/ domingo 14 de marzo de 2021

Olvidadas

La segregación social en la que viven las mexicanas representa una tragedia y esta se acentúa más en aquellas que viven en el inframundo de las sombras al purgar una condena tras las rejas. En este país de desigualdades, las cárceles son sinónimo de marginación y abandono, aún más para las mujeres presas, “las invisibles entre los invisibles”, sentencia Ana Pecova, directora de la organización feminista Equis Justicia para las Mujeres.

En esta brecha de género impuesta por el sistema penitenciario, se observa que el promedio de las sentencias para el sector varonil es de 17.5 años, mientras que para el femenil se eleva a los 23.5 años. Aún más, cuando los delitos de ambos grupos son de alto impacto, las mujeres reciben un castigo más severo, revela el estudio Diagnóstico sobre la Percepción de la Defensoría Penal en México, realizado por Reinserta.

Habrá que sumar que nuestro país no cuenta con suficientes centros penitenciarios femeniles lo que implica que las sentenciadas son confinadas a una cárcel mixta, en su mayoría, diseñadas solo para alojar a hombres. Los centros femeniles tienen una calificación de 7.73, los mixtos es de 6.47.

En esta relatoría, añadimos que no se cuentan con actividades necesarias para su efectiva reinserción social; existe insuficiencia en los programas para la prevención de adicciones y de desintoxicación voluntaria; carencia de personal de seguridad y custodia; deficiente separación entre procesadas y sentenciadas; escasez de actividades educativas, laborales y deportivas; falta de atención a mujeres y sus hijos. El 97% de las reclusas son madres o jefas de familia, refiere el Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria 2019 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

En este sombrío y deplorable internamiento que viven, la conclusión es obvia, se atenta contra sus derechos humanos, por lo que es urgente que las autoridades penitenciarias atiendan este rosario de deficiencias y omisiones.

Y si se trata de buscar soluciones, sería óptimo que los sistemas para el desarrollo integral de la familia de todos los estados, participen en la implementación de programas donde se garantice el principio superior de la niñez para procurar una sana convivencia entre madres e hijos.

Evidentemente, existe desatención por parte del Estado hacia las mexicanas privadas de su libertad, la mayoría de los estudios del sistema penitenciario femenil provienen de las comisiones de derechos humanos y de organizaciones civiles, por lo que es necesario el involucramiento de la Secretaría de Gobernación y las instituciones homólogas de las 32 entidades en la elaboración de informes detallados y periódicos para mejorar el sistema carcelario de nuestro país.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, ellas son las más olvidadas y las más marginadas. Nada que celebrar.

La segregación social en la que viven las mexicanas representa una tragedia y esta se acentúa más en aquellas que viven en el inframundo de las sombras al purgar una condena tras las rejas. En este país de desigualdades, las cárceles son sinónimo de marginación y abandono, aún más para las mujeres presas, “las invisibles entre los invisibles”, sentencia Ana Pecova, directora de la organización feminista Equis Justicia para las Mujeres.

En esta brecha de género impuesta por el sistema penitenciario, se observa que el promedio de las sentencias para el sector varonil es de 17.5 años, mientras que para el femenil se eleva a los 23.5 años. Aún más, cuando los delitos de ambos grupos son de alto impacto, las mujeres reciben un castigo más severo, revela el estudio Diagnóstico sobre la Percepción de la Defensoría Penal en México, realizado por Reinserta.

Habrá que sumar que nuestro país no cuenta con suficientes centros penitenciarios femeniles lo que implica que las sentenciadas son confinadas a una cárcel mixta, en su mayoría, diseñadas solo para alojar a hombres. Los centros femeniles tienen una calificación de 7.73, los mixtos es de 6.47.

En esta relatoría, añadimos que no se cuentan con actividades necesarias para su efectiva reinserción social; existe insuficiencia en los programas para la prevención de adicciones y de desintoxicación voluntaria; carencia de personal de seguridad y custodia; deficiente separación entre procesadas y sentenciadas; escasez de actividades educativas, laborales y deportivas; falta de atención a mujeres y sus hijos. El 97% de las reclusas son madres o jefas de familia, refiere el Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria 2019 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

En este sombrío y deplorable internamiento que viven, la conclusión es obvia, se atenta contra sus derechos humanos, por lo que es urgente que las autoridades penitenciarias atiendan este rosario de deficiencias y omisiones.

Y si se trata de buscar soluciones, sería óptimo que los sistemas para el desarrollo integral de la familia de todos los estados, participen en la implementación de programas donde se garantice el principio superior de la niñez para procurar una sana convivencia entre madres e hijos.

Evidentemente, existe desatención por parte del Estado hacia las mexicanas privadas de su libertad, la mayoría de los estudios del sistema penitenciario femenil provienen de las comisiones de derechos humanos y de organizaciones civiles, por lo que es necesario el involucramiento de la Secretaría de Gobernación y las instituciones homólogas de las 32 entidades en la elaboración de informes detallados y periódicos para mejorar el sistema carcelario de nuestro país.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, ellas son las más olvidadas y las más marginadas. Nada que celebrar.