/ miércoles 10 de abril de 2019

Pedir perdón

Hace poco se hizo público que el Gobierno de México solicitó al Rey de España y al Papa Francisco, que pidan perdón por lo sucedido con los pueblos originarios, ya que la conquista se hizo con “la espada y la cruz”. La verdad es que es una idea llena de sentido, al menos en el caso de la Iglesia, pero es poco novedosa.

Tener la humildad de pedir perdón y perdonar, está en el corazón del mensaje de la Iglesia. Basta con revisar el Padre Nuestro enseñado por Jesús. La Iglesia sabe que siempre está necesitada de perdón, de purificación, ya que muchas veces se ve manchada por los pecados de sus hijos, lo cual últimamente por desgracia es muy patente.

No se discute si está bien o no que la Iglesia pida perdón, pues debe hacerlo siempre. Los últimos tres Papas están de acuerdo con esta petición, pues ya lo han hecho. Juan Pablo II en 1983 y 1992. Benedicto XVI en el 2007, y muy claramente el Papa Francisco en Bolivia en el 2015. Y también volvió a hablar del perdón que hoy les debemos a los pueblos originarios víctimas de la “cultura del descarte” actual, en San Cristóbal de las Casas en su visita a México en el 2016. Aquí la cuestión está en que la historia no empieza conmigo, o contigo, ni con nadie de los que actualmente andamos “por aquí”. Si desconocemos la historia, es probable que nos equivoquemos al juzgar el presente, y al pedir cuentas.

La petición del Gobierno más que querer reconciliar, cosa que al menos en un inicio no logró, parece querer repartir culpas, parece acusar a otros de nuestra situación actual, como muchas veces sucede en el imaginario colectivo de nosotros los mexicanos. A veces culpamos a los españoles, a los gringos, a la Iglesia, recientemente a Trump, y así evitamos la fatigosa tarea de reconocer que, aunque el pasado nos marca, no nos determina, y que hoy día somos responsables de nuestra situación y de nuestro futuro, el de todos los mexicanos, incluyendo por supuesto a los pueblos originarios.

Responder a dicha petición en este momento sería entrar en la visión maniquea que parece estar de moda, es decir, de un mundo de “buenos y malos”, cuando la realidad es más compleja. La revisión histórica objetiva siempre es necesaria, pero hoy parece más necesario aprender a trabajar con todos y por todos los que pisamos estas tierras. Hace ya mucho tiempo que el futuro está en nuestras manos. Dejemos de culpar a otros que “no tienen vela en el entierro”, o que al menos no cargan hoy con la mayor responsabilidad

Hace poco se hizo público que el Gobierno de México solicitó al Rey de España y al Papa Francisco, que pidan perdón por lo sucedido con los pueblos originarios, ya que la conquista se hizo con “la espada y la cruz”. La verdad es que es una idea llena de sentido, al menos en el caso de la Iglesia, pero es poco novedosa.

Tener la humildad de pedir perdón y perdonar, está en el corazón del mensaje de la Iglesia. Basta con revisar el Padre Nuestro enseñado por Jesús. La Iglesia sabe que siempre está necesitada de perdón, de purificación, ya que muchas veces se ve manchada por los pecados de sus hijos, lo cual últimamente por desgracia es muy patente.

No se discute si está bien o no que la Iglesia pida perdón, pues debe hacerlo siempre. Los últimos tres Papas están de acuerdo con esta petición, pues ya lo han hecho. Juan Pablo II en 1983 y 1992. Benedicto XVI en el 2007, y muy claramente el Papa Francisco en Bolivia en el 2015. Y también volvió a hablar del perdón que hoy les debemos a los pueblos originarios víctimas de la “cultura del descarte” actual, en San Cristóbal de las Casas en su visita a México en el 2016. Aquí la cuestión está en que la historia no empieza conmigo, o contigo, ni con nadie de los que actualmente andamos “por aquí”. Si desconocemos la historia, es probable que nos equivoquemos al juzgar el presente, y al pedir cuentas.

La petición del Gobierno más que querer reconciliar, cosa que al menos en un inicio no logró, parece querer repartir culpas, parece acusar a otros de nuestra situación actual, como muchas veces sucede en el imaginario colectivo de nosotros los mexicanos. A veces culpamos a los españoles, a los gringos, a la Iglesia, recientemente a Trump, y así evitamos la fatigosa tarea de reconocer que, aunque el pasado nos marca, no nos determina, y que hoy día somos responsables de nuestra situación y de nuestro futuro, el de todos los mexicanos, incluyendo por supuesto a los pueblos originarios.

Responder a dicha petición en este momento sería entrar en la visión maniquea que parece estar de moda, es decir, de un mundo de “buenos y malos”, cuando la realidad es más compleja. La revisión histórica objetiva siempre es necesaria, pero hoy parece más necesario aprender a trabajar con todos y por todos los que pisamos estas tierras. Hace ya mucho tiempo que el futuro está en nuestras manos. Dejemos de culpar a otros que “no tienen vela en el entierro”, o que al menos no cargan hoy con la mayor responsabilidad