, 1992 y 2000; y Croteau y Hoynes, 2003). En la sociedad actual conglomerados como Disney o Warner Media son propietarios de una gran cantidad de medios. Aunque con menores dimensiones económicas esto también ocurre en América Latina y en México. En este modelo, las audiencias se venden a los anunciantes, quien paga publicidad puede definir en cierta forma los temas que son considerados noticias y los contenidos dejan de ser diseñados para satisfacer las necesidades de las audiencias.

Según Lyotard, una de las características del mundo contemporáneo es que la realidad está condicionada por el dinero. La relación entre productores de contenidos y entidades económicas ha sido uno de los factores de la crisis global que viven actualmente los medios. La migración de espectadores a nuevos medios no fue motivada sólo por el cambio tecnológico, sino también por la desconfianza social. El periodismo tampoco escapa a esta crisis. Actualmente los viejos y los nuevos medios convergen en un ecosistema técnico confeccionado por distintos grados de poder en donde la mediatización define en qué creer, cómo pensar, a quién odiar, cómo vestir y a quien amar. En este sentido podemos advertir que la economía, la política y la ideología pueden alterar la manera en la cual es presentada ante la sociedad la información considerada como noticia.