La actual mayoría dirigente no oculta su pasión revolucionaria. Es bueno recordar a aquellos revolucionarios franceses que deificaron la razón y ejercieron un Terror que apagó muchas luces de las que presumía aquel siglo. Un espíritu revolucionario que abriría el camino hacia los totalitarismos futuros y de los que esa mayoría dirigente presenta no pocas adherencias. El fruto es hoy una espesa amalgama de culto a la razón, colectivismo, oportunismo y, todo aromatizado con esencias de aquel Mayo del 68.
Se toma de esas raíces la obsesión por poner el reloj de nuestra historia a cero; de ahí su repudio a toda idea, símbolo, enseñanza o tradición que nos identifique como nación competitiva.
Sin embargo, pese a la carga socializante de nuestra mayoría dirigente, esas raíces ilustradas no le llevan a apostar necesariamente por un Estado cohesionado y fuerte. Mecho dependerá de las personas en turno y madurez política coherente con su opción a realizar.