/ miércoles 2 de junio de 2021

Participación ciudadana

Estamos en la recta final del proceso electoral más grande de la historia del país, el próximo 6 de junio, las y los mexicanos elegiremos a los 500 próximos integrantes de la Cámara de Diputados, a 15 de los 32 gobernadores del país y a más de 20,000 funcionarios locales; sin duda una de las elecciones más importantes de la historia contemporánea del país. Mucho está en juego, es momento de definir hacia dónde queremos llegar como país, así como “quiénes” van a encabezar dicho trayecto y el “cómo” se van a desarrollar las acciones para llegar a dicho fin. Me parece de suma importancia destacar la lamentable situación de violencia en la contienda electoral, tan solo la semana pasada observadores externos de la OEA señalaron su preocupación debido a que al menos 31 candidatas y candidatos han perdido la vida en este proceso electoral; se estima un aproximado de 476 agresiones a nivel nacional hasta el momento (Etellekt, 2021). Lo único cierto es que, si queremos que el país avance, y la lucha de quienes ya no están con nosotros se traduzca en una realidad en pro de la sociedad debemos como ciudadanas y ciudadanos salir a votar de forma masiva, independientemente de la selección que libremente tome cada uno de nosotros.

Nuestro pasado político electoral confirmó lo que para muchos era una fantasía, una ilusión o simple anhelo: la libertad de los mexicanos de elegir de manera real y efectiva a sus gobernantes. Quizá con sus distintos matices, deficiencias y ¡claro! también virtudes; es una realidad que podemos comprobar al revisar la alternancia de los partidos en el poder, que se han dado como resultado de las elecciones desde hace veinte años, por lo que hace al ejecutivo federal el PAN lo encabezó dos sexenios (2000-2012), el PRI de 2012-2018 y Morena de 2018 a la fecha. Ante esto se puede concluir que, una forma de ejercer y reivindicar en mayor medida la fuerza ciudadana es a través del voto, la oportunidad de la ciudadanía de vigilar y remover por incumplimiento, ineficacia o mal desempeño de quienes nos gobiernan, se presenta ante la boleta. En este sentido, también se actualiza la oportunidad de premiar a quienes lo han hecho bien y han aportado a construir un mejor país para todas y todos.

Rescatando una reflexión de Sartori (“La política”,1979) con relación a la ciencia política y cómo se diferencia de otras ciencias como la medicina, la ingeniería, etc; él concluye que mientras las demás —ciencias— se abocan a estudiar como manipular cosas, la ciencia política encara la manipulación de hombres. Para las otras “el problema consiste en determinar hasta dónde nos permite llegar el saber” y para la ciencia política “el problema es, en mayor medida, establecer “cuánto poder” conviene atribuirles a algunos hombres”.

Estamos en la recta final del proceso electoral más grande de la historia del país, el próximo 6 de junio, las y los mexicanos elegiremos a los 500 próximos integrantes de la Cámara de Diputados, a 15 de los 32 gobernadores del país y a más de 20,000 funcionarios locales; sin duda una de las elecciones más importantes de la historia contemporánea del país. Mucho está en juego, es momento de definir hacia dónde queremos llegar como país, así como “quiénes” van a encabezar dicho trayecto y el “cómo” se van a desarrollar las acciones para llegar a dicho fin. Me parece de suma importancia destacar la lamentable situación de violencia en la contienda electoral, tan solo la semana pasada observadores externos de la OEA señalaron su preocupación debido a que al menos 31 candidatas y candidatos han perdido la vida en este proceso electoral; se estima un aproximado de 476 agresiones a nivel nacional hasta el momento (Etellekt, 2021). Lo único cierto es que, si queremos que el país avance, y la lucha de quienes ya no están con nosotros se traduzca en una realidad en pro de la sociedad debemos como ciudadanas y ciudadanos salir a votar de forma masiva, independientemente de la selección que libremente tome cada uno de nosotros.

Nuestro pasado político electoral confirmó lo que para muchos era una fantasía, una ilusión o simple anhelo: la libertad de los mexicanos de elegir de manera real y efectiva a sus gobernantes. Quizá con sus distintos matices, deficiencias y ¡claro! también virtudes; es una realidad que podemos comprobar al revisar la alternancia de los partidos en el poder, que se han dado como resultado de las elecciones desde hace veinte años, por lo que hace al ejecutivo federal el PAN lo encabezó dos sexenios (2000-2012), el PRI de 2012-2018 y Morena de 2018 a la fecha. Ante esto se puede concluir que, una forma de ejercer y reivindicar en mayor medida la fuerza ciudadana es a través del voto, la oportunidad de la ciudadanía de vigilar y remover por incumplimiento, ineficacia o mal desempeño de quienes nos gobiernan, se presenta ante la boleta. En este sentido, también se actualiza la oportunidad de premiar a quienes lo han hecho bien y han aportado a construir un mejor país para todas y todos.

Rescatando una reflexión de Sartori (“La política”,1979) con relación a la ciencia política y cómo se diferencia de otras ciencias como la medicina, la ingeniería, etc; él concluye que mientras las demás —ciencias— se abocan a estudiar como manipular cosas, la ciencia política encara la manipulación de hombres. Para las otras “el problema consiste en determinar hasta dónde nos permite llegar el saber” y para la ciencia política “el problema es, en mayor medida, establecer “cuánto poder” conviene atribuirles a algunos hombres”.