/ domingo 23 de agosto de 2020

Ni culpables, ni exonerados

Cuando Emilio Lozoya Austin incursionó en la política, estuvo acompañado de su amigo de la juventud Froylán Gracia Galicia, posteriormente designado Jefe de Oficina de la Dirección General de Pemex. Ambos, crearon “el club del millón de dólares”. Su misión, era hacer dinero lo más rápido posible.

Los cercanos a Lozoya, lo recuerdan como hombre derrochador y petulante. Hoy su arrogancia, naufraga en el ocaso. Pero antes de estar completamente defenestrado, busca llevarse al lodazal a todos aquellos que fueron sus socios o cómplices en la más perversa trama de corrupción que haya salido a la luz pública. Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón Hinojosa, Carlos Salinas de Gortari y muchos más.

De ser probatoria la prolija denuncia de Lozoya Austin, pondrá al desnudo como tras bambalinas los varones de la corrupción sacaron ventaja a nombre del Estado mexicano. Innegable, les acoge la presunción de inocencia y apegados a derecho, diremos que no son culpables hasta que se les compruebe lo contrario, pero difícilmente la historia los exonerará.

Capítulo aparte, observar cómo se desgarran las vestiduras o se deslindan todos aquellos que fueron mencionados por Lozoya Austin. Y para pronto, se argumenta linchamiento político. De llamar la atención el silencio sepulcral sobre los monumentales sobornos de Odebrecht o el desfalco de Fertinal y Agronitrogenados.

Históricamente la corrupción ha enlodado la política mexicana. Los gobiernos encubrían, avalaban y patrocinaban todo acto de impunidad, tráfico de influencias y la ausencia de justicia. Los sexenios priistas y panistas dejaron mucho que desear. Su legado tangible fue la corrupción sistemática.

Al momento de escribir estas líneas, no podemos eludir que México se encuentra en el décimo lugar de 69 países, con mayor índice de impunidad de acuerdo con el reciente informe Índice Global de Impunidad 2020 realizado por La Universidad de las Américas Puebla. Subrayo, esta medición corresponde a los últimos años del expresidente Peña Nieto.

El caso Lozoya, es el emblema de la corrupción política del país. En el historial de excesos, dispendios y corruptelas parece el guion de la narrativa de lo improbable. En la trama Lozoya, es evidente que no actuó solo. Es evidente que se encuentran entrelazados, asociados y en contubernio otros personajes de las más altas esferas del poder. En suma, se trata de la confluencia de varios actores en asociación delictuosa.

El caso Lozoya, será recordado cómo el cártel peñista.

Cuando Emilio Lozoya Austin incursionó en la política, estuvo acompañado de su amigo de la juventud Froylán Gracia Galicia, posteriormente designado Jefe de Oficina de la Dirección General de Pemex. Ambos, crearon “el club del millón de dólares”. Su misión, era hacer dinero lo más rápido posible.

Los cercanos a Lozoya, lo recuerdan como hombre derrochador y petulante. Hoy su arrogancia, naufraga en el ocaso. Pero antes de estar completamente defenestrado, busca llevarse al lodazal a todos aquellos que fueron sus socios o cómplices en la más perversa trama de corrupción que haya salido a la luz pública. Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón Hinojosa, Carlos Salinas de Gortari y muchos más.

De ser probatoria la prolija denuncia de Lozoya Austin, pondrá al desnudo como tras bambalinas los varones de la corrupción sacaron ventaja a nombre del Estado mexicano. Innegable, les acoge la presunción de inocencia y apegados a derecho, diremos que no son culpables hasta que se les compruebe lo contrario, pero difícilmente la historia los exonerará.

Capítulo aparte, observar cómo se desgarran las vestiduras o se deslindan todos aquellos que fueron mencionados por Lozoya Austin. Y para pronto, se argumenta linchamiento político. De llamar la atención el silencio sepulcral sobre los monumentales sobornos de Odebrecht o el desfalco de Fertinal y Agronitrogenados.

Históricamente la corrupción ha enlodado la política mexicana. Los gobiernos encubrían, avalaban y patrocinaban todo acto de impunidad, tráfico de influencias y la ausencia de justicia. Los sexenios priistas y panistas dejaron mucho que desear. Su legado tangible fue la corrupción sistemática.

Al momento de escribir estas líneas, no podemos eludir que México se encuentra en el décimo lugar de 69 países, con mayor índice de impunidad de acuerdo con el reciente informe Índice Global de Impunidad 2020 realizado por La Universidad de las Américas Puebla. Subrayo, esta medición corresponde a los últimos años del expresidente Peña Nieto.

El caso Lozoya, es el emblema de la corrupción política del país. En el historial de excesos, dispendios y corruptelas parece el guion de la narrativa de lo improbable. En la trama Lozoya, es evidente que no actuó solo. Es evidente que se encuentran entrelazados, asociados y en contubernio otros personajes de las más altas esferas del poder. En suma, se trata de la confluencia de varios actores en asociación delictuosa.

El caso Lozoya, será recordado cómo el cártel peñista.