/ lunes 15 de agosto de 2022

Militarización de la Guardia Nacional, tres problemas de fondo

Como parte de la agenda de temas a debatir en la Cámara de Diputados durante el próximo periodo ordinario, uno de los tópicos más complejos es el del proyecto de reforma constitucional, mediante el cual, el Presidente López Obrador pretende militarizar a la Guardia Nacional.

Tal es la urgencia del titular del Ejecutivo por llevar a cabo dicha acción, que en días pasados amenazó en conferencia de prensa que, de no ser aprobada su reforma por la mayoría de las y los diputados federales, buscará imponerla a través de la publicación de un decreto.

Esta conducta de “a fuerzas que se hace” que promueve Andrés Manuel, no es sino una serie de circunstancias alarmantes para las y los mexicanos, porque indican tres problemas graves.

Uno; no se está respetando la separación de poderes, el Legislativo hace su trabajo, el Ejecutivo el suyo, y se pueden cuestionar mutuamente, pero de ninguna manera interferir en el otro, o intentar brincarlo, lo mismo respecto al Judicial.

Dos; la militarización de la Guardia Nacional es el absoluto reconocimiento, más allá de que no lo exprese literalmente la Administración Federal, de que la nueva Policía Federal, y, en general, la estrategia de seguridad pública ha resultado un fracaso en estos cuatro años.

Tres; no se está respetando a las fuerzas armadas como las instituciones que son y su función natural, que es la de salvaguardar la soberanía nacional. Y, por el contrario, ahora se les tiene como ingenieros, obreros, policías civiles y hasta de choferes de una mascota de un equipo de béisbol en Tabasco.

El problema

Cuando el Presidente decidió extinguir a la Policía Federal y crear en su lugar a la Guardia Nacional debió prever un plan sobre cómo mejorar a la corporación y sus resultados, pues bajo ese mismo argumento es sobre el cual se creó la nueva institución. Prueba de ello es lo que reza la propia Constitución, en donde se estableció que, a más tardar el próximo 26 de marzo de 2024, la Guardia ya tiene que ser cien por ciento civil, no todo lo contrario como ahora lo pretenden.

Sobre la disciplina, el trabajo y la efectividad de las fuerzas castrenses, llámese el Ejército y la Marina, nadie la ponemos en duda, tampoco podemos negar ese sentimiento de tranquilidad cada vez que estas corporaciones se hacen cargo de una situación de seguridad en nuestras poblaciones.

Sin embargo, de lo que se trata esto es de entender que el gobierno en turno tiene la obligación de fortalecer a las corporaciones de policía a tal grado que sean autosuficientes y capaces de afrontar los problemas de seguridad que a cada uno corresponden, situación que no se logrará si el Gobierno Federal y muchos de los gobiernos estatales continúan recortándoles el presupuesto, en lugar de crecerlos.

Finalmente, un Presidente que pretende decirle a los poderes Legislativo y Judicial cómo hacer las cosas, es probablemente el mayor indicador de que nos encontramos en por lo menos, un intento de dictadura, y mucho ojo con eso.

Como parte de la agenda de temas a debatir en la Cámara de Diputados durante el próximo periodo ordinario, uno de los tópicos más complejos es el del proyecto de reforma constitucional, mediante el cual, el Presidente López Obrador pretende militarizar a la Guardia Nacional.

Tal es la urgencia del titular del Ejecutivo por llevar a cabo dicha acción, que en días pasados amenazó en conferencia de prensa que, de no ser aprobada su reforma por la mayoría de las y los diputados federales, buscará imponerla a través de la publicación de un decreto.

Esta conducta de “a fuerzas que se hace” que promueve Andrés Manuel, no es sino una serie de circunstancias alarmantes para las y los mexicanos, porque indican tres problemas graves.

Uno; no se está respetando la separación de poderes, el Legislativo hace su trabajo, el Ejecutivo el suyo, y se pueden cuestionar mutuamente, pero de ninguna manera interferir en el otro, o intentar brincarlo, lo mismo respecto al Judicial.

Dos; la militarización de la Guardia Nacional es el absoluto reconocimiento, más allá de que no lo exprese literalmente la Administración Federal, de que la nueva Policía Federal, y, en general, la estrategia de seguridad pública ha resultado un fracaso en estos cuatro años.

Tres; no se está respetando a las fuerzas armadas como las instituciones que son y su función natural, que es la de salvaguardar la soberanía nacional. Y, por el contrario, ahora se les tiene como ingenieros, obreros, policías civiles y hasta de choferes de una mascota de un equipo de béisbol en Tabasco.

El problema

Cuando el Presidente decidió extinguir a la Policía Federal y crear en su lugar a la Guardia Nacional debió prever un plan sobre cómo mejorar a la corporación y sus resultados, pues bajo ese mismo argumento es sobre el cual se creó la nueva institución. Prueba de ello es lo que reza la propia Constitución, en donde se estableció que, a más tardar el próximo 26 de marzo de 2024, la Guardia ya tiene que ser cien por ciento civil, no todo lo contrario como ahora lo pretenden.

Sobre la disciplina, el trabajo y la efectividad de las fuerzas castrenses, llámese el Ejército y la Marina, nadie la ponemos en duda, tampoco podemos negar ese sentimiento de tranquilidad cada vez que estas corporaciones se hacen cargo de una situación de seguridad en nuestras poblaciones.

Sin embargo, de lo que se trata esto es de entender que el gobierno en turno tiene la obligación de fortalecer a las corporaciones de policía a tal grado que sean autosuficientes y capaces de afrontar los problemas de seguridad que a cada uno corresponden, situación que no se logrará si el Gobierno Federal y muchos de los gobiernos estatales continúan recortándoles el presupuesto, en lugar de crecerlos.

Finalmente, un Presidente que pretende decirle a los poderes Legislativo y Judicial cómo hacer las cosas, es probablemente el mayor indicador de que nos encontramos en por lo menos, un intento de dictadura, y mucho ojo con eso.