/ jueves 29 de agosto de 2019

Mientras Roma arde

En público y en privado he manifestado reiteradamente que la historia nos da lecciones inigualables respecto al acontecer humano y de las colectividades en su conjunto. Casi no hay nada que no hubiese sucedido ya con anterioridad, refiriéndome, en este aspecto, a los acontecimientos sociales fundamentales que han labrado el devenir de la raza pensante, lo cual nos da una perspectiva certera de las causas, razones y circunstancias de las acciones personales y generales, así como de sus efectos y consecuencias en todos nosotros.

Debido a acontecimientos recientes, los cuales ligaré al final de esta insensata arenga, habrá que recordar uno de los personajes históricos más controvertidos y mencionados en los libros de historia, me refiero nada más y nada menos que al emperador de la Roma Antigua Nerón Claudio César Augusto Germánico, más comúnmente conocido simplemente como Nerón.

Nerón fue emperador del imperio romano entre el 13 de octubre del 54 y el 9 de junio del 68, siendo el último de la dinastía Julio – Claudia. Este gobernante accedió al trono tras la muerte de su tío Tiberio, a quién también ya hemos referido en escritos precedentes al presente, y quien lo había adoptado y nombrado como su sucesor, costumbre no poco común en Roma.

Nerón ha ganado fama por ser considerado uno de los más extravagantes y locuaces titulares del poder. Era aficionado a la conducción de cuadrigas (carros de carreras), al arpa y a la poesía, considerándose así mismo, como uno de los máximos exponentes en estas artes. En aquéllos tiempos llegó a componer canciones y poesías que él mismo ordenaba se dieran a conocer en todos los confines del imperio. También se tienen registros que organizaba concursos nacionales de poesía, arpa y teatro, en donde participaba públicamente como uno de los concursantes y, donde, en todas las ocasiones, como era de esperarse, llegó a ganar indiscutiblemente todas las competiciones. Como actor y cantante ganó todas las coronas habidas y por haber y las llevó a Roma donde las expuso en un desfile multitudinario. Es obvio que estas victorias fueron debido a su condición de emperador e, inclusive, al soborno de los jueces. También en una ocasión participó como conductor de un carro de diez caballos y casi murió al sufrir una caída.

El día 19 de julio del 64 estalló en la ciudad de Roma un gran incendio que devastó gran parte de la ciudad y del centro de la misma. El fuego dio inicio cerca del Circo Máximo, donde se localizaban unos puestos que vendían productos inflamables, por lo que el incendio se extendió rápidamente durando cinco días. Se destruyeron completamente cuatro de los catorce distritos en que se dividía la ciudad y otros siete quedaron muy dañados. Nunca estuvo claro el origen ni causas humanas del incendio, atribuyendo algunos historiadores a la mano de Nerón la culpa de los mismos. Lo cierto es que Suetonio y Dion Casio afirman que mientras Roma ardía, Nerón estaba cantando y tocando la lira en una colina con vista a los incendios, y la imagen que tenemos de Nerón es precisamente el de un locuaz emperador cantando mientras su ciudad ardía.

En el presente, muchos de los gobernantes de incontables países se asemejan a Nerón, pues mientras sus naciones arden, tanto literalmente en llamas, como en otros aspectos como la inseguridad, la pobreza, la contaminación, la recesión económica y otros males generalizados, ellos andan papaloteando en cuestiones de una trivialidad escandalosa. Allí el Bolsonaro de Brasil, el Evo Morales de Bolivia, el Maduro en Venezuela, el Macrón de Francia.

Y párenle de contar.

En público y en privado he manifestado reiteradamente que la historia nos da lecciones inigualables respecto al acontecer humano y de las colectividades en su conjunto. Casi no hay nada que no hubiese sucedido ya con anterioridad, refiriéndome, en este aspecto, a los acontecimientos sociales fundamentales que han labrado el devenir de la raza pensante, lo cual nos da una perspectiva certera de las causas, razones y circunstancias de las acciones personales y generales, así como de sus efectos y consecuencias en todos nosotros.

Debido a acontecimientos recientes, los cuales ligaré al final de esta insensata arenga, habrá que recordar uno de los personajes históricos más controvertidos y mencionados en los libros de historia, me refiero nada más y nada menos que al emperador de la Roma Antigua Nerón Claudio César Augusto Germánico, más comúnmente conocido simplemente como Nerón.

Nerón fue emperador del imperio romano entre el 13 de octubre del 54 y el 9 de junio del 68, siendo el último de la dinastía Julio – Claudia. Este gobernante accedió al trono tras la muerte de su tío Tiberio, a quién también ya hemos referido en escritos precedentes al presente, y quien lo había adoptado y nombrado como su sucesor, costumbre no poco común en Roma.

Nerón ha ganado fama por ser considerado uno de los más extravagantes y locuaces titulares del poder. Era aficionado a la conducción de cuadrigas (carros de carreras), al arpa y a la poesía, considerándose así mismo, como uno de los máximos exponentes en estas artes. En aquéllos tiempos llegó a componer canciones y poesías que él mismo ordenaba se dieran a conocer en todos los confines del imperio. También se tienen registros que organizaba concursos nacionales de poesía, arpa y teatro, en donde participaba públicamente como uno de los concursantes y, donde, en todas las ocasiones, como era de esperarse, llegó a ganar indiscutiblemente todas las competiciones. Como actor y cantante ganó todas las coronas habidas y por haber y las llevó a Roma donde las expuso en un desfile multitudinario. Es obvio que estas victorias fueron debido a su condición de emperador e, inclusive, al soborno de los jueces. También en una ocasión participó como conductor de un carro de diez caballos y casi murió al sufrir una caída.

El día 19 de julio del 64 estalló en la ciudad de Roma un gran incendio que devastó gran parte de la ciudad y del centro de la misma. El fuego dio inicio cerca del Circo Máximo, donde se localizaban unos puestos que vendían productos inflamables, por lo que el incendio se extendió rápidamente durando cinco días. Se destruyeron completamente cuatro de los catorce distritos en que se dividía la ciudad y otros siete quedaron muy dañados. Nunca estuvo claro el origen ni causas humanas del incendio, atribuyendo algunos historiadores a la mano de Nerón la culpa de los mismos. Lo cierto es que Suetonio y Dion Casio afirman que mientras Roma ardía, Nerón estaba cantando y tocando la lira en una colina con vista a los incendios, y la imagen que tenemos de Nerón es precisamente el de un locuaz emperador cantando mientras su ciudad ardía.

En el presente, muchos de los gobernantes de incontables países se asemejan a Nerón, pues mientras sus naciones arden, tanto literalmente en llamas, como en otros aspectos como la inseguridad, la pobreza, la contaminación, la recesión económica y otros males generalizados, ellos andan papaloteando en cuestiones de una trivialidad escandalosa. Allí el Bolsonaro de Brasil, el Evo Morales de Bolivia, el Maduro en Venezuela, el Macrón de Francia.

Y párenle de contar.